Habladme de descaro. Decidme una sola cosa que, por
provocativa, inoportuna o indecorosa, creáis que un gobierno, no sólo en
funciones, sino también en entredicho nunca se atrevería a hacer. Os digo ya de
antemano que digáis lo que digáis, por imposible que os parezca, estaréis
equivocados, porque, para nuestra desgracia, son capaces de eso y de más.
Es difícil imaginar qué pasa por las cabezas de Rajoy y su
ministro De Guindos, cuál es la dimensión de su mundo, de dónde le llegan los
consejos y las opiniones para no darse cuenta de que hay cosas que no se deben
siquiera intentar. Supongo que lo que les ocurre es que tienen una idea “chiringuitera”
del Estado, que son como esos personajes que, por sobrados, liquidan las
existencias de su negocio en atenciones e invitaciones a sus amigos. eso, que
estaría mal por suicida en el mundo privado, es mucho peor en el mundo de lo
público, porque las rondas, las raciones y los "cubatas" corren a
cuenta de todos y de quienes se van a reír no es de Rajoy o su ministro, sino
de esa España que tanto dicen defender.
Llegados a este punto creo que cualquier infamia que podemos
imaginar con la firma de Rajoy se va a ver superada inmediatamente. De hecho,
cuando a los pocos minutos de materializarse el segundo fracaso de Rajoy en su
investidura supimos de la designación de Soria, tuvimos que sumar al descaro
del nombramiento el momento en que se materializó, después de la votación y con
la administración prácticamente de fin de semana. A eso y, por si fuera poco,
debemos sumarle las más que marrulleras justificaciones que el “pijoministro”
De Guindos y Rajoy han tratado de colarnos, diciendo que sería ilegal no
haberle nombrado, dando a entender que cualquier otro gobierno de signo
distinto se habría visto obligado a nombrarle.
Mienten y lo saben, pero no les importa. Ni a ellos, pero,
por lo que parece, no a todos ellos, porque también entre las filas del PP y en
el mismo gobierno hay quienes comienzan a sentir la comezón de la indignidad,
militantes y miembros del gobierno a los que, si lo pierden, no les va a quedar
una pensión vitalicia o un sillón en cualquiera de las bancas especulativas
dedicadas a la gestión de los fondos depositados en paraísos fiscales para
hundir la economía de países decentes, aunque sea el suyo.
Esos picores de la decencia que llegan cuando menos tarde.
no parecen preocuparle a Rajoy ni a De Guindos que han acudido al G-20 chino
sacando pecho, henchidos de orgullo y permitiéndose dar al mundo su propia
receta contra el populismo, ocultando que eso que llaman populismo, que no es
sino indignación y rabia, le quitó de las manos la mayoría más absoluta de que
ha disfrutado un gobierno del PP, dejándole sin escaños para formar gobierno y,
por el absolutismo parlamentario ejercido desde su mayoría sin posibilidad
alguna de formarlo.
Le he dado muchas vueltas a esta última jugada de Rajoy,
similar a la que se marcó, prorrogando por varias generaciones la vida de la
papelera que envenena las aguas y el aire de la ría de su Pontevedra natal, le
he dado muchas vueltas, para, al final, llegar a la conclusión de que Rajoy es
como ese mal inquilino que al enterarse de que debe dejar el piso rompe cuanto
tiene a mano y se lleva lo que se puede llevar por el simple placer de negar a
quienes le sucedan el disfrute de lo que en él había.
Rajoy, por más que diga lo contrario, se enfrenta al final
de su carrera política y parece dispuesto a arrasar lo que le quede a mano y en
repartir, como se reparten prebendas entre sus amigos, como se reparten las
pertenencias de un muerto, por más que, pese a sus esfuerzos, el estado español
y su prestigio aún no lo están.
La actitud de Rajoy es como la del novicio que, al verse
rechazado por la comunidad dijo aquello de "para lo que me queda en el
convento, me cago dentro".
1 comentario:
Son unos impresentables...
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