Sería muy fácil tildar de incongruentes a todos esos
ciudadanos que, desde que Trump ganó las elecciones la madrugada del pasado
miércoles, se han echado a las calles de varias ciudades, cada vez más, de los
Estados Unidos. Sería tan fácil como esgrimir en su contra el gran argumento de
la democracia, el de un hombre, o una mujer, un voto, porque, lo tengo más
claro cuanto más sé de él, el sistema electoral es, sobre todo en los EE UU,
más que imperfecto.
No sé si es la primera vez que el resultado de unas
elecciones es tan contestado en la que se tiene por la mayor democracia del
mundo, pero es muy significativo, pero lo que sí sé es que no será la última, allí
ni en el resto del mundo, o del planeta como acostumbran a decir por esos pagos.
Las protestas no son más que la consecuencia de una tremenda
frustración, ciudadana porque desde hacía semanas, si no meses, aquí se nos decía
y allí también se venía diciendo que un resultado que diera al histriónico
magnate las llaves de la Casa Blanca sería imposible, lo que demuestra que, en
esta y quién sabe en cuántas más cosas, consciente o inconscientemente, se nos
estaba engañando.
Hace demasiado tiempo que quienes gestionan la sociedad, los
políticos se han desconectado de la sociedad a la que dicen defender, eso está
claro, pero, además, lo que también resulta evidente y, con el chasco de la
victoria de Trump, aún más, es que tampoco los medios de comunicación, pese
a sus continuas encuestas, las llamadas de oyentes y los reportajes en la
calle, estaban conectados con sus audiencias.
Lo tuve claro aquellas horas que siguieron a las marchas del
15-M en Madrid, en las que apenas hubo cámaras y micrófonos en la Puerta del
Sol. De hecho, son pocas o ninguna las imágenes del montaje de aquel campamento
improvisado que fue el principio de tantas cosas y doy fe de que en la Puerta
del Sol no hubo equipos móviles de televisión hasta pasados dos días.
No les interesaba. No creían que aquello llegase a algo. No
esperaban que durase más que un festival rock y. mucho menos, que tuviese
consecuencias. Por eso se sorprendieron como se sorprendieron cuando, años
después, una candidatura relacionada con ese y otros campamentos instalados en
otras ciudades de España, colocase unos cuantos eurodiputados en Bruselas y,
más, cuando comprobaron que, en las autonómicas y municipales, se hacían con
las alcaldías de ciudades como Madrid o Barcelona.
En este punto, conviene recordar que aquellas marchas del
15-M tuvieron lugar con Zapatero en La Moncloa, aunque, eso sí, con un Zapatero
entregado a los dictados de Bruselas y un Zapatero que, en los desahucios el
PSOE estuvo siempre del lado de la banca, para no crear inseguridad jurídica a
los bancos en los que, ahora lo sabemos, tenía sentadas a muchas de sus vacas
sagradas. Fue gracias a la gente del 15-M y afines que los ciudadanos vieron,
vimos, quién estaba dónde y con quién. Por eso y no por otra causa, el PSOE que
llegó a gobernar España con González y Zapatero por dos décadas, se fue
diluyendo como un azucarillo en un vaso de agua y hoy, ayudado por el empeño de
sus dirigentes en no escuchar a sus bases ni al resto de la ciudadanía, el
partido que un día gobernó a una España ilusionada, hoy sería la tercera fuerza
en un nuevo parlamento.
Eso por no hablar de una prensa, al menos la que teníamos
por progresista, en la que los lectores ya no se reconocen, que no "se
huele la tostada" y, escuchando sólo a los poderosos, hace diagnósticos
tan interesados como equivocados sobre los orígenes y las consecuencias de las
crisis -la económica y la política- que, estas sí, nos han dejado una España a
la que, como diría Alfonso Guerra, ya no conoce ni su madre.
La prensa está tan ciega y tan poco involucrada en la
sociedad real que ha tardado casi una semana en enterarse de lo que ha pasado
en Estados Unidos, en Reino Unido con el Brexit o en Colombia con el acuerdo de
paz. La prensa de aquí y de allá, más preocupada por sus ERE, por sus negocios
y los de sus dueños, empeñada en tapar sus vergüenzas y en manipular más que en
informar, se ha esforzado en contarnos las consecuencias de la victoria de
Trump, cuando lo que en realidad nos tendría que explicar es la causa, el
origen de esas consecuencias, la causa de que, en el primer mundo, ese que
teníamos por estable y satisfecho, haya crecido la desesperanza y, también, la
rebeldía. Una causa de la que, como digo, son enormemente responsables.
2 comentarios:
"Que no sabemos lo que nos pasa: eso es lo que nos pasa"...
(José Ortega y Gasset)
Todo cierto.un saludo
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