martes, 28 de febrero de 2017

LOS TAMBORES DE GUERRA DE TRUMP


Qué poco ha tardado el bocazas de Trump en mostrar sus verdaderas intenciones. Como todos los que viven en el fascismo y sus aledaños, apoyado por los de siempre, los fabricantes de armas y los amos del petróleo, Trump, ante la imposibilidad material, legal y ética, de cumplir gran parte sus amenazas y promesas ha acabado por recurrir a la mágica invocación de la guerra que tan buenos resultados ha dado a lo largo de los siglos, especialmente en los dos últimos, cuando toso lo demás, comenzando por las cuentas, falla.
En un mundo en el que apretar gatillos y hacer saltar por los aires al enemigo es cosa fácil y habitual entre los jóvenes nacidos prácticamente ante una videoconsola, en un mundo en el que la guerra se muestra como un videojuego de puntería y destrucción, sin sangre ni gritos, sin dolor aparente, no va a ser difícil llamar a filas a otra generación de norteamericanos, especialmente si se ha puesto en duda su derecho a pertenecer al país en que viven y trabajan, ellos o sus padres, y sólo les queda pasar la prueba de sangre de participar en una guerra injusta, para que los hijos de quienes la provocan, de los que viven de ella, no pongan en peligro su vida ni sus carreras.
Sé de lo que habló. Hace muchos años, cuando creía que quería ser veterinario, tuve un compañero de facultad que no era otra cosa que un hijo  de inmigrantes colombianos, vecinos del barrio de Jamaica, en Queens, Nueva York, que vino a España huyendo de su reclutamiento para la guerra de Vietnam, un tipo un tanto triste, con el que compartí alguna tarde de estudio y alguna situación paradójica como la de que aquel "Midnight Cowboy" que yo acababa de ver, dos veces en una semana, para ya no olvidarlo nunca, era para él una película del pasado que. a nosotros, como casi todo nos llegaba con retraso.
Pero aquel colombiano que no quiso ir a la guerra de Vietnam, cuyo nombre, americanizado, no soy capaz de recordar, no es el único caso de fugitivo que recuerdo. Conocí en Valparaíso a un chileno, creo que nacido en Nueva York, al que su padre, defensor de la grandeza americana y admirador de su "gloria" militar e incluso de la de Pinochet, mandó de regreso a Chile para que no tuviese que ponerse el uniforme e ir a la segunda Guerra de Irak, la invasión propiciada por Bush hijo, Blair y Aznar. Era, es, un chaval estupendo, pero no puedo pensar en él, sin dejar de hacerlo en el hipócrita de su padre, que tampoco era un potentado, que quería esa guerra para otros y para los hijos de otros, pero no para el suyo.
Exactamente igual que Donald Trump, que hoy se queja de las derrotas de su país, alumno de una escuela militar, una especie de correccional para ricos, que, en su juventud evitó hasta cinco veces hacer el servicio militar porque corría el peligro de tener que ir a "servir" en Vietnam.
Por eso, el ardor guerrero de Trump, que cada vez me recuerda más Hitler, me produce tanto asco como preocupación. No hay más que pararse a pensar que su compañero de partido, el senador John McCain, veterano de aquella guerra y prisionero de guerra durante años en Vietnam del Norte, se ha convertido en uno de sus más duros adversarios del presidente, lo mismo que decenas de generales retirados que se oponen a los planes belicistas del histriónico presidente.
Cabe preguntarse por qué, entonces, ese afán por emprender un rearme y unas guerras que nadie parece querer para su país. La respuesta es muy sencilla: los fabricantes de armas que tanto han apoyado y apoyan a Trump, viven de venderlas y, para que los ejércitos, los países, las compren hay que usarlas. Por eso insisto en que dos de los rasgos más notorios de la política de Trump, su loco e hipócrita belicismo y su peligroso anti ecologismo no son otra cosa que el pago de la factura por los servicios prestados por las petroleras y los fabricantes de armas durante su campaña.
Por eso, ahora que todo lo demás parece fallarle, Trump hace sonar sus tambores de guerra.

