A veces cabría pensar, a causa de la actitud de algunos de nuestros
parlamentarios, que la política es un juego, un juego que se juega en
escenarios muy determinados y de cuyos resultados se da cuenta, en los
telediarios, no al final de los mimos, como en el caso del fútbol, sino en la
portada y en los titulares, siempre que la cadena de mando no de órdenes en
contrario para que algunas meteduras de pata, que las hay, pasen inadvertidas
para los ciudadanos.
Lo malo es que, como en el fútbol, más allá de los resultados,
lo que nos muestran en los telediarios son apenas los goles o las imágenes más
vistosas, sólo la anécdota, la frase ingeniosa o, si la hay, la bronca pura y
dura. Pocas veces la trascendencia de lo que se dice o se vota, las
consecuencias que, para nosotros, los ciudadanos de a pie, tienen el debate y
los resultados. Ayer, por ejemplo, víspera del Día Internacional de la lucha
contra el SIDA, esa enfermedad cruel de la que tanto sabemos ya y que, sin
embargo, parecemos empeñados en olvidar, y, a propósito de la lucha contra el
SIDA, en el Congreso nos dieron un ejemplo claro de lo que os digo.
El diputado de Esquerra Gabriel Rufián quería saber qué
planes tenía el gobierno para promover el uso del preservativo, el medio
probablemente más asequible y eficaz para prevenir el SIDA y el resto de
enfermedades de transmisión sexual y enseguida corrió como la pólvora la
especie de que lo que pretendía Rufián era obligar a Rajoy a decir una palabra,
condón, tan tabú entre determinadas gentes como lo fue durante décadas, para
desgracia nuestra, su uso y su venta normalizada para el resto de los
españoles, Y ya sabemos cómo se las gasta Rajoy, que se tiene por mago de la
oratoria, cuando cree que le quieren hacer pasar por el aro, por cualquier aro:
se defiende como gato panza arriba y se empeña en dar rodeos, hacer
circunloquios, ahogar a su interlocutor en cifras y estadísticas tan frías como
vacías para no ceder ante su interlocutor, olvidando que, en ocasiones, la voz
de quién le está interpelando es la de la una gran parte de la sociedad, por no
decir toda la sociedad.
Pero, ya sabemos que Rajoy es tan tozudo como el más tozudo
de los campesinos gallegos y se cree tan brillante como el más brillante y
mordaz de los contertulios del casino de cualquier capital de provincia. Y si
no lo cree, siempre tiene alrededor voces serviles que se encargan de decírselo
y de decírnoslo. Por eso, Rajoy se empeñó en un esfuerzo dialectico
innecesario, digno de mejor causa para no ensuciar su boca ni su pensamiento
con la evocación del látex con que se fabrica tan sabio complemento para unas
relaciones sexuales mucho más libres y seguras.
No dijo preservativo ni dijo condón y nos quedamos en eso.,
no con esa cifra del setenta por ciento recortado en los fondos destinados a su
promoción y distribución en los últimos años. Tampoco nos hablaron de cómo los
pocos preservativos que llegan a los centros de salud caducan olvidados en el
fondo de un armario o un cajón porque desde las puritanas consejerías de aquí y
allá no se elaboran planes con instrucciones claras para su distribución entre
las poblaciones de riesgo entre las que, por desgracia, también están nuestros
jóvenes que, carentes de información o de estímulos, prefieren emplear el poco
dinero de que disponen en alcohol y otros modos para aturdirse y olvidar lo
oscuro de su futuro.
Ayer se perdió una gran oportunidad de hablar con seriedad y
a las claras de lo importante que es la prevención, a todos los niveles,
en la lucha contra el monstruo arrinconado, pero no vencido, que es el SIDA. Se
perdió la gran oportunidad de que nos sintiésemos protegidos por un gobierno y
un parlamento que se preocupa por nosotros y por nuestro futuro. Pero se optó
por el divertido juego de esconder la palabra maldita, mientras los pocos
preservativos que llegan a quienes deberían ponerlos a disposición de quien los
necesita y, por las razones que sean, no los pueden conseguir, se pudren sin
cumplir con su función de defender la salud y salvar la vida a tanta
gente. Mezclar la moral, más si es rancia, y la salud no es ni será nunca
un sueño.
Pero no. Por desgracia no es un juego.
2 comentarios:
Excelente artículo...
Perfecto. Muy bien elaborado tu análisis.
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