viernes, 28 de octubre de 2016

EL QUE PARTE Y REPARTE...



Hace unos días, Valonia. la región francófona de ese pequeño país que es Bélgica, vetó la aprobación del humillante tratado comercial que Canadá quiere firmar con La UE, un tratado que negará a los tribunales europeos la última palabra sobre los conflictos, para dejarla en manos de unos organismos de arbitraje creados al efecto, más fáciles de comprar y de manipular. Recuerdo que el gesto, quizá sólo simbólico, del gobierno valón me recordó la importancia que tiene cada voto, cada apoyo, en cada elección por trivial o remota que nos parezca, porque, en algún momento, podemos sentirnos orgullosos o, por el contrario, arrepentirnos de ese voto dado a un u otro partido en las elecciones municipales, autonómicas o europeas. Y es que. en democracia, todos los votos cuentan y todos los votos, por anodinos que nos parezcan, tienen consecuencias.
Seguramente os preguntaréis qué tiene esto que ver con el pleno de investidura de ayer que, por la foto que ilustra la entrada parece ser el asunto de la misma. La respuesta es que sí, tiene que ver y mucho. Hay que remontarse a la constitución del Congreso que el sábado investirá a Mariano Rajoy y recordar que las fuerzas que debiera ser de oposición al gobierno que finalmente formará el Partido Popular tuvieron en su mano compensar la mayoría que le sustentará con una mesa del Congreso dese la que los representantes de la oposición pudiesen administrar actividades tan trascendentes como el control al gobierno o las comisiones de investigación pertinentes en cada momento. Pero no, no fue posible, y no lo fue porque Ciudadanos, el "monchito" del PP, y los ·"odiados" y tan poco de fiar nacionalistas vascos y catalanes dieron al PP el control de un órgano tan importante como ese y, de paso, la presidencia de la cámara a la inefable Ana Pastor, ligada desde siempre a Mariano Rajoy y casada con un íntimo amigo del presidente.
Lo que quiero decir con esto es que la lamentable actuación de ayer de la presidenta del Congreso, tan arbitraria como carente de autoridad, es, en cierto modo, consecuencia de aquellos aparentemente, pero sólo aparentemente. anodinos votos que Ciudadanos y los nacionalistas entregaron al PP para su elección, Por eso nos cupo asistir, a mí en directo, al lamentable espectáculo, muy de abuela con favoritismos que se apoya en cualquier circunstancia, la edad, el género, que esté malito o no, para negarse a defender al nieto agredido o castigar al agresor.
De Rafael Hernando podíamos esperar y lo esperábamos todo. Incluso dábamos por descontada su alusión a Cuba y Venezuela, para atacar a Podemos, algo que a Podemos "le va en el sueldo" por no haber hecho pedagogía sobre sus relaciones con esos países. Lo que no podíamos esperar es el modo tan forzado en que el diputado alcarreño hiciese un quiebro "con tirabuzón y medio" para defender a sus compañeros presuntamente acusados de delincuentes potenciales, llamando delincuente a Pablo Iglesias por haber usado en, le faltó decir sagrado, nombre de España para ponerse al servicio de dictadores. Y lo hizo él que nada dijo de los negocios de su compañero de escaño hasta hace meses Gómez de la Serna, que hizo otro tanto, exhibiendo no sólo el nombre de España, sino, además, el escaño que por entonces ocupaba en ese mismo Congreso y la laza de embajador de España de su colega de fechorías, Gustavo de Arístegui.
No. Rafael Hernando no tuvo amonestación de le presidente por lo que dijo desde su escaño, pese a que, después de ser preguntado por si quería retirar sus ofensivas palabras, aprovechó el micrófono abierto para rematar con un "cuatro millones de dólares" su ofensa. Iglesias y sus compañeros, al no obtener la palabra ni el amparo de la amiga de Rajoy, abandonaron el pleno en un gesto que, a mi modo de ver, ha sido injustamente criticado, porque, cuando es tan evidente la arbitrariedad y el sesgo de quien debe velar por el equilibrio en la cámara, lo que queda es eso, el recurso al pataleo.
Rajoy lo tenía claro y, por ello estaba dispuesto a hacer cuantas concesiones se hiciesen precisas a los nacionalistas. Tener a una amiga en lo más alto de la mesa del Congreso es como jugar una final con el entrenador de tu equipo como árbitro. Y es que Rajoy ya tiene callo de estar sentado en los escaños de la Carrera de San Jerónimo y, al contrario que sus adversarios, es capaz de ver en perspectiva y, por eso, sabe que merecía la pena la transacción para dar la presidencia a Ana Pastor, porque el que parte y reparte se queda con la mejor parte.

jueves, 27 de octubre de 2016

PONERSE EN RIDÍCULO


Lo peor que puede ocurrirle a quien "se la juega" poniéndose frente a una encrucijada como la que ha tenido hoy ante sí el portavoz socialista Antonio Hernando es confundir el escenario y Hernando ha confundido el escenario porque, quizá embebido aún del terrible debate que ha desgarrado su partido ha dirigido su discurso, más que a la mayoría de los ciudadanos o al candidato al que, finalmente, su partido dejará gobernar, lo ha dirigido a sus compañeros de partido que aún, incluso algunos de los que se sientan en las bancadas de su grupo, no entienden que, por miedo o por egoístas cálculos de futuro, haya que facilitar la investidura del nefasto presidente que los españoles hemos sufrido a lo largo de cinco años terribles.
Y eso es lo que ha hecho el portavoz socialista, único superviviente, quizá, del golpe de Estado de la calle Ferraz. Antonio Hernando les ha contado a sus compañeros de partido qué es y qué ha sido el PSOE y ha pretendido colocar la abstención que propugna en la vitrina de los pretendidos logros del Partido Socialista a lo largo de estos años de democracia, logros pretendidos como el abandono del marxismo, la entrada en la OTAN, la reconversión industrial, la reforma de las pensiones y un largo etcétera de quiebros a los principios socialistas, a los que, según Hernando, el tiempo otorgó la razón.
Pero, además, el portavoz de ha esforzado en dejar claro todo lo que les separa de Mariano Rajoy y la escasa confianza que le merece el Partido Popular vaya, una larga lista, superior incluso a la nómina de desgarros socialistas, de desastres, si no para la nación, sí para sus ciudadanos, en la que no han faltado parados, pensionistas, estudiantes, enfermos, funcionarios y trabajadores de lo público, que han visto mermar sus salarios o sus condiciones de vida, mientras crecían sus impuestos y mermaban los de quienes han convertido la crisis en una tierra de leche y miel en la que pagan peores salarios, despiden con facilidad, multiplican los beneficios y apenas pagan impuestos por ellos.
Ha hecho Hernando un análisis de la conducta del gobierno de Rajoy incompatible con la decisión que finalmente defiende, la de abstenerse. Lo ha adornado, eso sí, con el anuncio de que su partido ejercerá una oposición férrea al gobierno que salga de este debate, con la insinuación de que no van a apoyar a Rajoy en sus presupuestos y con el anuncio de su voluntad de acabar con las leyes que el PP aprobó en solitario o al menos con sus peores efectos. Muy bonito, muy efectista, pero muy poco eficaz, porque Hernando ha subido a la tribuna de oradores con las cartas boca arriba y poco o nada ha intranquilizado a Rajoy, que le ha sucedido en el uso de la palabra, podando todos y cada uno de los brotes de esperanza del árbol de esa frondosa oposición heroica que Hernando cultivaba para sus militantes.
Y es que Rajoy no es tonto. Es muchas cosas y muy malas, pero tonto no es. Por eso no ha dudado en soltarle un "a mí con esas no me vengas", recordándole que tiene en sus manos la disolución de las cortes y que no ha llegado hasta donde ha llegado para dejar que le gobiernen desde el parlamento. Lo único que ha conseguido Hernando es que Rajoy, que ya lo tenía decidido, anunciase, no para el pobre Hernando, sino para los estudiantes y sus padres, movilizados ayer, que las temidas revalidas, por el momento, no tendrán efectos académicos.
Poca cosecha, la de Hernando, para quien, como el, ha subido hoy a la tribuna del Congreso para ofrecer en sacrificio el cadáver desmembrado de su partido. Poca cosecha para quien se ha dejado en el camino el buen nombre y la memoria de un partido que fue distinto en otros tiempos. Demasiado esfuerzo para, al final, ponerse en ridículo.