Qué poco ha tardado el bocazas de Trump en mostrar sus verdaderas intenciones. Como todos los que viven en el fascismo y sus aledaños, apoyado por los de siempre, los fabricantes de armas y los amos del petróleo, Trump, ante la imposibilidad material, legal y ética, de cumplir gran parte sus amenazas y promesas ha acabado por recurrir a la mágica invocación de la guerra que tan buenos resultados ha dado a lo largo de los siglos, especialmente en los dos últimos, cuando toso lo demás, comenzando por las cuentas, falla.
En un mundo en el que apretar gatillos y hacer saltar por los aires al enemigo es cosa fácil y habitual entre los jóvenes nacidos prácticamente ante una videoconsola, en un mundo en el que la guerra se muestra como un videojuego de puntería y destrucción, sin sangre ni gritos, sin dolor aparente, no va a ser difícil llamar a filas a otra generación de norteamericanos, especialmente si se ha puesto en duda su derecho a pertenecer al país en que viven y trabajan, ellos o sus padres, y sólo les queda pasar la prueba de sangre de participar en una guerra injusta, para que los hijos de quienes la provocan, de los que viven de ella, no pongan en peligro su vida ni sus carreras.
Sé de lo que habló. Hace muchos años, cuando creía que quería ser veterinario, tuve un compañero de facultad que no era otra cosa que un hijo  de inmigrantes colombianos, vecinos del barrio de Jamaica, en Queens, Nueva York, que vino a España huyendo de su reclutamiento para la guerra de Vietnam, un tipo un tanto triste, con el que compartí alguna tarde de estudio y alguna situación paradójica como la de que aquel "Midnight Cowboy" que yo acababa de ver, dos veces en una semana, para ya no olvidarlo nunca, era para él una película del pasado que. a nosotros, como casi todo nos llegaba con retraso.
Pero aquel colombiano que no quiso ir a la guerra de Vietnam, cuyo nombre, americanizado, no soy capaz de recordar, no es el único caso de fugitivo que recuerdo. Conocí en Valparaíso a un chileno, creo que nacido en Nueva York, al que su padre, defensor de la grandeza americana y admirador de su "gloria" militar e incluso de la de Pinochet, mandó de regreso a Chile para que no tuviese que ponerse el uniforme e ir a la segunda Guerra de Irak, la invasión propiciada por Bush hijo, Blair y Aznar. Era, es, un chaval estupendo, pero no puedo pensar en él, sin dejar de hacerlo en el hipócrita de su padre, que tampoco era un potentado, que quería esa guerra para otros y para los hijos de otros, pero no para el suyo.
Exactamente igual que Donald Trump, que hoy se queja de las derrotas de su país, alumno de una escuela militar, una especie de correccional para ricos, que, en su juventud evitó hasta cinco veces hacer el servicio militar porque corría el peligro de tener que ir a "servir" en Vietnam.
Por eso, el ardor guerrero de Trump, que cada vez me recuerda más Hitler, me produce tanto asco como preocupación. No hay más que pararse a pensar que su compañero de partido, el senador John McCain, veterano de aquella guerra y prisionero de guerra durante años en Vietnam del Norte, se ha convertido en uno de sus más duros adversarios del presidente, lo mismo que decenas de generales retirados que se oponen a los planes belicistas del histriónico presidente.
Cabe preguntarse por qué, entonces, ese afán por emprender un rearme y unas guerras que nadie parece querer para su país. La respuesta es muy sencilla: los fabricantes de armas que tanto han apoyado y apoyan a Trump, viven de venderlas y, para que los ejércitos, los países, las compren hay que usarlas. Por eso insisto en que dos de los rasgos más notorios de la política de Trump, su loco e hipócrita belicismo y su peligroso anti ecologismo no son otra cosa que el pago de la factura por los servicios prestados por las petroleras y los fabricantes de armas durante su campaña.
Por eso, ahora que todo lo demás parece fallarle, Trump hace sonar sus tambores de guerra.

