lunes, 5 de septiembre de 2016

...ME CAGO DENTRO


Habladme de descaro. Decidme una sola cosa que, por provocativa, inoportuna o indecorosa, creáis que un gobierno, no sólo en funciones, sino también en entredicho nunca se atrevería a hacer. Os digo ya de antemano que digáis lo que digáis, por imposible que os parezca, estaréis equivocados, porque, para nuestra desgracia, son capaces de eso y de más.
Es difícil imaginar qué pasa por las cabezas de Rajoy y su ministro De Guindos, cuál es la dimensión de su mundo, de dónde le llegan los consejos y las opiniones para no darse cuenta de que hay cosas que no se deben siquiera intentar. Supongo que lo que les ocurre es que tienen una idea “chiringuitera” del Estado, que son como esos personajes que, por sobrados, liquidan las existencias de su negocio en atenciones e invitaciones a sus amigos. eso, que estaría mal por suicida en el mundo privado, es mucho peor en el mundo de lo público, porque las rondas, las raciones y los "cubatas" corren a cuenta de todos y de quienes se van a reír no es de Rajoy o su ministro, sino de esa España que tanto dicen defender.
Llegados a este punto creo que cualquier infamia que podemos imaginar con la firma de Rajoy se va a ver superada inmediatamente. De hecho, cuando a los pocos minutos de materializarse el segundo fracaso de Rajoy en su investidura supimos de la designación de Soria, tuvimos que sumar al descaro del nombramiento el momento en que se materializó, después de la votación y con la administración prácticamente de fin de semana. A eso y, por si fuera poco, debemos sumarle las más que marrulleras justificaciones que el “pijoministro” De Guindos y Rajoy han tratado de colarnos, diciendo que sería ilegal no haberle nombrado, dando a entender que cualquier otro gobierno de signo distinto se habría visto obligado a nombrarle.
Mienten y lo saben, pero no les importa. Ni a ellos, pero, por lo que parece, no a todos ellos, porque también entre las filas del PP y en el mismo gobierno hay quienes comienzan a sentir la comezón de la indignidad, militantes y miembros del gobierno a los que, si lo pierden, no les va a quedar una pensión vitalicia o un sillón en cualquiera de las bancas especulativas dedicadas a la gestión de los fondos depositados en paraísos fiscales para hundir la economía de países decentes, aunque sea el suyo.
Esos picores de la decencia que llegan cuando menos tarde. no parecen preocuparle a Rajoy ni a De Guindos que han acudido al G-20 chino sacando pecho, henchidos de orgullo y permitiéndose dar al mundo su propia receta contra el populismo, ocultando que eso que llaman populismo, que no es sino indignación y rabia, le quitó de las manos la mayoría más absoluta de que ha disfrutado un gobierno del PP, dejándole sin escaños para formar gobierno y, por el absolutismo parlamentario ejercido desde su mayoría sin posibilidad alguna de formarlo.
Le he dado muchas vueltas a esta última jugada de Rajoy, similar a la que se marcó, prorrogando por varias generaciones la vida de la papelera que envenena las aguas y el aire de la ría de su Pontevedra natal, le he dado muchas vueltas, para, al final, llegar a la conclusión de que Rajoy es como ese mal inquilino que al enterarse de que debe dejar el piso rompe cuanto tiene a mano y se lleva lo que se puede llevar por el simple placer de negar a quienes le sucedan el disfrute de lo que en él había.
Rajoy, por más que diga lo contrario, se enfrenta al final de su carrera política y parece dispuesto a arrasar lo que le quede a mano y en repartir, como se reparten prebendas entre sus amigos, como se reparten las pertenencias de un muerto, por más que, pese a sus esfuerzos, el estado español y su prestigio aún no lo están.
La actitud de Rajoy es como la del novicio que, al verse rechazado por la comunidad dijo aquello de "para lo que me queda en el convento, me cago dentro".

1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Son unos impresentables...