miércoles, 26 de octubre de 2016

INCOHERENCIAS

Hoy, el día en que toda la comunidad educativa de este país va a ala huelga y se manifiesta contra la ley burla, la ley ofensa, parida por un ministro bufón y provocador, hoy en su retiro dorado en París que pagamos todos los españoles, mientras eso sucede en las calles y las aulas, quien le nombró ministro, Mariano Rajoy,, subirá a la tribuna de oradores del Congreso para decirnos que esta vez va a pensar más en los ciudadanos, para tratar de convencernos, una vez más, de que ha aprendido la lección y que luchará contra la corrupción que le ahoga en los tribunales.
Cualquiera que se asomase esta tarde a las calles de Madrid se asombraría de que a escasos metros de donde se manifiestan profesores y alumnos, muchos de ellos con sus padres, Mariano Rajoy respire tranquilo porque, por fon, se ha salido con la suya y no tendrá que hacer mudanza. Y es que volverá a gobernar este país, porque así lo quisieron más de siete millones de españoles el pasado 26 de junio y porque un PSOE más que dividido se rindió este domingo. de espaldas a militantes y votantes, a los intereses de los de siempre, dando otra vez el gobierno al más impopular de los inquilinos que ha tenido el palacio de la Moncloa.
Cualquiera que se parase a pensar que centenares de miles de estudiantes se han matriculado en el último curso de bachillerato sin saber si tendrán que pasar una reválida, un examen a una sola carta, del que dependerá su acceso a la universidad y quién sabe si, también,, su título de bachiller y, por tanto, su futuro académico y quizá laboral, cualquiera que reflexionase pensaría que no es coherente premiar con otros cuatro años de gobierno a quien ha dejado y deja abiertas esas incógnitas sobre el futuro de nuestros hijos, mientras sigue colocando a sus fieles en puestos seguros, al abrigo de los vaivenes que les pueda deparar la justicia.
Cualquiera que contemplase todo esto con calma, desapasionadamente, no entendería nada, porque lo primero que debe exigir a los demás y debe exigirse a sí mismo cualquiera que se tenga por decente y pretenda que le tengan por tal, es un poco de coherencia, lo primero que se debe exigir es que su mensaje sea el mismo dentro y fuera de los muros de las sedes de sus partidos, en Feraz y en los barrios de cualquier ciudad, en campaña y fuera de ella, lo primero que deberíamos exigir a quienes elegimos para defendernos y para que defiendan nuestros intereses es que hagan precisamente eso, que no se dejen llevar por tacticismos ni estrategias que, poco a poco, les van alejando de nosotros hasta convertirlos, como ha pasado  con Felipe González, en monstruos irreconocibles por quienes una vez les votamos. Cualquiera que asista al triste espectáculo de ver como se fuerza a sus diputados a votar en contra de lo que creen y nos prometieron, bajo la amenaza de sanciones o de desaparecer de unas próximas listas electorales, se iría a llorar o a vomitar a cualquier rincón y renegaría de haber metido aquella papeleta en el sobre.
Pero, por desgracia, la incoherencia no sólo anida en el PSOE y sus votantes, tampoco en quienes se quejan del PP y lo critican en los taxis o en las colas del mercado. También está en quienes pretenden jugar a dos barajas, en quienes entienden que trabajar en la calle es rodear el Congreso al menos una vez al año, en quienes, ante el fracaso, ante la imposibilidad de lograr el soñado asalto a los cielos, se conforman con atrincherarse en la cúpula de su partido, con ser la cabeza del ratón en vez de la cola del león. Deberían dejar de mirar su ombligo, para mirar más por nosotros.
Ese es el gran problema de este país, en el que la hipocresía, la incoherencia y el "todo vale", son bandera de todos y en todas partes. Si todos, especialmente nosotros, nos esforzásemos en cumplir lo que decimo, en actuar de acuerdo con lo que pensamos, en no acogernos a la coartada de las mentiras blancas, en ser, en suma, coherentes, todo y para todos iría mucho mejor.


martes, 25 de octubre de 2016

FUERA MÁSCARAS


Hoy me he propuesto encontrar algo positivo en medio del terrible espectáculo de ver como un viejo partido, con una militancia noble y progresista, querido por muchos, ha sido entregado a los leones del circo mediático, para sucumbir entre las garras de los felones, más preocupados por su futuro y su propia prosperidad que por el futuro y la prosperidad de sus conciudadanos, o, incluso, sus votantes. 
Pues bien, he de reconocer que, no sin esfuerzo, lo he conseguido. Y, por si queréis saber qué es lo que he encontrado de positivo entre tanta tristeza y tanta miseria, os he de decir que esa perla hallada en el muladar ha sido poder comprobar cuántas máscaras han caído en medio de tanto debate y tanto navajazo.
La primera de esas máscaras ha sido, para muchos, la que protegía la honorabilidad de un tan orondo como irascible Felipe González que, hasta hace unos días, parecía estar por encima del  bien y del mal, adorado por los militantes de su partido y por muchos ciudadanos que le dimos nuestro voto, pero, en el fondo, tan soberbio y tan pagado de sí mismo como para tirar la toalla ante un Aznar, al que siempre despreció y apenas tuvo en cuenta, dejándonos, a quienes creíamos en la voluntad y en la capacidad transformadora del Partido Socialista dentro de la izquierda, colgados de la brocha.
Felipe González, que pensaba en un PSOE apoyando al PP, si no gobernando con él, cuando la sola idea de que eso pudiese ocurrir provocaba náuseas en la militancia socialista, no tardó en ver clara la oportunidad de "salirse con la suya" y lo hizo convocando a la Cadena SER -a Felipe González no se le piden las entrevistas, el las concede y, muchas veces, las propone- para explicar a Pepa Bueno lo malo que había sido Pedro Sánchez y lo peligroso que era para el futuro de España el populismo y el independentismo con los que se quería aliar. Y lo hizo tirando la piedra y escondiendo la mano, porque, inmediatamente, se marchó a Chile, desde donde comprobó, con buen humor y mucha sorna, los efectos de su "pedrada".
También se le ha caído la máscara al hasta ahora siempre muy sensato Ramón Jáuregui quien, para justificar la imposición de la disciplina de voto con que se obligaría a todos los diputados socialistas a abstenerse en la investidura de Rajoy, que, más allá de vulnerar el derecho constitucional a no aceptar el voto imperativo del grupo, rechazó también la posibilidad de los diputados de votar en conciencia, porque, dijo, eso sólo es posible cuando se trata de asuntos que afectan a la moral de las personas y que la política se rige por normas y lo que importa son las normas. Todo un decepcionante jarro de agua fría para quien, como yo, creyese que nada puede haber más moral que la política.
Quien no me ha decepcionado ha sido el amargado y mal encarado expresidente extremeño, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, que en su más puro estilo "borroka" arremetió contra Josep Borrell, que se había manifestado por el NO a Rajoy, apelando a su catalanidad, algo que ya tenía suficientemente probado de su etapa en el gobierno extremeño, cuando malmetía en Cataluña para arañar unos cuantos votos en su feudo.
Sin embargo, no hay que dejare llevar por las opiniones de quien, como José Luis Corcuera, no es ya más que un divertimento, si no una coartada de la derecha, en las tertulias televisivas. Ambos están ya de capa caída y buscan los focos, no siempre amigos, porque se creen necesarios y creen que sus opiniones interesan a alguien. Lo verdaderamente deprimente, al menos para mí otra vez, ha sido descubrir a un Eduardo Madina, al que creía sereno, equilibrado y, sobre todo, demócrata, echarse en los brazos de quienes torcieron todo lo que se podía torcer, para acabar con su rival en las primarias en las que fue derrotado, Pedro Sánchez. Su posición, en las votaciones, su fijación con Íñigo Errejón, del que llegó a decir que es más peligroso para su partido que la colaboración con Rajoy, han acabado con la buena imagen que aún tenía de él.

En fin, parece que, a mi pesar, Jáuregui tiene razón cuando dice que la política no se rige por la moral sino por las normas y que algunos políticos las crean, las imponen o se refugian en ellas, para hacer de su capa un sayo. Menos mal que, a veces, su propia ambición y su imprudencia al manifestar en público lo que piensan, sus miserias y sus debilidades, nos permiten verles como realmente son, verles sin máscara. Gente que, no sólo toma decisiones de espaldas a sus compañeros de base, sino que reniega de la democracia y pretende que la abstención sea en bloque, para no verse retratados como cómplices de lo que acaba pasando.

lunes, 24 de octubre de 2016

SECUESTRAR LA DEMOCRACIA


Si alguien nos hubiese dicho hace sólo tres meses que el PSOE haría lo contrario de lo que prometía en mítines y carteles, que taparía la boca a sus militantes, que, como su presunto adversario, el PP, se envolvería en la bandera española para pasarse por el arco del triunfo promesas, pasado y principios, que ignoraría, si no despreciaría, los sentimientos de sus votantes, que conspiraría para acabar con el secretario general elegido por la militancia, sin intermediarios, lo más probable es que le hubiésemos abucheado y le hubiésemos acusado de confundir sus deseos con la realidad. Sin embargo, mira por dónde, los agoreros tenían razón.
Tenían razón, porque hay intereses demasiado poderosos para que este país no llegue ni siquiera a plantearse cambiar el cómodo paso con el que ha llegado hasta aquí desde 1978, porque hay quienes lo prefieren mudo y adormecido, con encefalograma plano, dócil y conformista, resignado, para hacer de él en cada momento lo que mejor convenga a caciques, oligarcas y multinacionales, aunque sea a costa de la felicidad y el bienestar de los ciudadanos. No hay más que ver el desprecio con el que los "nuevos" dirigentes del PSOE han tratado a sus militantes, para imaginar lo que les importamos el resto de los españoles, incluidos los votantes.
No sé qué espera la gestora que, a partir de ahora, hagan los desconcertados y deprimidos militantes del partido al comprobar que, por segunda vez, el aparato del partido tumba a un secretario general demasiado escorado a la izquierda para lo que gustan los !padrinos" de tanto dirigente apoltronado y domesticado por esas grandes empresas, por esos cerebros grises, de aquí o de fuera, paisano o de uniforme, que necesitan dirigentes más preocupados por mantener sus privilegios o por esconder sus trapos sucios que por perseguir y proteger el bien común.
Estoy hablando, por ejemplo, de personajes que, como Felipe González, consienten o callan cuando Gas Natural quiere hollar el paraíso que es Doñana con sus tuberías y depósitos. Estoy hablando de la salvajada pretendida por Florentino Pérez, almacenar gas en el subsuelo de las costas de Tarragona en contra del sentido común y de espaldas a los informes técnicos que no hicieron la ola al proyecto y que acabó provocando numerosos seísmos en toda la zona, hasta el punto de tener que paralizarlo, con el consuelo, eso sí, de que el constructor, pillado en la financiación ilegal del PP, contaba con la garantía, otorgada por el gobierno de Zapatero, de recuperar toso lo invertido y más, a costa de todos los españoles, si la cosa como se predecía iba tan mal como acabó yendo.
Eses es el quid de la cuestión, el truco del almendruco: conseguir gobiernos y también partidos fieles y dóciles, que garanticen sus "negocietes" o, en todo caso, una oposición cómoda y silenciosa como la que Rubalcaba, asiduo del palco del Bernabéu, le hizo a Rajoy, al menos durante los años más duros del ajuste y los recortes.