lunes, 27 de febrero de 2017

GUIÓN, DIRECCIÓN E INTERPRETACIÓN


No han tenido suerte. La mañana en Madrid era gris. Tan gris como aquel día de aquella canción de Raimon. Una "mañanita de niebla" que los mesetarios bien sabemos que es el anuncio de una tarde de paseo. Pero la mañana y el paseo se llevan mal en una ciudad como Madrid y más en un lunes de este febrerillo loco que meteorológicamente nos ha traído de todo y, políticamente, como diría un castizo, ni te cuento.
Estaba todo previsto, la liturgia, la coreografía y los intérpretes. Todo previsto para una nueva entrega de ese largo serial del victimismo tan querido y tan buscado por los independentistas catalanes, los de siempre y los sobrevenidos. Estaba todo previsto, pero, a última hora, han fallado esos elementos que son cruciales para ese pantallazo deseado y buscado en los telediarios europeos. Y es que ha fallado el escenario, que ha sido tan gris como sólo puede serlo una sórdida mañana de lunes en el centro de Madrid, y ha fallado la figuración, nada entusiasta, más bien abúlica, que no ha proporcionado esas espectaculares imágenes de gente a favor o en contra al paso de la "comitiva cívica" que han dejado el paseíllo del consejero Homs en poco más que el de una charlotada de plaza de toros de tercera.
Sería muy triste que, al final, Rajoy se saliese con la suya y que, también en esto, derrotase a quienes se han proclamado sus peores adversarios, con la mejor de sus armas, la del aburrimiento. Pero, ara nuestro mal, va camino de conseguirlo, porque Mas y sus compañeros en este viaje imposible un viaje en el que, a mi modo de ver, se embarcó sin entusiasmo y sólo para enturbiar cual calamar ese ya de por sí feo asunto del tres por ciento. Mas y sus compañeros de aventura resultan ya cansinos y previsibles.
Todo, en este asunto, tiene demasiado de teatral, incluso de folletinesco. Pretender que una consulta, que no el referéndum prometido, una consulta prohibida por el Constitucional y que, por tanto, no podía ser ya más que una consulta privada, se celebre en dependencias públicas como los colegios, sin que ello tenga consecuencias, es vivir en un mundo irreal, de papel prensa, una realidad paralela, en la que, pase lo que pase, la hoja de ruta del "procés" se cumple sin cumplirla, adaptándola a la verdadera realidad, prometiendo lo que no se puede cumplir ni aquí ni de cara al exterior y alterando palabras y promesas, resolviéndolo todo a última hora con unas nuevas elecciones que se pretende ganar desde el martirologio amplificado, sin haber hecho otra cosa en estos meses que ocuparse del "procés".
No sé si habré sido sólo yo o habrá habido otros que, como yo, se hayan preguntado esta mañana si el famoso certamen de telefonía "Mobile Barcelona", el de los cuatrocientos y mico millones de beneficio para la ciudad, sería posible en una Cataluña independiente, segregada unilateralmente de España. Estoy seguro de que no. Estoy seguro que la "Barcelona, ciudad de ferias y congresos” no brillaría del mismo modo fuera de la UE y parece que una Cataluña segregada no tendría sitio en la Europa de las estrellas.
No sé en qué quedará el juicio contra el ex conseller y hoy diputado Francesc Homs. De lo que estoy seguro es de que la condena, que el propio Homs ve como segura, apenas tendrá consecuencias en la calle, aquí y en Cataluña, porque es difícil entender que las tenga la inhabilitación para ejercer cargos públicos en un estado al que no se quiere pertenecer, Pero, en fin, la política es así y, por muy buenos que sean el guion, la dirección y la interpretación, a veces, las películas acaban siendo previsibles y aburridas.

viernes, 24 de febrero de 2017

EL ARRAIGO DE URDANGARÍN


No me gusta el circo. Me aburre y, en ocasiones, me deprime. Pero, aun así, tengo que reconocer que los volatines y piruetas de algunos acróbatas me sorprenden, cuando no me admiran. Lo mismo me ocurre con la Justicia. Me aburre, me deprime y las piruetas de algunos magistrados me sorprenden y admiran.
Me acaba de ocurrir con la decisión de las magistradas del TSJ de Baleares, que decidieron consentir que el cuñado del rey Felipe espere la decisión del Tribunal Supremo sobre su previsible recurso a la sentencia que le condena a seis años y tres meses de prisión, paseando por las orillas del lago Leman o perdiéndose por las calles de la ciudad de Calvino, sin más compromiso por su parte que firmar una vez al mes en la comisaría más cercana a su domicilio en Ginebra.
No lo entiendo y, por eso, todavía tengo los ojos como platos. Sólo les ha faltado pedirle perdón por las molestias y encargarle unos bombones. No lo entiendo, del mismo modo que no entendería que se hubiese ordenado su ingreso en prisión si es tanta la confianza en él del tribunal como para permitirle disfrutar de la nieve, las montañas y las hermosas ciudades de Suiza.
Tampoco entendí que se diesen por buenas las explicaciones de la hija del rey jubilado para librarla de cualquier responsabilidad sobre los negocios de su marido, a pesar de que, para algunos asuntos, era preceptiva su firma y la aportó alegremente porque estaba enamorada de su marido, infiel y un tanto zángano, al que no se conoce oficio ni beneficio, salvo su tendencia a perseguir el dinero fácil y, por lo que dejó escrito en su correo, las faldas. No lo entendí, pero estoy dispuesto a creer que el amor es ciego y Cristina Borbón sincera.
Lo que me subleva es que pretendan hacernos creer que Iñaki Urdangarín tiene arraigo en Ginebra y no lo tiene en Vitoria, junto a su familia, o en Barcelona, donde él y su esposa siempre han querido residir. Lo entendería si el condenado Urdangarín tuviese un trabajo allí o si su familia fuese a quedar en la indigencia si regresasen a España. Pero, si la memoria no me falla, cuando el matrimonio tomó la decisión de establecerse en Ginebra, lo hizo para huir del comprensible acoso de la prensa, sin que la señora Borbón tuviese dificultad alguna para encontrar trabajo en la Fundación Aga Khan, como tampoco lo tendría ahora en retomar el que dejó en la Fundación la Caixa en Barcelona.
No lo entiendo y me escandaliza, como supongo que escandaliza a todos los ciudadanos de cualquier ideología, monárquicos o no, que pagan sus impuestos y se sienten estafados por Iñaki Urdangarín, primero, y por el tribunal que tantas deferencias ha tenido con él, después. Y es que, si la Justicia no debe empeñarse en ser ejemplarizante, porque dejaría de ser justa, si debe esforzarse en dar un mal ejemplo a los ciudadanos, algo que, en este caso, en mi opinión, el tribunal no ha conseguido.
Naturalmente, es difícil encontrar ejemplos de gente humilde que tenga que esperar la casación de su sentencia ante el Supremo. Normalmente, los humildes no tienen dinero para pagar caros abogados que lleven su caso ante el Supremo. Tampoco tienen casa en Suiza, ni les acompañan guardaespaldas que pagamos todos. Sólo se me ocurre poner el ejemplo de un tipo con la misma cara dura y falta de escrúpulos que el cuñado del rey, soez y boquirroto como él cuando se cree a salvo fuera de los focos y al teclado de su ordenador, aunque, en estatura, ambos no son comparables. Estoy hablando de Álvaro Pérez, el "bigotes" de la Gürtel, pero, claro, ni su apellido, su esposa, la familia de su esposa ni su arraigo son los de Urdangarín, por eso el bajo está en la cárcel y el alto paseando por Ginebra.

