viernes, 20 de enero de 2017

REÍRSE DE TRUMP


Hoy comienza la era Trump. Hoy, en una ceremonia insólita, por las sillas vacías, por el rechazo a arropar con su presencia o con su voz al presidente más contestado y más impopular mucho antes, incluso, de haber llegado a la Casa Blanca, recibirá el poder, uno de los mayores poderes que un ser humano pueda detentar, un tipo listo, pero inculto, tan arrogante como y vacío, tan imprevisible como temido, un personaje del que todos nos hemos burlado, porque nunca creímos que sólo el dinero y la mentira pudieran llevarle al despacho oval. Pero nos equivocamos, porque, a veces, el rencor pesa más que el amor en el alma de hombres y mujeres. Y el rencor y el resentimiento han pesado más en la de una minoría de norteamericanos, estratégicamente situados, eso sí, para llevarle a Washington, con tres millones de votos menos que su decepcionante y decepcionada rival.
No nos lo tomamos en serio. Más bien al contrario, le convertimos, y él ha puesto mucho de su parte, en un payaso del que hacer chistes, objeto de brillantes parodias, un personaje lleno de aristas a las que agarrarse para arrancar las carcajadas de la audiencia. Pero nos equivocamos, porque si los shows televisivos y los monólogos terminan, a veces tarde, y nos acostamos, Trump, el verdadero Trump, sigue ahí, con todo su poder, para ejemplo de personajes tan siniestros como él en medio mundo, incluida esta vieja Europa que lleva años chocheando a la sombra del amigo americano. Trump sigue y seguirá en su despacho, tendiendo una sombra de miedo e incertidumbre sobre todos esos millones de ciudadanos que, después de recorrer penosamente miles de kilómetros, se van a encontrar con el muro que Trump quiere levantar en el sur, su juguete preferido y el de los millones de votantes que le dieron su confianza hace dos meses.
También en España, quizá donde más, nos hemos reído de Trump y, la verdad, no sé por qué, porque si Trump quiere levantar un muro de acero y ladrillo para alejar la prosperidad norteamericana de los sueños de esos hombres y mujeres morenos y bajitos que huyen de la pobreza y la violencia del Sur, aquí también tenemos muros de alambre, sofisticados y crueles, llenos de cuchillas criminales, para dejar fuera de la prosperidad europea a quienes, con otro color y otra lengua, huyen del hambre, la violencia y la desesperanza de África.
Bien es verdad que Rajoy, aunque cómico a veces, no es tan payaso ni tan estridente como Trump, pero cumple su mismo papel t para los mismos, los de siempre, porque a qué obedece, si no, el plan sistemático de desmantelamiento y deterioro de la sanidad pública, la joya del Estado de Bienestar en España, negada primero a los inmigrantes, luego a los parados y ahora a quienes vuelven desengañados de su "aventura" forzosa en Europa. También en la Enseñanza ha hecho otro tanto, dejando a barrios enteros sin institutos y dejando deteriorarse los que ya había, mientras se invierten millones y se ceden terrenos a colegios privados que, lejos de enseñar la convivencia, fomentan las diferencias y abren, ya entre nuestros niños, una brecha insalvable que marcará para siempre sus vidas.
Y, si Trump quiere desmantelar lo poco que Obama levantó para proteger a lo más desfavorecidos, lo que Mariano Rajoy y el PP vienen haciendo con los dependientes y los parados no es muy diferente, no queda muy lejos, de ese propósito. Y, si todos tenemos la imagen de los "homeless", arrastrando su vida y sus pertenencias en carritos por las calles de Nueva York, os aseguro que no hay que buscar mucho para encontrarlos aquí, en nuestras calles.
Podemos reírnos de Trump todo lo que queramos, podemos pensar en lo gilipollas que han sido los norteamericanos que le han dado su voto, pero ¡cuidado! el señor que preside aquí el gobierno no es tan distinto, quizá más soso, quizá más silencioso, pero tan peligroso o más, al menos para nosotros, que ese Donald Trump que, hoy, se convierte en comandante en jefe de los Estados Unidos.

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