Por eso no se han parado en prensa a la hora de dinamitar la ejecutiva de Pedro Sánchez, quien, por necesidad o por convencimiento, se atrincheró, con la aprobación de votantes y militantes, en el NO es NO a Rajoy. Por eso han movilizado a la prensa que, como en el caso de EL PAÍS, apoyase sus poco o nada democráticas pretensiones con editoriales infumables que han desconcertado y cabreado a los pocos lectores que aún conservaba. Por eso, las fuerzas más ocultas y siniestras del Estado se han puesto al servicio de un establishment que ha hecho callo en el poder y no está dispuesto a dejar que la voz de los de abajo llegue al congreso con posibilidades de cambiar ese estado de cosas. Por eso, en el PSOE ha habido comportamientos bizarros, cuando no bastardos, por eso han tirado por la borda más de un siglo de tradición y la memoria de los muchos militantes que pusieron a salvo el partido en los peores momentos y que ahora han sido dolorosamente despreciados. Lo que se ha evidenciado en el PSOE no es muy distinto de lo que viene ocurriendo desde hace al menos dos décadas en este país, que se desprecia y secuestra la democracia. Sólo espero que, cuanto antes, esos militantes a los que se ha privado de voz la recuperen para que el PSOE vuelva a ser el partido que fue y que necesitamos.

viernes, 21 de octubre de 2016

POLÍTICA Y SINCERIDAD


Creo que, en la crisis del PSOE, que es algo más, bastante más, que la crisis de un partido ha faltado y falta sinceridad, mucha, por parte de todos. En mí mismo, sin ir más lejos. Y si me falta sinceridad es porque la aversión que ha crecido en mí en los últimos cuatro años, quizá por haberle votado durante tres décadas, me impedía expresar con claridad al temor que también está creciendo en mí a que el gran partido de la izquierda española que ha sido el PSOE pase a ser irrelevante o, lo que es peor, a quedar en manos tan sospechosas como las de Susana Díaz y su orquesta.
Creo que no sería bueno, porque la irrelevancia del PSOE echaría a muchos votantes moderadamente de izquierda en brazos del PP o de cualquier otro partido creado por la banca y el capital especulativo para que defienda sus intereses camuflado en el territorio del reformismo. No sería bueno, porque tal cosa llevaría, además, a una radicalización del electorado para la que, sinceramente lo creo, este país no está aún preparado. Ese es, lo confieso, mi gran temor, porque no acabo de fiarme de la sensatez de algunos líderes de la "nueva izquierda", como Pablo Iglesias.
Siempre he defendido que, socialmente, este es un país si no de izquierdas, sí progresista. No hay más que ver la facilidad con que los españoles han asumido los grandes cambios que, como la aprobación del matrimonio igualitario, afectarían a esa pretendida moralidad conservadora y rancia que siempre se nos había atribuido.
La actitud para con los inmigrantes, para con los refugiados de Siria y otros países martirizados, la tolerancia con las distintas religiones, la normalidad con que, salvo las deshonrosas excepciones, que todos conocemos, se convive con las distintas maneras de vivir la sexualidad de cada uno, en fin, las expresiones del alma tolerante y solidaria que, creo, tenemos los españoles, merecería una izquierda seria y preocupada más que por rencillas internas, por transformar la sociedad y por mantener en pie lo ya conquistado, no una izquierda insensata u otra que camina peligrosamente por el dorado filo que separa los principios de la vida regalada de los poderosos.
Y si esa era la sinceridad que yo os debía, lo que nos deben a todos, votantes y no votantes, quienes acaban de tomar al asalto el poder en el PSOE es que, de una vez se sinceren y dejen claro si todo este daño, tanta decepción y tanta sangre, metafórica, derramada de tantos hermanos merecían la pena por España, los españoles, que no es lo mismo, los militantes o la dirección del partido.
Creo que, quienes desde el PSOE justifican la abstención diciendo que unas terceras elecciones serían algo peor, deberían aclararnos si lo que pretenden con ella es impedir que Rajoy remate su jugada con una mayoría absoluta que hasta ahora le han negado las urnas o si lo que pretenden evitar es que su partido sea superado por Podemos, descendiendo un escalón del que nunca se había apeado desde que recuperamos la democracia.
No sé qué sería peor, un Partido Popular gobernando con una oposición fuerte, en teoría la más fuerte que haya tenido nunca, con un PSOE enfrentado a él y colaborando con Podeos y el resto de grupos o unas nuevas e inciertas elecciones, en las que el PSOE se viese relegado, por su falta de empatía con la calle y por sus propios errores, a dejar de encabezas la oposición. Lo que sí sé es que en absoluto me fío de personajes como Susana Díaz, más, si, como parece, piensa dirigir el partido y el grupo parlamentario desde la sombra, confundiendo la tribuna del Parlamento Andaluz con el de Ferraz y viceversa, del mismo modo que Pablo Iglesias, confunde las necesidades de su ego con las de sus votantes y el parlamento, sus posibilidades y sus reglas, con la calle.
Lo que sí sé es que este país, su gente, no merecen que, aquí, cada uno vaya a la suya, que unos y otros se engañen y nos engañen, confundiendo sus propios intereses con los del partido o los de los ciudadanos. Por eso, insisto, creo que lo más imprescindible, lo que, desgraciadamente, más echo de menos en la izquierda es que unos y otros, especialmente en la izquierda, se digan y nos digan la verdad. Sé que política y sinceridad prácticamente son, en sí, términos antitéticos, pero me gustaría que dejaran de serlo.

jueves, 20 de octubre de 2016

BORROKIZACIÓN


No quisiera pecar de alarmista ni, mucho menos, ser malinterpretado, pero no me puedo callar, no me queda otro remedio que decir lo que siento, que huele muy mal mucho de lo que está pasando en los últimos días. Me explico: parece como si alguien se hubiese empeñado en hacer desfilar ante nuestros ojos la memoria de los últimos cuarenta años y, lo que es peor, parece como si alguien se empeñase en glosar todos estos acontecimientos en beneficio propio.
No me gustan, y ayer mismo lo escribía en este mismo blog, quienes creen que todo puede resolverse en las calles y plazas o, por qué no decirlo, en los pasillos de una facultad. No me gustan, pero mucho menos me gustan quienes se atrincheran detrás de sus micrófonos o sus periódicos para imponer a los demás su pensamiento o para defender su honor, sus intereses o sus negocios, no siempre honrados ni limpios.
Lo ocurrido en la facultad de Derecho de la Autónoma, no puede gustarme, y eso que comparto gran parte de los reproches dirigidos a Felipe González y a Juan Luis Cebrián, especialmente los escritos en la pancarta recogida en la imagen que ilustra esta entrada, en la pancarta, no en el cartel que asoma sobre ella. Uno y otro no pueden negar su relación con los GAL, que al fin y al cabo fue terrorismo de Estado, practicado, como la tortura, bajo el gobierno de González, los papeles de Panamá en los que aparecen las esposas de ambos, el golpe de Estado metafórico dado en la calle Ferraz hace dos semanas, en el que también los dos tuvieron mucho que ver, la manipulación y la censura practicada en los medios controlados por Cebrián, especialmente en el vergonzante episodio de las represalias a quien osó hacerse eco de las informaciones que relacionaban a la cabeza visible de PRISA con los papeles o la operación de acosos y derribo lanzada contra Pedro Sánchez en cuanto pareció posible un acercamiento  a los anatemizados líderes de Podemos, y, claro está, la indiscutible acusación de oligarcas, porque uno y otro, si no poseen grandes patrimonios, que también, sí se manifiestan siempre que pueden en favor de quienes lo tienen.
Eso en cuanto a los incidentes de la autónoma. En cuanto a otro asunto, la paliza propinada el fin de semana en Alsasua a dos guardias civiles y sus novias no puede calificarse más que de lamentable y condenarla sin paliativos, incluso si se atiende a la consideración de imprudente de la presencia de los guardias en un bar y en un ambiente claramente hostil. No hay justificación para tal muestra de odio, como tampoco la hay para las frecuentes peleas de fin de semana en cualquier de este país, en las que una mirada, una indumentaria, un color de piel o un acento les bastan a unos cuantos descerebrados para sublimar sus frustraciones en puñetazos y patadas.
Me da la impresión que uno y otro asunto se han sobredimensionado, poniéndolos en relación tanto con ETA como con Podemos, aprovechándolos para pintar un paisaje de crispación en el que resulte fácil justificar algunos comportamientos dudosamente democráticos, criticados por la tercera fuerza en el Congreso que, según las encuestas, hoy, en unas elecciones, podría pasar a ser la segunda,
Me temo que estamos asistiendo a una borrokización generalizada, no porque se repitan las protestas ente los CIE, los desahucios, en las universidades o donde sea, sino porque, siguiendo la estrategia señalada en su día por Cospedal, Hernando y otros agitadores del PP, todo lo que ocurra se asociará con esa ETA que hace cinco años dejo de ejercer la violencia, salpicando de paso al partido que ha plantado cara al nefasto bipartidismo que tanto daño ha hecho a este país.
Llamar fascismo a lo que siempre ha existido en la universidad, acusar a Podemos de fletar autobuses para boicotear a Cebrián y González  o decir que los que dieron la paliza a los guardias en Alsasua son los mismos con que quiere formar gobierno Podemos, decirlo con el gesto crispado y con la boca torcida, como hizo ayer un colaborador de cuyo nombre no quiero acordarme del programa de Susana Griso, tan exagerado y fuera de lugar que la misma Griso le reprochó su actitud, eso no es más que hacer prensa borroka, contar las cosas para sembrar el odio y el miedo que haga a la gente más fácil de manipular. En suma, borrokizarnos y hacerlo para su propio beneficio.
Espero haber sabido explicarme