jueves, 23 de febrero de 2017

LA PEOR DE LAS SOSPECHAS


No puede haber en democracia peor sospecha que la de que uno de los pilares de Estado de Derecho, el de la Justicia igual para todos e independiente no es tal y, por desgracia, esa sospecha acaba de instalarse en la conciencia de quienes creemos en la división de poderes que hace fuerte al Estado y a los ciudadanos. Una situación y una alarma que, salvadas las distancias, evoca los tiempos oscuros en los que, en Italia, se persiguió hasta su muerte en atentado a los jueces Falcone y Borsalino por haber osado llevado ante la ley a los capos de la Mafia.
Ayer, como otros muchos, me fui a la cama con la noticia de que el Fiscal General del Estado, el que fuera magistrado del Supremos, tribunal en  el que se significó por su animadversión contra el ex juez Baltasar Garzón, cuya inhabilitación por su instrucción de los crímenes del franquismo defendió ante la sala que finalmente acabó con su carrera, había emprendido una cruzada contra todos esos fiscales que se habían significado en la persecución de los delitos de corrupción, especialmente contra el fiscal jefe de la Audiencia Nacional, Javier Zaragoza, toda una figura de prestigio internacional por su trabajo contra el terrorismo yihadista y de ETA y, ahora, contra la corrupción, y, con él,  el fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Murcia, que había tenido la osadía de dar su visto bueno a la investigación del caso Auditorio, en la que se acaba de llamar a declarar ante el juez a Pedro Antonio Sánchez, presidente por el Partido Popular de Murcia.
Resulta evidente que hasta ahora la corrupción no había pasado factura al partido responsable, gracias a la aviesa Ley del Suelo aprobada en los tiempos de Aznar en el Gobierno, de los mayores desmanes urbanísticos. Quizá por ello no se había hecho necesaria la demostración de fuerza que ha exhibido el fiscal general contra sus subordinados más significados en el progresismo. Tan evidente como que no son casuales los repetidos robos, con allanamiento incluido, que ha sufrido en los últimos meses el más inmediato colaborador del fiscal, robos en los que ha desaparecido su ordenador portátil y nada más, a pesar de que en el domicilio había dinero y objetos de valor. Algo que puede interpretarse como un intento de hacerse con el material investigado o, salvando también las distancias, como un aviso, similar a aquella cabeza de pura sangre que los Corleone dejan en la cama del productor que se negaba a contratar al protegido de la "familia".
Ojalá sean sólo sospechas y tanto el fiscal general José Manuel Maza como el ministro de Justicia Rafael Catalá puedan dar una explicación coherente y tranquilizadora a lo que está ocurriendo, porque lo anterior, sumado a la vergonzante injerencia del ministro, "vapuleando" a las fiscales que investigaron al presidente Sánchez y manejando en público información y opiniones que deberían ser discretas, sumado a las presiones directa que están sufriendo el cesado Manuel López Bernal y sus familiares, resucitando contra ellos asuntos, como la tala de árboles, presuntamente protegidos, en su finca, ocurrida hace treinta y tantos años y, supongo que rebuscando en su basura, sus armarios y sus cajones.
Presiones y acosos que, pese a haber sido denunciadas ante la Fiscalía General y la Delegación del Gobierno no han sido investigadas, tal y como daba a entender el fiscal Bernal en la sobrecogedora entrevista que daba esta mañana a Pepa Bueno en la Cadena SER, no han sido investigadas ni, mucho menos, corregidas, De momento y, tras la emisión de la entrevista, el grupo socialista en el Congreso ha solicitado la comparecencia inmediata ante el Parlamento de los ministros de Justicia e Interior, del Fiscal general del Estado y del propio cesado y acosado fiscal Bernal.
Sólo espero que las comparecencias solicitadas por Antonio Hernando sirvan para algo más que para que unos y otros se tiren los trastos a la cabeza y que, de ellas o de sus consecuencias, salga el firme propósito de reforzar y proteger a quienes, desde sus puestos de trabajo, llevan a cabo tan importante labor de protección de nuestros derechos y bienes.
Únicamente dejando trabajar a los fiscales y reponiendo a los cesados sin que sobre ellos o su labor puedan hacerse reproches, disiparían la esta terrible sospecha, la peor de las sospechas, de que se les ha presionado y se les cesa por haber molestado al PP que, ahora sí, está sufriendo las consecuencias de su corrupción de años. Demasiadas molestias para salvar el culo de quien, como Pedro Antonio Sánchez, dice no haber cometido ningún deluto.

