¿Quién no recuerda al impagable Pepe Isbert interpretando al
contertulio de casino rural encargado a su pesar de interpretar a un falso San
Dimas, para atraer turistas al decrépito balneario de su pueblo, en esa obra
maestra que Berlanga tituló “Los jueves milagro”? Pues bien, sesenta años
después, otro jueves se ha vuelto a producir el milagro.
Cuentan los evangelios que Jesús, nada partidario de los
opulentos, decía a sus discípulos que era más fácil que un camello pasase por
el ojo de una aguja que que un rico entrase en el reino de los cielos y debe
ser cierto, porque son muchos los ricos se gastan su fortuna en pagar misas e
indulgencias para desmentir al "maestro" y alcanzar a atravesar las
puertas del hipotético cielo. Sin embargo, en algunas ocasiones, pocas, pero
algunas, nos encontramos con algunos ricos, algunos empresarios, que optan por
hacer más fácil la vida de sus empleados, en lugar de lavar sus culpas con
misas y fundaciones. Son pocos, pero, ellos sí, atravesarían, de quererlo así, el
umbral de la gloria prometida.
Ayer, como jueves que era, se produjo el milagro y no en la
Fontecilla berlanguiana, sino en Málaga, donde el empresario hotelero Antonio Catalán
sorprendió a propios y extraños poniéndose frente a sus colegas, a los que
acuso de explotar a sus empleados y de hacerlo con la reforma laboral de 2011,
con la que. dijo, él mismo podría despedir a toda su plantilla, indemnizándola
con veinte días por año trabajado, para subcontratar sus funciones con los
salarios y destajos que todos conocemos, a precios casi, o sin casi, de
esclavismo, precios que llegan a 20 céntimos por "hacer" una cama o
dos euros por toda la habitación.
No creo que la Administración contrate mucho con los hoteles
de Antonio Catalán. AC y NHC. Y no lo creo, porque conociendo el espíritu de
venganza que a veces mueve a ministros como Montoro o al propio presidente, a
estas horas estaría anulando todas las reservas que hubiese contratado, porque
la radiografía que hizo ayer el hotelero, extensible a todos los sectores, deja
en mal lugar su política de empleo y a quienes la defienden o no la combaten
como deberían. Catalán, paradójicamente conocido por tratar como es debido a
sus empleados, extremó su dureza con los empresarios de su sector a los que
acusó de buscar sólo el beneficio. Y lo hizo subrayando que, en un sector en
alza, como el suyo, en el que desde 2011 han crecido los beneficios y el
empleo, los salarios han caído escandalosamente.
Lo malo es que la denuncia de Catalán valdría para muchos
otros sectores, incluso para los medios que tanto eco se han hecho de sus
palabras, adornando sus informativos con una noticia como esta, pese a que, en
ellos y por decisión de sus directivos, tan miserables a veces como los
que Catalán pinta en su sector, se ha despedido a plantillas enteras, para
cubrir su "hueco" con becarios que, en precario, por salarios de risa
y con jornadas ilegales e inhumanas que nunca llegan a cobrarse en su
totalidad.
Yo mismo fui víctima en la SER de esa estrategia de
sustituir trabajadores caros por otros más baratos y, aunque más inexpertos,
mucho más maleables. Por eso, lo reconozco, me enciendo cada vez que, como hoy
escucho panegíricos a quien critica las prácticas empresariales que son el pan
de cada día en esa cadena de emisoras. Me enciendo, porque, si algo odio en
este mundo, es la hipocresía y allí hay mucha.
Al margen de esto último y, en cualquier caso, celebro que
algunos jueves siga tocando milagro. El de ayer, la denuncia, la radiografía
descarnada, del panorama laboral con que nos premia el partido más votado por
los españoles, me pareció, pese a la demagogia de algunos, eso: un verdadero
milagro. La vuelta de San Dimas, el buen ladrón, a este mundo.
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