Señores, la fiesta se ha acabado y, ahora viene la resaca o,
como dicen en México, la cruda. Ahora es eso lo que toca, la cruda realidad y
lo único que espero es que unos y otros se dejen de experimentos, abandonen las
veleidades y la venta de humo, para, de una vez, sincerarse con la sociedad y,
sobre todo, con ellos mismos.
Cada vez tengo más claro que Podemos ha sido para la
izquierda social de este país, tan maltratada, como esas drogas euforizantes
que te dan el subidón, que te llevan a creer que estás en la cima del mundo que
eres inmortal y lo puedes todo y que luego, de repente, sin avisar, te
abandonan en plena fiesta, dejándote con el estómago en la boca y la cabeza a
rastras Podemos nos hizo creer, y fue así porque necesitábamos creerlo,
que desalojar al PP de su castillo iba a ser fácil, pero cometió el error de
confundir el enemigo, enzarzándose en una pelea cainita, con un PSOE tan
desconcertado como desarbolado que, por su parte, no supo reconocerse en sus
militantes, azuzado a demás por todas sus viejas glorias, empeñadas en
conducirlo a un centro imposible, dejándolo a los pies de la derecha, cautivo y
desarmado, como nosotros mismos, para lo que gusten mandar las grandes
corporaciones de aquí y de allá.
Los resultados de ayer, con un PSOE bajo mínimos y un
Podemos que no acaba de convertirse en la gran fuerza transformadora que
promete, frente a un PP triunfante y eufórico en Galicia y un PNV reafirmado en
su mayoría como nunca, que ni siquiera permiten comenzar a pensar en alianzas o
en una oposición capaz de arrancar a los gobiernos de Feijóo y Urkullu nada
distinto de lo que cada uno lleve, si no en programa, si en su agenda, a la
vista u oculta.
Sin embargo, aún más significativo y un aviso para
navegantes, es el batacazo de Ciudadanos al que, su intransigencia hacia todo
aquello que huela a nacionalismo ha dejado con su casilla en blanco y sin
representación en los parlamentos de Santiago y Vitoria, demostrando que hay
realidades que, como los nacionalismos en cualquiera de sus manifestaciones,
sea el independentismo democrático o el ese galleguismo rancio y de derechas
que inventó Fraga, no se pueden ignorar. Tampoco, ese hacer de correveidile del
PP que, inevitablemente, le llevará, si hay unas terceras elecciones, le
llevará a ser fagocitado como uno más de los hijos de ese Saturno de la
política española que es el Partido Popular.
Está claro que ignorar o, peor aún, satanizar el
nacionalismo es un error que lleva a cualquier partido que quiera gobernar España
a fracasar, porque de esa manera dejará de ser significativo en Cataluña, la
misma Galicia o Euskadi, porque, amén de la galleguista Galicia que parece
necesitar como el aire el caciquismo de su PP ruralista, ignorar que, en
Euskadi o Cataluña, la mayoría de los votantes son nacionalistas o partidarios
del derecho a decidir.
Por eso, mientras el PSOE, al que, pese a todo, sigo
situando en la izquierda, no se mire en el espejo de sus militantes y deje
dejarse arrastrar por la demagogia patriotera del PP, esa que diluye y oculta
cualquier debate económico o social, en el que cualquier planteamiento
mínimamente decente le bastaría para derrotarle.
Lo de ayer, lo de hoy, fue, ha sido, un enorme resacón que
quizá, como las resacas de juventud, nos enseñe, a unos y a otros, a manejar euforias
y expectativas Ojalá.
1 comentario:
Muy buen artículo...
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