miércoles, 19 de octubre de 2016

LO QUE NOS ESPERA

Lo de ayer en el Congreso fue sólo una muestra, un adelanto, de lo que va a ser la legislatura si, finalmente, los diputados del PSOE, todos o unos cuantos, en libertad u obligados, permiten con su abstención que ese animalillo que avanza sin moverse -lo más sensato que ha dicho Felipe González desde hace tiempo- sigue atrincherado en su madriguera del Palacio de la Moncloa.
Nos espera una oposición unida, aunque no siempre, enfrentada a un gobierno que tendría que dar marcha atrás en todos sus abusos de la pasada legislatura, pero un gobierno que se va a proteger con todas las marrullerías a su alcance, marrullerías entre las que la principal va a ser el veto o el recurso al Tribunal Constitucional, que no es otra cosa que parar el reloj, detener el tiempo a su favor, porque no es precisamente tan alto tribunal un ejemplo de agilidad ni, mucho menos, oportunidad.
Es triste, pero es así y, para llevar a cabo su estrategia defensiva, contará con el apoyo inestimable de Ciudadanos que, en todo lo que tenga que ver con el poder económico, en todo lo que huela a dinero, se cerrará en banda, prietas las filas, para defender los intereses de los suyos, que, por desgracia, no son, precisamente, sus votantes.
En frente, tendrán a "la izquierda". dividida en dos grandes partidos, PSOE y Unidos Podemos, divididos a su vez por las cicatrices de las guerras abiertas en uno y otro. Por un lado, el PSOE que aún tiene pendiente el congreso que decida quien será su próximo secretario general y, sobre todo, de qué color es su alma, roja como su bandera o rosa desvaído o, quizá, más bien tirando a naranja. Un futuro en el que habrá que tener muy presente cómo quedan quienes más se han significado en la defensa de la no siempre deseada consulta a la militancia. Una prueba evidente de la importancia que tendrá en el futuro del partido de Ferraz la calle a la que fue tan sordo en momentos tan trascendentales para este país como aquella primavera del 15-M que tanta esperanza nos trajo a algunos.
No pretendo, es evidente, que el PSOE salga a la calle, donde estaba cuando yo le conocí, sólo que la escuche. Y que lo haga de una manera sensata, sin dejarse impresionar por el griterío de algunos, porque la calles también es manipulable, mucho más, incluso, que los parlamentos. Me refiero, no a la calle que se manifiesta, sino a la calle que trabaja en la solución de sus problemas, la que defiende lo que es suyo y le quieren arrebatar o la que lucha por conseguir lo que le niegan.
Y aquí llegamos al otro gran partido de la izquierda, con el alma dividida también, entre la serenidad y la mirada larga de Íñigo Errejón y la testosterona de Pablo Iglesias, que conoce perfectamente sus límites y querría sacar el parlamento a las plazas, olvidando que en las plazas no caben todos y que desde las plazas no se puede hacer todo. Tan sencillo como que Iglesias quiere mantenerse en el escenario que domina, en el que su tono mitinero y redentorista funciona. alejado del debate sereno, en el que no se mueve bien, en el que no da bien en los telediarios, porque s ele ven demasiado las prisas y las carencias.
Espero que también Podemos resuelva sus conflictos de identidad, porque no me gustaría tener que ver a Errejón sobreviviendo a duras penas en la selva de Bolivia. Esperemos que Podemos llegue a entender que Pablo Iglesias, él nunca se dará por enterado, ya no es el líder indiscutible que abrió una vía de esperanza a los españoles. Esperemos que Podemos se libere del aparato que controla Iglesias con mano de hierro y aflore la inteligencia y la serenidad que tan necesaria va a ser en estos tiempos.
Mientras tanto, los que nos espera es Rafael Hernando para Rato.

martes, 18 de octubre de 2016

EL PODER Y LA LÓGICA


No hace aún una semana, me escandalizaba ante la actitud de determinada prensa y la de bastantes opinadores, para los que la declaración de Francisco Correa en la vista oral del juicio a la trama Gürtel exculpaba a Mariano Rajoy de la misma. Recuerdo que escribía que bastaba con seguir las hebras que el principal acusado había dejado al descubierto al hablar de actividades de la trama en Valencia y de determinados ministerios que adjudicaban obras y contratos previa mordida. Para mí, como, supongo, para muchos ciudadanos, está claro que, de la declaración del gestor de la trama que otros dirigían o, al menos, aprovechaban, se desprenden elementos suficientes como para, tal y como he escuchado en tantos juicios, deducir testimonio y abrir nuevas diligencias.
Lo mismo que yo pensó la acusación encabezada por el abogado Benítez de Lugo, que no tardo en pedir que fuesen llamados a declarar Mariano Rajoy, varios de sus ministros y los responsables de las constructoras citadas por Correa, entre ellos, el galáctico Florentino Pérez y el filo popular Villar Mir.
Pero, señores, parece que lo que es evidente y lógico en la calle no lo es puertas adentro del tribunal, que lo que es flagrante para la gente de a pie deja de serlo para quienes se visten la toga.
Finalmente, los magistrados optaron por no atender la petición de la acusación, remetiendo en el tejido de la trama esas hebras que el acusado había dejado al descubierto para quien quisiese tirar de ellas. Mal asunto para quienes aún creemos en la justicia, comprobar que algunos jueces prefieren la tranquilidad de una carrera bien encaminada a los quebraderos que conlleva una actitud valiente, por no decir decente, como la que tuvo en su día el hoy represaliado Baltasar Garzón.
Es triste, pero es así. Lo que es lógico y evidente en la calle no lo es allá donde habita el poder, sea éste el de quien decide sobre vidas y haciendas o el que reciben por periodos de cuatro años aquellos en quienes confían los ciudadanos, para que gestionen su bienestar y su futuro. Es triste comprobar que quienes suben un escalón, por pequeño que sea, olvidan de inmediato a quienes quedan abajo, en la calle y, lo que es peor, cierran sus ojos y sus oídos a cuanto pueda venir de ella.
No hay más que ver en qué manera está resolviendo, es un decir, la gestora del PSOE la tremenda crisis abierta en el partido por la impaciencia de quienes en él sirven a los inconfesables intereses de las grandes empresas o los no menos siniestros de quienes estando en teoría al servicio de todos los que pagamos nuestros impuestos, en este asunto, han trabajado sólo para una parte, la más alejada de los intereses de los de abajo. Pero, si, además, buscamos a alguien tan taimado y ambicioso como Susana Díaz, capaz de poner patas arriba un partido de más de un siglo para cumplir con su objetivo, aunque sea costa de convertirse en la marioneta de otros más taimados y ambiciosos que ella.
Ella, que acompañándose de los correspondientes mohines se llenó la boca de palabras como unidad y se ofreció para recoser lo que ella misma había desgarrado, no ha parado en prendas a la hora de enfrentarse y someter a quienes no comparten sus planes y prefieren poner a salvo lo que queda de la dignidad de un partido que se ha dejado mucha sangre, mucho dolor y mucha cárcel para llegar a ser lo que es y lo que ha sido.
A Susana Díaz y sus "mariachis" de dentro y fuera del partido no les importa lo que pueda ocurrir de aquí a unos años. Sólo viven el presente, sólo les preocupan las prisas por poner a salvo los negocios y las relaciones que un posible fin del cómodo statu quo en que ha vivido pondría en peligro.

En fin, está claro que nuestra lógica tiene poco que ver con la de quienes, con o sin urticaria, tocan poder.

