Con la ya ex militante del PP Rita Barberá estamos
asistiendo a un fenómeno curioso no demasiado habitual entre los personajes que
hacen su vida bajo los focos, un fenómeno que se manifiesta en su aparente afán
por parecerse cada vez más a la (mala) imagen que una gran mayoría de los
ciudadanos tenemos de ella y no al contrario, como cabría esperar de una
persona inteligente. Y es que cada vez más, su rostro, su voz, se aproximan más a su feo y desagradable comportamiento.
Ayer mismo lo demostró, dando un paso más en el camino de
depravación pública que emprendió hace ya meses, un paso difícil de explicar,
una especie de chantaje que en realidad no lo es, porque, de todas las salidas
posibles, la ex alcaldesa de Valencia ha escogido la que mejor le viene a ella,
porque pone a salvo su sueldo y su fuero, pero también y, sobre todo, la que
mejor le viene a Rajoy, porque le permite decir que ha presionado a tan
incómoda compañera de partido, salvando así el pacto con Ciudadanos que, de
momento, le permite mantener la posibilidad de un nuevo intento de investidura.
La cosa podría haber quedado como un triunfo del silencioso
Rajoy, como un golpe de autoridad en el partido, de no ser por algo tan
chocante como ese comunicado de Barberá, en el que anunciaba su salida del
partido en papel con membrete del PP y, muy probablemente, distribuido por el
servicio de prensa del mismísimo Partido Popular. Un comunicado que cabe
preguntarse si ha sido una torpeza, un error de tan zafio personaje o, por el
contrario, un gol por toda la escuadra al que durante tantos años ha sido su
partido y ahora le enseña la puerta de salida.
Ese comunicado, que no es una nota de prensa que recoja el
anuncio de su renuncia a la militancia, sino el documento de la propia
renuncia. Rita aúna bajo ese aspecto tosco y autoritario, la torpeza de quien
está acostumbrado al poder que otorga siempre la razón, pero también la astucia
de quien ha sobrevivido a décadas de luchas internas, pegada siempre a quien ha
ostentado el poder, en Alianza Popular, primero, y en el PP, después, fuesen
Fraga, Aznar o Rajoy.
Me cuesta creer que esta señora haya desconectado del que ha
sido su partido toda la vida, del mismo modo que me costaría creer que ese
partido la hubiera arrojado a las tinieblas exteriores, sin haberle protegido
previamente con un escaño blindado en el Senado. Me costaría creer en una
ruptura tan abrupta, porque Rita Barberá es una bomba de tiempo, un archivador
vestido con traje de chaqueta, a ser posible rojo, que guarda importantes
secretos sobre la financiación del PP en Valencia y Madrid, sobre los stands de
FITUR, sobre la visita papal, sobre la Formula Uno y sobre todo lo que huele a
cloaca en los despachos del PP, una bomba de tiempo a la que hay que mimar para
que no acabe estallando en cualquier juzgado, complicando aún más el vía crucis
judicial por el que sus viejos camaradas tienen que arrastrar las cadenas de la
deshonra, soportando la cruz de la corrupción.
¿Alguien esperaba que Rita renunciase a todo? ¿A alguien le
cabía en la cabeza que renunciase a la militancia y al escaño en el mismo día?
A mí, desde luego, no. A Rajoy, tampoco. Y estoy seguro de que ha estado todo
el tiempo en la pomada de la decisión de la todavía senadora. Todo a costa de
los ciudadanos que, de no mediar una condena que la inhabilite para ejercer
cargo público, seguiremos pagándole el suculento sueldo y las dietas que
corresponden a esa acta de senadora a la que se agarra como a un clavo
ardiendo.
Dicen que la ley le da derecho a hacerlo y yo creo que, de
ser así, la ley está mal hecha y habrá que cambiarla cuanto antes, del mismo
modo que habrá que explorar cuantos resquicios haya para forzar a esta señora a
devolver un escaño que, en su caso, no es de elección directa, porque fue
elegida por el pleno del Senado y no por los ciudadanos, y que, como en el caso
del presidente del Gobierno debería poder ser revocado por la misma cámara que
se lo ha dado.
Lo que pase en ese terreno, la actitud que adopte el PP y el
comportamiento de la senadora Barberá desde su escaño en el Grupo Mixto, entre
los senadores de Compromís y Bildu, lo que vote y lo que diga, si es que dice
algo, nos darán la medida de si en realidad está fuera del PP o sigue bajo su
disciplina.
Lo que ayer hizo Rita es un poco lo que cantaba su casi
paisano Camilo Sesto en "Algo de mí", eso de "te vas, pero te
quedas, porque formas parte de mí y en mi cama y en mi alma hay un sitio para
ti".
2 comentarios:
Esto tiene que cambiar , las leyes están hechas para el amparo de los sinvergüenzas y eso no lo podemos tolerar los ciudadanos y contribuyentes que pagamos los impuestos religiosamente. Un buen reportaje. Un abrazo
Ha sido otra gran maniobra mariana...
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