miércoles, 22 de febrero de 2017

LA MANO, LA PATA Y LA PASTA


Que el Partido Popular se esfuerza en disfrazar la verdad o en disimular torpemente sus "pecados", como haría un colegial, que viene a ser lo mismo, no es ningún secreto. El lunes, el presidente de Murcia se descolgó con eso de que acudiría ante el juez para aclarar el feo asunto, añado yo, del auditorio de Puerto Lumbreras, como si aclarar y declarar fuesen sinónimos, como si el amor o los bienes pudiesen aclararse en vez de declararse. Ayer, los encargados de tratar de confundirnos con sus consignas de argumentario fueron Rafael Hernando, perfectamente coordinado con el coordinador Fernando Martínez Maillo, repitiendo casi al unísono que "no es lo mismo meter la mano que la pata", como si las acusaciones que pesan sobre Pedro Antonio Sánchez y otros como él fuesen simples errores y no las trampas a que nos tienen acostumbrados.
No es de recibo que pretendan hacernos creer que un alcalde, ministro o presidente de comunidad no sepan que hacen con el dinero de los contribuyentes ni, mucho menos, que no se rodeen de todo un ejército asesores que les indiquen qué pueden hacer, qué no y cómo. Pero, aun dando por buena la falta de malicia de los responsables de estos asuntos que acaban en los tribunales -yo tiendo ponerla en duda- lo que no estoy dispuesto a admitir es que los deslices de los políticos acaben por no tener consecuencias.
Esas decisiones, aunque sean simples errores sin mala intención, especialmente si tienen que ver con la caja, acaban repercutiendo en el bienestar de los ciudadanos, en su salud, en su educación o la de sus hijos, en su seguridad y en la asistencia que se debe a sus mayores. Así, por ejemplo, no puedo creer que un ciudadano de Puerto Lumbreras prefiera un auditorio municipal, pagado por encima de su coste y cerrado porque fue entregado por la constructora y recibido por el alcalde sin terminar, s disponer de aulas y profesorado para sus hijos o parques y residencias para sus mayores.
No. En estos asuntos no hay errores inocentes. Cuando se opta por la oferta más cara, por una oferta inverosímil o por recibir unas obras apresuradas, en las que lo único que parece importar es llegar a tiempo y cortar cintas o descubrir placas antes de las elecciones.
No puedo creer, por ejemplo, que el ministro de Fomento socialista José Blanco ola Xunta de Galicia sean inocentes y se vayan de rositas después de un accidente ferroviario, el del Alvia en Androis, con decenas de víctimas mortales, un accidente evitable si el tren y la vía hubiesen sido compatibles y las medidas de seguridad las precisas. Pero no. Había que cortar una cinta y llevar la alta velocidad o casi a Galicia antes de las elecciones.
Lo mismo que ocurrió con el tenebroso viaje del Yak 42, un avión inaceptable para traer a nuestros soldados a casa, viejo, mal mantenido, en manos de una tripulación agotada, cuyo único mérito fue el de ser el más barato y permitir a unos cuantos militares corruptos lucrarse, bajo la mirada no sé si cómplice de un ministro sin escrúpulos ni sentimientos.
Son sólo dos ejemplos, quizá los más descarnados, de que, en ocasiones, meter la pata puede ser tanto o más grave, casi criminal, que meter la mano en la caja, porque hay muchas maneras de lucrarse, no sólo llevándose la pasta, también deslumbrando a los vecinos con un auditorio caro e inútil, con un tren sin las medidas de seguridad exigibles o con un avión asesino. En ocasiones, sobre todo cuando el que lo hace ha sido elegido para gestionar lo de todos, meter la pata en asuntos de pasta puede llegar a ser más grave que meter la mano en la caja, pese a lo que diga el pulcro Albert Rivera, autor al parecer de la frase prestada al PP.