lunes, 17 de octubre de 2016

NO ES NO, COMPAÑEROS


No lo puedo remediar. Escuchar a Fernández Vara pontificar sobre lo que debe hacer el PSOE en la investidura de Rajoy y escuchar, además, que es el único dirigente socialista que se ha mantenido en la coherencia, me pone de los nervios.  No lo puedo remediar.  Tener que aceptar ese marchamo de sinceridad y decencia para quien hace no tanto se deshizo en críticas a aquellos díscolos diputados de la Izquierda Unida extremeña que se abstuvieron para dar el gobierno a Monago, mandándole a la oposición, se me hace insufrible.
Recordaba y, por si me quedaba alguna duda, acabo de escuchar aquellas palabras suyas en las que negaba legitimidad a aquellos diputados para hacer oposición a Monago, por haber facilitado su llegada al gobierno. Precisamente, lo que él pretende que hagan sus compañeros en el Congreso. Escuchándole, no puedo más que acordarme de Groucho Marx y su teoría de los principios "tengo estos, pero, si no le gustan, tengo otros. Fernández Vara me parece un trilero de la peor calaña, al que nunca le ha importado -lo aprendió de su antecesor Rodríguez Ibarra- hurgar con su palo en el avispero catalán o en el vasco, a sabiendas de que sus soflamas patrioteras y simplistas acarraban votos extremeños a su graneo, a expensas de sus compañeros del PSC o del PSE.
No me fío de los miserables y Fernández Vara me lo parece. Estoy seguro de que piensa más en su futuro, en su futuro pequeño en Extremadura, que en conseguir que su partido, el PSOE, se siente por fin en el diván para decidir si su alma y sus principios coinciden con los de la gente de la calle, los que sufren las consecuencias de la corrupción y la codicia del capitalismo y quienes lo defienden o, por el contrario, prefieren alinearse quienes se sientan en los consejos de administración, ciegos y sordos al dolor y las dificultades de la gente.
Por si acaso, Fernández Vara huye de como de la peste de cualquier cosa que huela a consulta a las bases, a democracia, Dice que cuando se consulta a las bases "se pierden los matices" y es que, claro, personajes como él viven instalados en los matices, viven de la ambigüedad y en el caciquismo de creer que gran parte de que los de abajo no piensan y, si piensan, nada importa lo que piensen.
Fernández Vara nada que ver con su compañero Miquel Iceta, recién elegido primer secretario de los socialistas catalanes, un partido que le ha ratificado en su puesto después de anunciar, como hizo su rival, Núria Parlón, que mantendría su intención de votar no al apoyo a Rajoy en el Comité Federal a celebrar aún sin fecha. Toda una lección, ésta sí, de coherencia frente al "culebreo" de la gestora y gran parte de la aristocracia socialista. 
Ahí radica la enfermedad del PSOE en esa aversión a la democracia sin filtros, al conocimiento de lo que realmente piensan las bases en cada momento. Tanto es así, que los dos ganadores de las únicas primarias celebradas en el partido, Borrell y Sánchez, acabaron renunciando después de haber sufrido durante meses el acoso del aparato del partido. A los barones no les gusta, les da pereza, enterarse de lo que piensan sus bases. Prefieren dirigir el partido como un obispo dirige a las parroquias de su diócesis, condenando a las tinieblas exteriores a quienes osan levantar la voz contra sus "pastorales".
No quieren saber lo que piensan de la abstención y prefieren hacer caso de encuestas tan sesgadas y contradictorias como la que ayer publicó EL PAÏS en la que la respuesta ante cuestiones parejas no guarda ninguna coherencia. Y me refiero a que, según sus datos, son más los votantes socialistas que no quieren que gobierne Rajoy que los partidarios del NO. Será porque, como escribió con sorna un usuario de Facebook en mi muro, se trataba de una encuesta de EL PAÍS para Metroscopia.
No sé qué va a pasar de aquí a que se celebre el Comité Federal. No sé cuánta sangre va a correr ni cuántos vana a ser los desgarros. Sólo sé que, si se hace caso a Fernández Vara, el PSOE va a tener las manos atadas para ejercer la oposición, porque será poco más que un animal domesticado a palos y con todos sus dientes limados.
Estoy con Miquel Iceta quien recordaba estos días que el PSOE resurgiría de un mal resultado si se llegan a celebrar las terceras elecciones y en que lo que no está tan claro es que los votantes del PSOE tardarán en olvidar que, con su voto, se facilitó un nuevo mandato de Rajoy. De momento, el NO a Rajoy sigue vigente y, para cambiarlo, la aristocracia de Ferraz está sembrando el camino de cadáveres. Por eso, consuela la coherencia de Miquel Iceta y su rival en el congreso del PSC, que han reafirmado y gritado a los cuatro vientos que "NO es NO, compañeros".

viernes, 14 de octubre de 2016

PASÓ HACE AÑOS...


A veces pienso, que me perdonen mis viejos compañeros y los que hoy les han tomado el relevo, que el PP, en lugar de gaviotas o lo que quieran decir que son las aves carroñeras que les representan, lo que tiene es un ejército de loros que se despliega para aterrizar sobre los hombros de quienes han de escribir sobre él, loros disciplinados y bien aleccionados que instruyen y aleccionan a los periodistas sobre lo que debieran ver en lo que en realidad están viendo.  
Ayer, el mecanismo funcionó a la perfección, al menos por unas horas, porque se repitió hasta la saciedad que Correa, con su declaración, estaba exculpando a Rajoy, algo que me dejó perplejo y que un análisis más minucioso y menos interesado de las palabras  del mafioso ejecutor de las órdenes de la no menos mafiosa dirección del partido al que servía deja claro que no es cierto, porque el discurso de Correa, muy medido, deja innumerables hebras de las que tirar para poner al descubierto toda la trama, en Madrid, en Valencia y en todas partes.
Los delitos de los que habló ayer y seguirá hablando hoy Francisco Correa no fueron cometidos en desiertos remotos ni en montañas lejanas, lo fueron, en su mayor parte, en la sede del PP en la calle Génova, 13 de Madrid, lugar donde tienen despacho todos los dirigentes importantes del partido y por cuyos pasillos circularon aquellos sobres tan comprometedores y de origen tan incierto, de los que más de uno fue a parar al bolsillo del propio Rajoy.
Lo que está haciendo Correa, con la innegable connivencia de la fiscalía es descender a las cloacas del PP, señalando el camino a quienes le siguen, aunque iluminando sólo al frente, por lo que se hace necesario que acusadores y periodistas escudriñen en todos los rincones por los que este "Don Vito" que no lo es, porque obedecía órdenes y servía a unos intereses muy claros, ha pretendido pasar como sobre ascuas.
Correa señaló al PP valenciano, responsable en gran medida del afianzamiento de Mariano Rajoy en la presidencia del partido, como un lugar a investigar, pero también citó claramente actividades para las que era necesaria la concesión o el contrato del gobierno, que, según él, se otorgaban a cambio de comisiones y mordidas. Bastaría con cotejar fechas y cargos, para, tirando del hilo apropiado, sacar la correspondiente ristra de chorizos.
En mi opinión, Rajoy, que ha pasado por varios ministerios, que se ocupó de campañas electorales y que ha tenido siempre cargos en el partido, en absoluto queda a salvo de las acusaciones de Francisco Correa, como tampoco queda a salvo José María Aznar, presidente del partido en los tiempos en que Correa aterrizó en Génova, de la mano de Alejandro Agag, el que llegaría a convertirse en yerno de tan siniestro personaje en la no menos siniestra boda de El Escorial. Basta con mirar desde abajo, con dejarse llevar, no mucho, sólo lo suficiente, del resentimiento de quien ha visto hundirse su país en manos de tan ilustres corruptos.
Por eso me enciende la sangre el silencio vergonzante e hipócrita del falsario Albert Rivera. Por eso me llevan los demonios cuando escucho decir al presidente de la gestora del PSOE que todo lo que estamos oyendo, esa basura, esa delincuencia de cuello blanco, ese tres por ciento de sobrecoste en todo lo que contrataba la administración, las administraciones, no debe ser una barricada que impida hablar a los buenos con los malos. Por eso me revienta escuchar a la Dolores Cospedal decir que eso pasó hace años o a Pablo Casado decir que él estaba en COU, como si uno y otro no hayan disfrutado de los resultados de toda esa trama mafiosa que, ayer, Don Vito puso al descubierto con la naturalidad del que habla del tempo en un ascensor.
Pasó hace años, pero sigue pasando, y, si el país está como está, si los corruptos se siguen dando por absueltos porque les votan, es porque todo ese dinero que era nuestro y nos robaron, ha servido para tomar ventaja sobre otras fuerzas políticas y porque, con él, se han callado bocas y se ha engrasado la maquinaria de engañar.
Pasó hace años, pero sigue siendo un crimen y lo tienen que pagar.

jueves, 13 de octubre de 2016

FIESTAS Y DESFILES



Quienes somos o hemos sido periodistas sabemos o deberíamos saber que disfrutamos de un privilegio muy especial, un privilegio que no es otro que el de ser testigos, ser público, de acontecimientos y espectáculos sin ser percibidos, mucho menos contabilizados, como partidarios o entusiastas. Fue gracias a esa circunstancia como pude asistir a uno o dos, de los desfiles de la "fiesta nacional", e, incluso, en una de esas recepciones "en palacio", en las que tradicionalmente se juega a que los periodistas preguntamos y los políticos nos contestan, sin cámaras ni micrófonos, lo que obliga a los interrogadores a consensuar las respuestas.
Recuerdo que aquel día nadie me advirtió o yo no fui consciente de que iba a entrar en ese palacio junto al que había jugado algún domingo de niño, en los hermosos jardines de Sabatini. Así que me presenté en aquella recepción tal y como he escuchado esta mañana a Manuel Jabois que se presentó él, de paisano. No sé cuál fue su indumentaria, sí recuerdo que la mía consistía en unos pantalones vaqueros y una camisa floreada, de esas que acostumbraba a llevar por aquel entonces. Y, también, como él, recuerdo de aquel día lo mullido de las alfombras, lo difícil que es caminar sobre ellas y la sensación, acrecentada desde entonces, de que no debía fiarme de quien camina a mi lado sin hacer ruido.
No sabría decir en qué año ocurrió. Sí recuerdo a Felipe González en la recepción, ejerciendo aún de presidente y a un José María Aznar que, ya entonces, concitaba más interés que el hoy jarrón chino, entonces como siempre desganado socarrón y un tanto distante. Lo cierto es que, a pesar de los malos augurios durante la parada en la plaza de armas del palacio, nadie puso peros a mi "indumentaria" t que, aunque, con mis flores, me sentí un poco extravagante y fuera de lugar, todo transcurrió a las mil maravillas.
Tampoco recuerdo cuál fue la frase enigmática de aquel año, porque cada año hay en esas recepciones una frase enigmática, pronunciada por alguno de los asistentes en cualquier corrillo de los que los políticos forman con la prensa, corrillos en los que las más de las veces se deja caer una bomba de mano para, desde lejos, ver como estalla en titulares al día siguiente. No recuerdo cuál fue la de entonces, pero, sin haber estado allí, estoy seguro de que la frase de ayer fue la que "soltó" el muy barón García Paje sobre su ex secretario general, augurándole informaciones peligrosas, un dato que, aún en nebulosa, vendría a conformar la teoría cada vez más extendida de que, en la crisis que ha acabado con el PSOE que habían elegido los militantes, hay actores ocultos con buena información que, sin ser periodistas, han hecho su profesión de recopilarla y administrarla. Habrá que esperar para ver el fogonazo, pero me temo que, sea lo que sea, les es más útil a los ya aludidos como garantía del silencio o la docilidad de Sánchez.
Eso en cuanto a la fiesta. En cuanto al desfile, triste y deslucido, bajo la lluvia impenitente de ayer en Madrid y pobre de público como pocos, apenas acudieron los entusiastas de siempre, familiares y amigos de los soldados que desfilaban, fue un poco como todos, una exhibición de símbolos que, al final, no son los símbolos de todos, lleno de escombros del nacional catolicismo y convertido en un terrible recordatorio de dolor y muerte. Tanto, que sigo sin explicarme por qué, más ahora, en época de crisis, pero para siempre, no se reduce, si es que realmente hay que mezclar uniformes y fiesta, no se reduce a un acto mucho más barato, más sencillo y sin público.
Del otro desfile, del de autoridades, me quedo con la imagen del pobre Antonio Hernando, el encargado de comerse el marrón de defender la abstención que, como en una metáfora, tuvo que presenciar la parada entre los portavoces del PP y Ciudadanos que, más que protegerle bajo sus paraguas, los escurrían sobre él.
En fin, fiestas y desfiles... para los de siempre.


