viernes, 25 de noviembre de 2016

LOS JUEVES, MILAGRO


¿Quién no recuerda al impagable Pepe Isbert interpretando al contertulio de casino rural encargado a su pesar de interpretar a un falso San Dimas, para atraer turistas al decrépito balneario de su pueblo, en esa obra maestra que Berlanga tituló “Los jueves milagro”? Pues bien, sesenta años después, otro jueves se ha vuelto a producir el milagro.
Cuentan los evangelios que Jesús, nada partidario de los opulentos, decía a sus discípulos que era más fácil que un camello pasase por el ojo de una aguja que que un rico entrase en el reino de los cielos y debe ser cierto, porque son muchos los ricos se gastan su fortuna en pagar misas e indulgencias para desmentir al "maestro" y alcanzar a atravesar las puertas del hipotético cielo. Sin embargo, en algunas ocasiones, pocas, pero algunas, nos encontramos con algunos ricos, algunos empresarios, que optan por hacer más fácil la vida de sus empleados, en lugar de lavar sus culpas con misas y fundaciones. Son pocos, pero, ellos sí, atravesarían, de quererlo así, el umbral de la gloria prometida.
Ayer, como jueves que era, se produjo el milagro y no en la Fontecilla berlanguiana, sino en Málaga, donde el empresario hotelero Antonio Catalán sorprendió a propios y extraños poniéndose frente a sus colegas, a los que acuso de explotar a sus empleados y de hacerlo con la reforma laboral de 2011, con la que. dijo, él mismo podría despedir a toda su plantilla, indemnizándola con veinte días por año trabajado, para subcontratar sus funciones con los salarios y destajos que todos conocemos, a precios casi, o sin casi, de esclavismo, precios que llegan a 20 céntimos por "hacer" una cama o dos euros por toda la habitación.
No creo que la Administración contrate mucho con los hoteles de Antonio Catalán. AC y NHC. Y no lo creo, porque conociendo el espíritu de venganza que a veces mueve a ministros como Montoro o al propio presidente, a estas horas estaría anulando todas las reservas que hubiese contratado, porque la radiografía que hizo ayer el hotelero, extensible a todos los sectores, deja en mal lugar su política de empleo y a quienes la defienden o no la combaten como deberían. Catalán, paradójicamente conocido por tratar como es debido a sus empleados, extremó su dureza con los empresarios de su sector a los que acusó de buscar sólo el beneficio. Y lo hizo subrayando que, en un sector en alza, como el suyo, en el que desde 2011 han crecido los beneficios y el empleo, los salarios han caído escandalosamente.
Lo malo es que la denuncia de Catalán valdría para muchos otros sectores, incluso para los medios que tanto eco se han hecho de sus palabras, adornando sus informativos con una noticia como esta, pese a que, en ellos y por decisión de sus directivos, tan miserables a veces  como los que Catalán pinta en su sector, se ha despedido a plantillas enteras, para cubrir su "hueco" con becarios que, en precario, por salarios de risa y con jornadas ilegales e inhumanas que nunca llegan a cobrarse en su totalidad.
Yo mismo fui víctima en la SER de esa estrategia de sustituir trabajadores caros por otros más baratos y, aunque más inexpertos, mucho más maleables. Por eso, lo reconozco, me enciendo cada vez que, como hoy escucho panegíricos a quien critica las prácticas empresariales que son el pan de cada día en esa cadena de emisoras. Me enciendo, porque, si algo odio en este mundo, es la hipocresía y allí hay mucha.
Al margen de esto último y, en cualquier caso, celebro que algunos jueves siga tocando milagro. El de ayer, la denuncia, la radiografía descarnada, del panorama laboral con que nos premia el partido más votado por los españoles, me pareció, pese a la demagogia de algunos, eso: un verdadero milagro. La vuelta de San Dimas, el buen ladrón, a este mundo.

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