martes, 21 de febrero de 2017

APLAZAR LA VERDAD


Todos lo hemos hecho alguna vez. Quién no se ha escondido alguna vez de la realidad inapelable y dolorosa, aplazándola. Lo hacen los niños que fingen estar enfermos para no tener que ir al colegio que temen o que no les gusta. Lo hacen los estudiantes que renuncian a presentarse a exámenes para los que no se sienten preparados y lo hacen, es evidente, todos los partidos que aplazan la verdad que les incomoda, disfrazándola una y otra vez, a la espera de que un resultado electoral les "indulte" de sus pecados. Lo hacen todos, pero, si hay que buscar un especialista, el especialista es, sin duda, el Partido Popular.
No hay, no ha habido, en España un partido político que haya acumulado tantos asuntos y tan graves en los juzgados como los acumula el PP. Y, si esto es así, es porque el partido de Aznar y Rajoy se ha especializado en aplazar, mediante recursos, aforamientos, desaforamientos y otras triquiñuelas jurídicas "made in Trillo", casi todos los asuntos que tiene en los juzgados. Lo ha hecho con el caso "Gürtel" que, a la espera del recurso ante el Supremo, lleva ya nueve años en los juzgados y lo hace con cualquier otro asunto que ponga en peligro sus gobiernos y a los hombres y mujeres que los encarnan, Sin embargo, en ocasiones, ese afán protector ha llevado a poner en entredicho al quienes como el propio Rajoy se han visto obligados a empeñar su palabra para alcanzar un gobierno que las urnas, por fin, les habían negado.
Rajoy, para apuntalar su permanencia en La Moncloa, se vio obligado a aceptar el trágala que le impuso un Ciudadanos crecido, entre otras cosas, porque tenía los diputados que el PP necesitaba para formar gobierno, un trágala que se materializo, entre otros muchos, en el compromiso de forzar la dimisión de sus cargos públicos en el momento en que fuesen llamados por un juez a declarar como investigados, léase imputados.
Le acaba de ocurrir al presidente murciano con asuntos pendientes ya desde su etapa como alcalde de Puerto Lumbreras que, pese a esa hipoteca, fue incluido en las listas a las autonómicas, las ganó sin mayoría absoluta y se vio obligado, como Rajoy, a firmar su propio trágala con Ciudadanos o, lo que es lo mismo, aplazó unos meses la verdad procesal de la primera imputación de las que le esperaban, en esta ocasión por la adjudicación irregular de un auditorio municipal ruinoso que recibió de los constructores sin estar terminado.
Pero no temáis, no. A Pedro Antonio Sánchez, que así se lama el señor presidente, no le preocupa el asunto, no le preocupa el asunto ni le preocupa la verdad. No le preocupan, porque, aunque se trate de hechos palpables, las palabras se pueden disfrazar y, por más tajantes que fuesen las condiciones que le impuso Ciudadanos, siempre se pueden encontrar fisuras y vericuetos por los que escabullirse de lo firmado, que no fue otra cosa, él mismo lo dijo, que marcharse si el juez le llamaba a declarar como investigado.
Demasiados obstáculos los que viene dejando el PP en su camino, como para poder gobernar aquí y allá sin sobresaltos, demasiados campos de minas como para encontrar candidatos sin pasado, con la conciencia tranquila y sin hipotecas. Quizá por eso Rafael Catalá, el más marrullero de los ministros de Justicia que ha tenido este país, ha identificado al enemigo que, para él, no es otro que todos esos fiscales empeñados en cumplir con su deber de identificar delitos y delincuentes, sean estos quienes sean, y, para combatir a ese enemigo, que quiere llevar al banquillo al mismo presidente de Murcia por ser una pieza del "caso Púnica" y que ya vapuleó en las ondas la pasada semana, ha emprendido, de la mano del fiscal general que debería ser del Estado, pero parece sólo suyo, una purga por la que se va a descabezar la carrera fiscal, especialmente allá donde es más díscola o incontrolable.
Su amigo Pedro Antonio puede estar tranquilo, el ministro vela por su tranquilidad, porque seguro que ya le ha buscado, como hizo en el reciente congreso del partido, para comunicárselo. Lo que no saben uno y otro es que la verdad es contumaz y que, por más que se disfrace, la mentira tiene las patas cortas, Así que, a aplazar la verdad, a aguantar dos años más en el cargo para que las urnas le absuelvan, como vienen absolviendo a sus compañeros de partido y castiguen, dejándoles sin fuerza para hacer cumplir lo firmado, a sus socios de Ciudadanos.