martes, 11 de octubre de 2016

DEPRISA, DEPRISA


Dicen de Javier Fernández, el presidente de la gestora que se ha hecho cargo del PSOE tras la forzada dimisión de Pedro Sánchez, que es un hombre calmado, justo y equilibrado. Calmado quizá lo sea, pero, en cuanto a las otras características señaladas, no puedo olvidar que Susana Díaz, la jefa, en el sermoncillo que "soltó" a los suyos en Sevilla, horas antes de su asalto a Ferraz, señaló al que iba a ser el gestor de todos los socialistas, recordando la historia de amor de sus padres, que se conocieron en un campo de concentración antes de casarse y tener un hijo que acabaría siendo presidente de Asturias.
No me puedo olvidar de esas palabras, porque dejaban claro que el aparato que se esconde tras la presidenta andaluza ya le había bendecido con su predilección para el trabajo sucio, no puede ser considerado de otra manera, de torcer la voluntad de votantes y militantes socialistas, para acabar dejando paso libre a Rajoy, el presidente de los recortes y de la brecha social, para un nuevo mandato en la Moncloa.
Y doy fe de que lo está cumpliendo, porque, con ese "manejo de los tiempos" tan propio, dicen, de Mariano Rajoy, está diluyendo, o al menos eso intenta, el debate entre las bases socialistas, bajando la presión, poniendo al partido, como se hace con una olla a presión demasiado caliente, bajo el grifo del tiempo, para poder servir el cocido de la abstención en la mesa de la investidura en el momento más apropiado, no vaya a ser que los nuevos gestores del partido se encuentren con la sorpresa de unos garbanzos deshechos o, por el contrario, demasiado duros, tanto que, como en el comedor de un colegio, acabasen sirviendo de munición para las peleas entre compañeros.
Estamos a veinte días de saber si, finalmente, se celebra la investidura y Rajoy sale de ella presidente o si, por el contrario, se convocan nuevas elecciones. Lo malo es que en esos veinte días pueden pasar y están pasando muchas cosas, dentro y fuera de los tribunales. Está pasando, por ejemplo, que desde Europa ya no se cortan en criticar al gobierno "amigo" de Rajoy, por su desidia a la hora de presentar los presupuestos, ahora que con un PSOE cautivo y derrotado, el asunto es más del PP que nunca, o por sus promesas huecas y sus compromisos incumplidos a la hora de combatir la corrupción tal y como le exigen las reglas de convivencia en Europa.
Estamos a veinte días de que acabe el plazo y, en la Audiencia Nacional, nada, salvo la petición más que utópica de dos de las acusaciones para llevar al propio Rajoy ante los magistrados, nada, ha salido al gusto del PP. No se ha anulado el proceso, se le mantiene como acusado, no se deriva la culpa a las agrupaciones locales que actuaban como recaudadores y, a partir de hoy, comienzan a declarar los testigos que más tienen que ganar si se avienen a colaborar con el tribunal, revelando aspectos ocultos del caso.
Por si fuera poco, ayer, el diario EL MUNDO publico el manual de instrucciones para concejales corruptos, distribuido por el PP entre sus representantes municipales, para disimular los donativos irregulares sin despertar el celo del de por sí poco celoso Tribunal de Cuentas. Todo le viene mal al PP. Todo le está levantándole las alfombras, dejándole desnudo, no ante sus votantes, a los que ya tiene "en el bote", sino ante los votantes y militantes del PSOE, pero, sobre todo, ante los diputados que han de decidir con su voto en el Pleno si se deja gobernar o no a Rajoy.
Javier Fernández está empeñado en camuflar el dilema que existe entre la abstención o el NO, para dejarlo en abstención o hundimiento electoral. No quiere y lo rehúye, el debate interno, por eso no quiere a los barones reunidos y los ha convocado de uno en uno. Y, todo, dejando correr el calendario para que no se pueda resolver el dilema poco a poco y la decisión tengan que tomarla los diputados en apenas unas horas, deprisa, deprisa.

lunes, 10 de octubre de 2016

TRUMPP


Si algo me fascina de la fascinación que muchos, demasiados, votantes estadounidenses sienten por Donald Trump es la evidencia de que su ídolo les insulta, les desprecia y les roba, apropiándose, de la parte de las ganancias de sus negocios que debería acabar contribuyendo al bien común a través de los impuestos. Si algo me fascina de esta relación sadomasoquista, este amor de "portero de noche" entre víctimas y verdugo, que lleva a quienes una y otra vez son despreciados por Trump a elegirle, abrigando quizá la esperanza de llegar a ser como él alguna vez o proyectando sobre esa figura tan despreciable sus no pocas frustraciones.
No menos me sorprende escuchar a algún que otro periodista que se tiene por entendido en todo lo que tenga que ver con los Estados Unidos y atribuye su "ciencia" a sus largas estancias en Miami, como si cualquier extranjero, por haber vivido en Marbella, se sintiese con derecho a interpretar el laberinto de la política española.
Y, sin embargo, los hay. Sin embargo, hay quien con la boca pequeña o con sus silencios justifica a quien se convertiría en un peligro, peor aún que lo fue el segundo de los Bush, para la estabilidad de la ya de por sí inestable paz mundial. Hay quien, cuando le piden opinión sobre Trump, se refugia en las críticas y el desprecio al origen "aristocrático" de Hilary Clinton o, incluso, a su cualificación", tan distinta del gañán millonario y sin escrúpulos que es Donald Trump, para no mostrarnos el egoísta conservador que llevan dentro.
Con Trump pasa en los Estados Unidos lo que aquí con el PP. Son demasiados quienes, para no tener que retratarse, escurren el bulto de su egoísmo insolidario y justifican con su silencio cómplice todas las tropelías cometidas aquí por el partido en el gobierno. Son demasiados quienes critican los más que criticables ERE irregulares de Andalucía, porque, hacerlo, allana el camino al partido que cree el suyo. Con Trump ocurre en Estados Unidos ocurre lo que aquí en España, donde hay demasiada gente que vota al PP, pero disfruta de la libertad que han traído otros, hay demasiada gente que nunca va a misa, pero se casa ante el altar, pero bautiza a sus hijos, Demasiada gente, en fin, que esconde la mano cuando tira la piedra.
La desgracia, el mal de este siglo, es que Trump y el PP se parecen en exceso a ese modelo de país que los estadounidenses y los españoles creen que son Estados Unidos o España, un modelo que ha crecido porque nadie, ni los Clinton ni el PSOE cuando estaba en el poder se han esforzado en cambiar. Un país acaba siendo tan garrulo como sus gobernantes o sus medios de comunicación quieren que lo sea. Y, por desgracias, demasiado a menudo lo quieres garrulo.
Donald Trump es un tipejo zafio con instinto suficiente como para identificar en cada escenario los fantasmas y los enemigos de su audiencia y construir con ellos el eslogan con el que ganárselos. El candidato republicano es poco más que un matón lleno de suficiencia que ya no escucha a nadie y que, si algo o alguien no lo remedia, puede acabar en la Casa Blanca.

El PP, lleno de Ratos, demasiados Trillos, Fabras y Florianos, tiene mucho de Trump y, entre sus votantes, hay mucha gente a la que le gustaría una tarjeta black con la que irse "de putas" o "ponerse hasta el culo" de los manjares y las copas que nunca pagaría con su dinero.  El PP, como Trump, vive de la incultura y el egoísmo de demasiados españoles.

viernes, 7 de octubre de 2016

SI CREYESE EN DIOS...


