Estoy desando ver los resultados de la primera encuesta que
se realice después de la muy vergonzante purga que, con nocturnidad, alevosía a
unas horas de la Nochebuena ha llevado a cabo contra José Manuel López y, por extensión,
contra Íñigo Errejón, Ramón Espinar, el particular Beria al
que Pablo Iglesias ha encargado marcar territorio en Madrid.
Tengo ganas de verlos porque, como votante de Podemos en las
pasadas elecciones autonómicas, me siento traicionado y ofendido. Traicionado,
porque, como muchos, más que a Pablo Iglesias y sus compañeros, yo voté a la
gente que les votaba. Y les votaban todos aquellos que creíamos que había que
cambiar la manera de hacer política, para romper el injusto equilibrio que,
durante décadas, ha mantenido alternativamente en el poder a PP y PSOE, con el
consiguiente deterioro democrático, del que el alejamiento de los ciudadanos,
la ignorancia y el desprecio de sus necesidades han sido caldo de cultivo
para tanto enfangamiento, tanto clientelismo y tanta corruptela.
La verdad es que, pese a una incompatibilidad casi
instintiva con la sobreactuación de palabra y de gesto de Pablo Iglesias,
llegue a ilusionarme. Más, cuando frente al discurso efectista de éste, se iba
construyendo otro mucho más maduro, sensato y, sobre todo, práctico de Íñigo
Errejón. Me ilusioné, pero no tardé en comprobar las proporciones bíblicas del
ego del "amado líder", su intolerancia para con cualquier discrepancia,
por pequeña y sensata que sea y, lo que es peor, su presteza para poner en
marcha el aparato del partido contra quienes tuviesen el atrevimiento de
discrepar.
También está claro que Iglesias no quiere un partido fuerte
en las urnas, con herramientas y discurso capaz de crecer en la sociedad. Por
el contrario, parece estar más cómodo en un partido monolítico, aunque el
discurso único le cierre las posibilidades de crecer en la medida que sociedad
necesita que crezca. Lo suyo es la dominación más que el convencimiento y, para
ello, no duda en amenazar, castigar y, si es preciso, purgar al discrepante.
Pero, siempre, de forma vicaria, interponiendo entre sus deseos, que para ellos
son órdenes, a vicarios como Juan Carlos Monedero, capaz de amenazar a todo un
diputado, o el corto Ramón Espinar, por el que alguno dimos la cara en su
crisis inmobiliaria y que, ahora, ha emprendido la poda del partido en Madrid
para que no crezcan ramas torcidas ni malas hierbas junto al árbol del taimado Iglesias,
que manda a sus chicos y sus chicas a laminar a Íñigo Errejón y José Manuel
López en las redes y en los medios convencionales cuyo uso les afean.
Me deprime y me ofende que un personaje como Espinar esgrima
presuntas razones y procedimientos democráticos para, desde su secretaría en
Podemos Madrid, ganada por los pelos y con la alianza con Izquierda
Anticapitalista, cesar como portavoz en la Asamblea a José Manuel López, cabeza
de lista a la Asamblea de Madrid, elegido en unas primarias y con un prestigio
social y profesional que movió a gente como yo, ajeno a la organización, a
darle su voto en aquellas elecciones.
Pero a Iglesias no le gustaba y no le gustaba, entre otras
cosas, por ser un hombre de Errejón. Por eso, inventándose una ineficacia que
no es tal de López, le ha cesado entre villancico y villancico, entre turrón y
turrón, para colocar en su puesto a Lorena Ruiz, de Izquierda Anticapitalista,
quizá como pago por su apoyo en la desactivación de Errejón de cara al
Vistalegre 2.
Iglesias no sólo clava sus dagas de noche y por la espalda,
sino que niega a los demás el derecho a quejarse o defenderse de las puñaladas.
Por eso, ante las quejas de Errejón ante el cese de López, Iglesias lanzó a sus
tuiteros contra Errejón con ese "Así no, Íñigo". Un "hashtag"
que me permito parafrasearle en "Así menos, Pablo", porque no todo es cantar a coro con las manos cogidas, ni presentarse en público con una multitud detrás. La unidad no hay que representarla ni fingirla. La unidad hay que construirla y la purga es una mala herramienta para ello.
1 comentario:
Muy bueno...
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