lunes, 20 de febrero de 2017

GABILONDO TIENE RAZÓN


Sin duda. Gabilondo, en este caso Ángel, tiene razón. Llevamos dos días hablando de que Errejón será el número uno de la lista de Podemos en las próximas elecciones autonómicas de Madrid y se nos olvida que el hecho más trascendente y ya inapelable del Consejo Ciudadano celebrado el sábado es que el hasta ahora portavoz en el Congreso ha sido cesado, cesado y sustituido por alguien que, al menos en mi opinión, no tiene el peso que tenía aquel al que sustituirá.
Escribo esto y, nada más escribirlo, pienso si debería arrepentirme por haber osado discutir los deseos del triunfador de Vistalegre II y haber minusvalorado la capacidad de una mujer frente a la del díscolo disidente, Íñigo Errejón. Sin embargo, es lo que pienso y, como tal lo escribo: prefiero mil veces la solvencia y  la capacidad negociadora de Errejón a la equívoca voz temblorosa de quien fue señalada hace año y medio, antes de las primeras elecciones, cuando las encuestas pintaban de color de rosa, por un crecido Pablo Iglesias, como su particular Soraya Sáenz de Santamaría, ministra de la Presidencia y vicepresidenta de su gobierno, un gobierno que nunca tuvo más cercano que entonces, porque, desde ese día hasta ahora, en encuestas y comicios ha ido perdiendo el favor de los ciuddanos.
No sé qué tiene el poder que, cuando se tiene, transforma a la gente o, más bien, hace que la gente se quite su disfraz, dejando al descubierto sus más bajas pasiones, convirtiéndola en ambiciosa, pero de cosas pequeñas, eligiendo las más de las veces ser la cabeza del ratón antes de la cola del león.
Oscuro, pero nada misterioso viaje, en el que se opta por la fidelidad y el seguidismo de personajes de la misma Irene Montero y el turbio Ramón Espinar o el sectarismo de Juan Carlos Monedero, frente a la brillantez y el posibilismo de Errejón.
No sé qué pasará de aquí a que se convoquen las próximas autonómicas dentro de dos años, no sé siquiera si Iglesias seguirá al frente de un podemos cada vez más fiel, pero, para quienes le votamos y probablemente le votemos, más frustrante y desencantador. Sólo sé, mejor dicho, sospecho y deseo que, allá donde vaya, Errejón cumplirá lo que se espera de él. Del mismo modo, estoy convencido de que esté último golpe de Iglesias a la pluralidad en su partido puede tener consecuencias que el amado, y votado, líder no ha calculado bien.
Creo que no ha calculado y, si lo ha hecho, ha despreciado la posibilidad de que el partido en Madrid y sus aliados no acepten una imposición tan antidemocrática, más propia de Mariano Rajoy que del secretario general de un partido que se dice construido desde la base ¿Qué ocurriría, por ejemplo, si las bases de Podemos en Madrid, representadas en un consejo que controla Ramón Espinar, rechazan la candidatura de Errejón? Éste estaría en su derecho de sentirse traicionado y quién sabe si de crear una escisión en el partido ¿Qué ocurriría si, por el contrario, Errejón mejora los resultados ý rompe el techo del partido en Madrid con Iglesias como cabeza de lista? ¿Cómo habría que asumir y resolver la precipitada defenestración de quien tendría el apoyo de los electores?
Creo que Errejón tiene todas las de ganar y Pablo Iglesias, que, entre hacer que crezca el partido y uniformarlo ha optado por esto último, tiene mucho que perder. El tiempo que, al final, todo lo pone en su sitio nos dará de respuesta. De momento, creo, como Ángel Gabilondo, que lo importante es que, pudiendo haberse evitado, a Íñigo Errejón, le han cesado como portavoz de Podemos en el Congreso y que su llegada a Madrid podría hacer posible que la izquierda vuelva a gobernar Madrid..

viernes, 17 de febrero de 2017

LA JUSTICIA, UN MUNDO RARO


Qué destina esta foto de la hermana del rey y su marido, saliendo del tribunal, de esas otras a las que nos tenía acostumbrados el HOLA.  Habrá quien piense y con razón que esa y otras fotos parecidas, dentro y fuera de los juzgados y el tribunal donde se celebró el juicio son ya por sí mismas un gran triunfo de la Justicia y que lo son, o sólo por un malsano espíritu de venganza, una satisfacción para ese rebelde republicano que, en mayor o menor medida, muchos españoles llevamos dentro. Pero no sólo por eso, en absoluto, porque no debemos olvidar que esas fotos son, de alguna manera, el trofeo, decir botín le restaría dignidad, de una larga batalla, en la que ha quedado demostrado que la Justicia, hoy con más mayúsculas que nunca, antes o después alcanza a todo el mundo.
Se lo debemos a un juez "de provincias", el cordobés José Castro, que desde su juzgado mallorquín tiró de todos los hilos de un caso, el Palma Arena, hasta dar con la familia real, sin "arrugarse" ante el hallazgo y soportando contra viento y marea todas las presiones y han sido muchas que ha tenido que soportar dentro y fuera de su juzgado, incluida esa incomprensión del fiscal del caso que ha preferido creer en una infanta incauta enredada "por amor" en los chanchullos de su esposo antes que reconocer que la infanta, con una excelente educación pagada por todos y cada uno de nosotros, es una persona adulta, preparada y responsable incapaz de firmar nada que no conociese, consciente de que el lujo de que disfrutaba tenía un origen lícito y celosa de que su marido no comprometiese el buen nombre de su familia, abusando de su posición como yerno entonces y cuñado hoy del rey de España.
A menos de dos horas de que la sentencia del caso Noós, el nombre de la fundación empresa con que Iñaki Urdangarín se "forró" y que leído suena como ese plural mayestático tan querido de las casas reales de otra Europa y otro tiempo, prefiero no conocer todas y cada una de las penas impuestas a los condenados y lo prefiero porque, sinceramente, me basta con haber llegado hasta aquí, me conformo con haber podido ver a un ministro, a militantes y cargos del PP y a una infanta de España con su marido y el socio de éste sentados en el banquillo de los acusados y respondiendo o delatándose con su silencio a las preguntas del tribunal.
Me reconforta, especialmente un día después de haber asistido al lamentable espectáculo de tener que escuchar como un ministro, un ministro de ese mismo reino del que Cristina de Borbón es infanta, criticaba sin piedad y sin rubor y amenazaba veladamente a las dos fiscales, de "base" remarcó no sin desprecio el ministro Catalá, por haber osado proponer la investigación, que es como se denomina hoy la imputación, del presidente de la Región de Murcia, Pedro Antonio Sánchez, por intentar sin conseguirlo, contratar un servicio para mejorar su reputación en la red con una empresa ligada a la red Púnica "montada" por el que fuera número dos de Esperanza Aguirre, Francisco Granados, hoy y desde hace más de dos años en prisión como responsable y creador del entramado corrupto.
El ministro, Rafael Catalá, que llegó a la cartera de Justicia desde la secretaría general de una de las empresas punteras del sector del juego en España, se la jugó, porque nunca un ministro de Justicia había osado en España mostrar tantos comportamientos ilegales en España, porque, con su cara de empollón, descargó toda su ira contra quienes sólo cumplían con su deber, sino que pasó por alto el hecho de que el presidente murciano tuviese conocimiento del criterio no hecho público de cuatro magistrados del Supremo sobre su caso.
Está claro que al Gobierno no le gusta ver a sus amigos en el banquillo, sean o no condenados por el tribunal, y que están dispuestos a todo antes de consentirlo y que lo de ayer no fue más que un aviso para navegantes, para que nadie ose "jugarse" la carrera, sentando o proponiendo sentar a los amigos del gobierno ante un tribunal. Por eso tiene más mérito aún si cabe la perseverante y discreta labor del juez Castro, del que. sin duda, quienes desde ese "mundo raro" que es el de la Justicia, creen más en ella y la cuidan más que defienden y "cuidan" su propia carrera.