Si creyese en dios, en cualquier dios, pensaría que lleva semanas enloquecido, enloqueciendo a los hombres, empujándoles, como a escorpiones en un círculo de fuego, a suicidarse, a hacerse daño a sí mismos y a los suyos. Si creyese en algún dios, cualquier dios, me preguntaría qué hemos hecho los españoles, para merecer este castigo que, una y otra vez, nos auto infligimos en las urnas.
Si creyese en dios, en algún dios, pensaría que Podemos, la esperanza del progresismo indignado, me preguntaría qué le ha hecho o que puede hacerle Podemos a ese dios, para temerle tanto. Si creyese en un dios, lo querría justo y bondadoso, no así de cruel con los niños que andan estos días confesando sus penas y las de sus padres, que son muchas, a la Cruz Roja. Si creyese en ese dios, que soy incapaz de imaginar, le pediría que no consintiese que esos niños se fuesen a la cama sin cenar, que pasasen frío o que tuviesen que irse a vivir a casa de sus primos, porque su casa, la casa donde jugaban en el bloque donde tenían sus amigos, se la ha quedado un fondo buitre que ha contratado al hijo de una alcaldesa que, desganada, va del jakuzzi al velatorio de unas jóvenes, apenas unas niñas, y del velatorio, después de hacerse las fotos, vuelve al jakuzzi.
Si creyera en dios, que no creo, le rezaría para que, quienes podrían haberse visto en la piel de los padres de esas niñas, no hubiesen vuelto a votar al partido de las siniestras gaviotas ladronas. Si aún pudiese creer en dios, como, de niño, me hicieron creer que creía, le pediría que me explicase por qué para la derecha resulta tan fácil ponerse de acuerdo, mientras en la izquierda, cuanto más cerca tienen poder, cuanto más al alcance de su mano tienen la fuerza precisa para transformar la sociedad, más se aplican en desperdiciar tal oportunidad.
Si creyese en dios, en cualquiera, antes de irme a dormir le rezaría para que las luchas internas no se cebasen, a costa de desanimar a sus votantes, en dividir y desinflar partidos que, aún hace un año, eran la esperanza de tantos. Si creyese en dios, si considerase posible hablar con él, le preguntaría por qué propició y consintió el tremendo espectáculo del pasado sábado y los días precedentes, en el que, sin llegar a las manos, como los eurodiputados del Ukip, los dirigentes socialistas españoles, de espaldas a sus militantes, dinamitaron un partido de más de un siglo, para impedir que el NO de sus diputados impidiese a Mariano Rajoy, tan cruel como impasible, seguir en La Moncloa, rompiendo con sus principios y, lo que es peor, con la lógica trayectoria de un partido que se dice de izquierdas.
Si pudiese creer en ese ser superior del que tanto me han hablado, supondría que algo debe saber, para consentir que los hombres, los hombres solidarios, los hombres de la izquierda, hayan reventado, como lo han hecho, el globo de nuestros sueños.
Pero no creo. Por eso me veo obligado a razonar, a buscar explicaciones para algo tan sin sentido, tan extraño y tan doloroso. Y dándole vueltas y vueltas, preguntando aquí y allá, llego a conclusiones, no sé si acertadas o no. Y todas me llevan a lo mismo, a que, de ninguna manera, en España, tampoco en Europa, por muy al sur que sea, quienes tienen tantas cuentas pendientes con la Historia, quienes han causado tanto daño, tanto sufrimiento, pueden consentir que el domesticado PSOE se eche al monte, de la mano de podemos y "separatistas", para exigirles que las salden.
Es entonces, cuando pienso que, puesto que dios no existe, los deudores saben que no habrá perdón para ellos y mueven todos los hilos a su alcance. Y, de todos, el más poderoso, como siempre, es el de la información. No la que se lee en los periódicos, que también, sino la que se asministra, la que se tiene y no se usa contra quienes tienen el poder de decidir o el de convencer a quienes deciden. Y los demás, tontos útiles.
En fin, como no creo en dos, para explicarme algunas cosas, no me queda más remedio que creer en los servicios de información.

jueves, 6 de octubre de 2016

LAS PUERTAS GIRATORIAS JUDICIALES DEL PP


Lo que sentí ayer, al enterarme de que el PP pedía la anulación del juicio recién abierto por la trama Gürtel, fue una mezcla casi perfecta de sorpresa, indignación y vergüenza. Una sensación de hastío, asco y cansancio, al comprobar que quienes gobiernan, aunque sea en funciones, y pretenden seguir gobernando este país se creen por encima del bien y del mal, están tan seguros de su impunidad que no les importa volcar los cubos de la basura -habría otra forma aún más cruda de decirlo- sobre la justicia y, de paso, sobre todos nosotros.
La sensación que tuve es la de que este país se ha quedado huérfano de defensores, con un PSOE de rodillas y a sus pies, descuartizado y malamente recosido, un partido-esperanza, Podemos, desquiciado en su esquizofrenia, vendiendo una y otra vez las pieles de osos que aún no ha cazado, y una prensa esclava de sus amos, que no son otros que los fondos de inversión que les rescataron de la resaca de sus borracheras multimediáticas. Y, ya se sabe, el dinero siempre se coloca de la parte del dinero.
No me gusta lo que veo y no me gusta lo que siento. No me gusta esa soberbia ciega de quienes nos quieren llevar a unas terceras elecciones a la espera de mejorar su botín, como tampoco me gusta la arrogancia de quienes creen que se harían con los despojos de un PSOE descuartizado, sin pensar que la alternativa elegida por la mayor parte de los disconformes y decepcionados suele ser siempre la abstención.
Con este panorama y ante la perspectiva de que del juicio por el caso de corrupción más grave que ha llegado a los tribunales en este país, salgan condenas para algunos de sus dirigentes sentados en el banquillo o que haya encausados que quieren mejorar su condición recelando la parte de la trama aún oculta, el PP ha tirado de manual y, abusando del carácter garantista de nuestras leyes, pretende irse otra vez "de rositas", como ya se fue de rositas hace dos décadas, en el "caso Naseiro", después de que todos conociésemos la transcripción de unas conversaciones grabadas a un concejal valenciano, en la que se repartían, tan obscenamente como años después lo haría Alfonso Rus, las mordidas y comisiones cobradas a constructores y contratistas.
Pretenden que, como los tres monos sabios de la mística japonesa, después de ver y oír, sigamos con la boca cerrada y aceptemos la triquiñuela de su defensa, ejercida por el letrado Jesús Santos, que ayer pidió la anulación del juicio, alegando que las escuchas autorizadas por Garzón, pero solicitadas por los fiscales y la policía, a los implicados entonces detenidos y sus abogados eran ilegales, algo que ya intentó el PP, sin conseguir, como pretendía, desmontar todo el proceso por esta causa. Pero, por pedir, que no quede. Aunque, con ello, se pongan otra vez del lado de su odiado Luis Bárcenas que, ante la negra perspectiva de ser condenado, intenta, a la desesperada, anular el juicio.
Lo más curioso y que nadie ha dejado de señalar es que el abogado que puso voz a la petición del PP ante el tribunal fue Jesús Santos, antiguo teniente fiscal en la Audiencia, al que recuerdo del brazo de Baltasar Garzón, al que ayer atacó sin piedad, instruyendo causas contra ETA, en las que más de una vez se emplearon métodos parecidos a los que ahora pretende usar como excusa para la anulación.
Qué curioso resulta que dos piezas clave de la guerra contra el juez Garzón, verdadero artífice de la causa contra el PP. el ex juez Javier Gómez de Liaño y, ahora, el ex fiscal Jesús Santos, hayan sido piezas importantes en la Audiencia Nacional y hayan sido compañeros de Garzón. Se ve que los hay que no se conforman con la dignidad y el sueldo de la carrera judicial y fiscal y saltan al otro lado del estrado, donde su nombre y su prestigio garantizan buenos clientes y mejores minutas. Además, hay jueces que se dejan adular y regalar por el PP y publican en sus mediosy luego hay que recusarlos para que no torpedeen los casos abiertos contra su partido "amigo".  Está claro que, también en este campo, el PP tiene las puertas giratorias bien engrasadas.

miércoles, 5 de octubre de 2016

HACE UN SIGLO


Hace un siglo, millones de jóvenes europeos, como los jóvenes españoles ahora, no tenían trabajo. Tampoco, como muchos jóvenes españoles, estudiaban No lo necesitaban y tampoco eran un peligro, porque, hace un siglo, millones jóvenes europeos tenían un fusil entre sus manos y los pies hundidos en el barro.
Hace un siglo, la guerra era la solución para muchas cosas. Con la guerra se acababa con el paro, se encauzaban los populismos, se controlaban y aplastaban las revoluciones y los bolsillos de los de siempre se llenaban de billetes. Hace un siglo, la guerra era la gran solución y la gran coartada para muchas cosas. Hoy, la guerra lo sigue siendo, pero la guerra es políticamente incorrecta y, por eso, la alejamos de nosotros, la hacemos, la hacen los de siempre, lejos de nuestras fronteras, a miles de kilómetros de nuestras casas.
Después de un siglo y de dos guerras terribles que diezmaron a la juventud en varios continentes, se diría que el mundo ha aprendido la lección, se diría que el mundo ha desarrollado mecanismos para no volver a ponerse ante ese error. Me temo que no, me temo que, demasiado tiempo y en demasiados lugares, las alarmas han estado desconectadas y hoy estamos de nuevo al borde del abismo y, por eso, los organismos, más que grandes, grandilocuentes que rigen muy a nuestro pesar nuestras vidas y haciendas, improvisan soluciones, algunas ridículas, para cortar el paso al que ya han señalado como el peligro que hoy, a sus ojos, nos acecha: el populismo.
Sin embargo, el diagnóstico es erróneo y tardío. El diagnóstico no es sino maquillaje, marketing para ocultar las verdaderas causas y responsabilidades de lo que está ocurriendo y seguirá ocurriendo si no ponemos la proa a la realidad que nos agobia Unos y otros, la Unión Europea y el FMI, por ejemplo, han decidido que el populismo y no otra cosa es la gran amenaza. Pero se equivocan y lo hacen a conciencia.
El populismo es la gran coartada, el populismo que no es otra cosa que la expresión incontrolada de la insatisfacción, la respuesta, ciega o no, acertada o confusa, a las injusticias que tiñen los mapas de medio mundo. Populismo es, para esas mentes bien pensantes, todo aquello que escapa al corsé de sus estúpidas estadísticas en las que los hombres y las mujeres, su sufrimiento no tienen cabida. Llamar populismo a las insatisfacciones sin salida ni esperanza es muy fácil, señalar al populismo como el gran peligro de nuestro tiempo, es también hacer.
Quizá por eso, la Unión Europea, incapaz de hacer cumplir a sus socios los compromisos firmados para paliar el horror de los refugiados, incapaz de evitar que la Europa sin fronteras se llene de púas, alambre y tiendas de campaña entre el barro, la que martiriza a Grecia y Portugal, a nosotros mismos, pero no se atrevió a levantar la voz ni mirar a los ojos al ultraderechista primer ministro húngaro Viktor Orban mientras sembraba de alambre de espinos sus fronteras, esa Europa del cinismo, la de los comisarios que nadan en la opulencia de por vida, esa Europa acaba de encontrar la solución. Y no es otra que la de regalar a los jóvenes europeos, cuando cumplan dieciocho años, no trabajo, no becas de estudio, nada de eso. Lo que les regala son billetes para el Interrail, para que hagan turismo y conozcan a sus vecinos. Una astuta solución, quizá, para que entretengan sus días en vez de buscar trabajo, reventando sus frías estadísticas.
Una estúpida salida de quienes dirigen Europa, una solución populista y tan estúpida como estúpido es que el FMI, esa superestructura económica que han dirigido un tipejo que persigue desnudo a las camareras de los hoteles por los que pasa, un chorizo que, después de haber sido vicepresidente del gobierno de España y ministro de Economía y Hacienda se permite, ante el tribunal que le juzga, referirse a los impuestos que nunca pago ni pensó pagar por su tarjeta black cono "problema", o, también, una ex ministra que trampeó con las leyes para aliviar las responsabilidades de un poderoso empresario t amigo. El FMI que ahora, ocho años después de la crisis, acaba de darse cuenta de que la gente sufre y en su sufrimiento no está la solución.
Es lo que pasa por no llamar a las cosas por su nombre, por inventar realidades en los despachos y no en las calles, donde la gente padece las consecuencias de sus decisiones. Ahora resulta que quienes se quejaban, los populistas tenían razón y, por eso, para combatirles, se van a repartir caramelos entre el pueblo.
Hace un siglo, para millones de jóvenes europeos, el interrail estaba en trenes sucios y en el barro de las trincheras, donde les esperaban las ratas, los parásitos y las enfermedades, si no una bala o un trozo de metralla que aliviase su agonía. Muchos, la mayoría, nunca volvieron a sus hogares, a ninguno le devolvieron la juventud perdida en las trincheras.  Ocurrió no hace tanto, sólo hace un siglo.

martes, 4 de octubre de 2016

PASO LIBRE AL PARTIDO DE LA GÜRTEL


Si no hubiésemos visto lo que vimos este pasado sábado, si el PSOE se hubiese mantenido unido apoyando el NO que defendió Pedro Sánchez hasta el final, lo que hoy está pasando en San Fernando de Henares, en una sede judicial que, sin jaulas, evoca a la de aquel tribunal en el que se juzgó a la cúpula de la mafia siciliana, enfrentaríamos con otro ánimo todo lo que nos queda por ver y escuchar en el juicio que hoy abre la Audiencia Nacional contra los treinta y siete dirigentes y colaboradores del PP acusados de lucrarse y financiar al partido con dinero de todos, con dinero robado de las arcas públicas.
Si los ciudadanos decentes, los que no toleramos ni toleraremos nunca la corrupción, venga de quien venga pudiésemos estar seguros hoy de que Rajoy no va a ser "indultado" políticamente, reelegido presidente con la abstención del Partido Socialista Obrero Español, depositario del voto de esos cinco millones y medio de ciudadanos que creyeron, a Pedro Sánchez ye en Pedro Sánchez en las campañas electorales y los dos procesos de investidura celebrados desde diciembre pasado... en fin, si el PSOE no se hubiese suicidado obscenamente ante todos nosotros, asistiríamos al juicio satisfechos por saber que, en este país, la justicia alcanza al fin a toso, ricos o pobres, humildes o poderosos, porque "el que la hace, la paga".
Sin embargo, la situación es bien distinta. Para desgracia y desesperanza nuestra, quienes ocupan hoy el lugar de los acusados en este juicio lo afrontarán con la tranquilidad de que seguirán en el gobierno los amigos por los que tanto se han "sacrificado", con la satisfacción de saber que su silencio, tan lejano de la locuacidad delatora de Marcos Benavent, el valenciano yonqui del dinero, ha merecido la pena y que las penas  ala que sean condenados, si lo son, acabarán cumpliéndolas, bajo el paraguas y la benevolencia de un gobierno "amigo".
Si los dirigentes del PSOE, quienes dieron el sospechoso golpe de timón del sábado, no nos hubiesen decepcionado como lo han hecho. quizá, en la campaña de las terceras elecciones generales en un año, si las hay, asistiríamos al chusco espectáculo de ver como algunos candidatos alternan el estrado con los escenarios y atriles de los mítines y actos de campaña que antes montaban las empresas del acusado Francisco Correa.
Sin embargo, no tendremos tanta suerte, porque no nos dejarán vivir esa paradoja. Sí viviremos, en cambio, otra, la de asistir al bochorno de ver cómo, sin haberse movido un milímetro de su taimado silencio, sin haber ofrecido nada a cambio, Rajoy es investido de nuevo presidente ante un PSOE definitivamente avergonzado y malherido, quizá ya por décadas.
Curiosamente, el dilema no es ahora el de decidir lo que vaya a hacer PSOE. El dilema lo tienen en la calle Génova 13, en donde deben estudiar los pros y los contras de dejar morir los plazos  para llegar a esas terceras elecciones en las que probablemente no acudan a las urnas para votar millones de ciudadanos indignados , en las que, otra vez, cientos de miles de españoles dispersos por el mundo no podrán ejercer su derecho a hacerlo por correo, en las que, en definitiva, el PP, los de la Gürtel, la Púnica, la LONCE, los recortes en educación y sanidad, la de la ley mordaza y todo lo demás pueda renovar, incluso, su mayoría absoluta.

En fin, no sé si quienes urdieron el desastre socialista de la semana pasada, en el que ha habido más de un listo y demasiados tontos útiles, esperaban un resultado tan perfecto para sus intereses, pero, de momento, parece ya que, pase lo que pase, el semáforo se ha puesto verde, dejando paso libre al partido de la Gürtel.

lunes, 3 de octubre de 2016

AMBICIÓN, MIOPÍA Y REALIDAD


Lo escribí el sábado en Facebook: lo único que he sacado en claro de lo sucedido al PSOE en los últimos días es la enorme distancia que hay entre los líderes -políticos y de opinión- y la gente común y corriente, la que vive y trabaja, si puede, al margen de los partidos, la que buscó un trabajo al acabar sus estudios, la que con una beca, el pasaporte o desde la cola del paro, comenzó a construir su futuro y que poco o nada tiene que ver con quienes no pueden exhibir otro currículo que el que recoge su carrera en el partido, sea cual sea, al que se afiliaron de adolescentes y que hoy es su presente, su futuro y su única fuente de ingresos.
Nada tiene que ver la vida, el pensamiento ni la perspectiva con que mira la realidad un joven y brillante diputado de treinta o cuarenta años con la vida y las aspiraciones de un viejo votante o, incluso, incluso un viejo militante que ha pasado penurias, exilio y cárcel por unas ideas que, no sólo son las suyas, sino que también fueron la de sus padres y, en muchos casos, son y serán las de sus hijos.
La torpeza de quien diseñó el asedio a Pedro Sánchez, una torpeza llena de cinismo, regada, incluso, con alguna lágrima, de cocodrilo, claro, y mucha histeria es digna de un sargento chusquero a cargo de un golpe de Estado, como tan bien apuntó el siempre lúcido Josep Borrell. Porque, decidme, si no qué han conseguido después de poner el partido patas arriba, con el culo al aire de sus insidias a la visa de todos. Eso, si considerásemos que el cerebro gris de este desaguisado hubiese sido la ambiciosa y aviesa Susana Díaz, algo difícil de sostener a estas alturas, después de ver los efectos de su impericia, porque, desengañémonos, la presidente de la Junta no ganó la votación en el Comité Federal con su lógica o con su inteligencia, sino que lo hizo con el peso de su federación, la Andaluza, plagada de personajes tan brillantes e independientes como su fiel Verónica Pérez, incapaz de imponer al resto de compañeros una autoridad en la que, a duras penas, ella misma creía.
Lo que pasó el sábado en el 70 de la calle Ferraz es la prueba evidente de eso que os adelantaba, de que la realidad de quienes estaban dentro de la sede socialista y la de quienes estaban fuera, nada o casi nada tienen que ver, porque dentro se estaba dilucidando la propiedad del partido y la titularidad de sus despachos, mientras fuera, en la calle, los militantes exigían que se mantuviese el NO a Rajoy, algo de lo que, dentro, ni siquiera se habló.
Finalmente, Susana Díaz se hizo con el control del partido, aunque fuese a costa de hacer trizas un partido que, desde que Felipe González dio el portazo y se marchó ha sido cosido y recosido con más o menos habilidad, dejándolo lleno de heridas mal cicatrizadas que, a la primera de cambio, supuran y cómo todo el rencor y todas las diferencias que separan a quienes se dicen entre ellos "compañeros".
Son embargo no me acabo de creer que las cosas sean tan simples. Para mí tengo que, por encima de los personajes de esta tragedia, hay una mente gris que, desde las sombras, ha doblado el premio que buscaba en esta crisis. Nadie puede decir a estas alturas que la militancia y los votantes del PSOE esté conforme con que su partido regale a Rajoy el camino un nuevo gobierno, pero, ahora, sumados el resultado del comité y el espectáculo, ni siquiera Rajoy y los que le quieren otra vez en La Moncloa ni siquiera necesitan la abstención socialista, porque, después de lo que ha pasado, el PP puede estar más que confiado en alcanzar en una terceras elecciones la mayoría en solitario, con un Ciudadanos desprestigiado y un PSOE hecho trizas y alejado de sus bases.
Algún día, Susana Díaz acabará pagando su torpe ambición. Quizá en diciembre, si se celebran esas terceras elecciones, y estoy seguro de que Rajoy hará lo posible por adelantarlas, y, entonces, Susana o quién decida Susana, cosechará otro hundimiento histórico, en votos y diputados, que pagaremos los ciudadanos con cuatro años más de tiranía económica, corrupción y recorte de libertades. Todo por atender desde la miopía más a las propias ambiciones que a quienes viven en la dura realidad.