jueves, 16 de febrero de 2017

TRUMP ESTÁ SOBRANDO


Los guionistas de Hollywood que tan acostumbrados nos tienen a sus inverosímiles historias no hubiesen sido capaces de imaginar para su país a un presidente tan caótico y nefasto, un presidente que, si pudiese ser tomado a broma, sólo sería capaz de interpretar el histriónico Rowan Atkinson que encarna en la pantalla Mr. Bean.
De todas las definiciones que de él se han hecho la que quizá le sienta como un traje, un traje bien cortado y no como los suyos, por cierto, es la de "niño malcriado", una especie de Macaulay Culkin de setenta años, poco acostumbrado a recibir noes como respuesta, un tanto paranoico, empeñado en interpretar ese papel de supe jefe especializado en despedir gente que los guionistas de la televisión diseñaron para él.
Trump ha entrado en la Casa Blanca como elefante en cacharrería y ha acabado en unas semanas con las esperanzas de quien pensaban que el cargo se impondría al personaje, demostrando que, en su cerebro apenas cabe algo más que su yo y los asuntos de sus hijos y sus negocios. Las que, desde luego, no le caben son las reglas del juego de la diplomacia y la discreción. En él, todo son aspavientos y, en sus manos, el smartphone es yanto o más peligroso que el maletín de los códigos para las armas nucleares, porque, con sólo los ciento cuarenta caracteres de su tuiter, es capaz de echar abajo horas y horas de negociaciones y años de buenas relaciones.
Está claro que sólo atiende a quienes cree sus amigos y que, como todos los ególatras, se comporta como lo que son, personajes inseguros e inestables, capaces de decir una cosa y la contraria en un abrir y cerrar de ojos, mostrando eso sí una firmeza aparente que nada tiene que ver con la de quien tiene todos los datos y una opinión.
Ayer, al sol de una terraza en el barrio de La Latina, mi amigo Chema Patiño mostraba su extrañeza por lo poco que parecen preocuparen España este personaje y sus hazañas y, bien mirado, tiene razón, porque si no cambia de actitud o se le pone remedio a su caprichos actitud, son muchas las cosas que estarán en juego y no sé si para bien o para mal, cosas que van desde la Unión Europea a la OTAN tal y como las conocemos y cuya desaparición o transformación llenarían de gozo al maliciosamente inteligente Vladimir Putin, amiguito del alma del estrambótico Trump, del que se fía más que de sus servicios de inteligencia.
Mal asunto, porque, acunado por las promesas del líder ruso o del indeseable Netanyahu, Trump está poniendo patas arriba y en peligro todo el sistema de equilibrios en el que hemos aprendido a vivir, un sistema que no defiendo en absoluto, porque nos ha llevado a esas guerras enquistadas que tanto dolor han traído aquí y allí. Mal asunto fuera de los Estrados Unidos y dentro, porque azuzar y enrabietar al gigante chino puede traer consecuencias, siempre malas, para los estadounidenses y para el resto del mundo, ya que en manos de China está gran parte de la deuda de Estados Unidos y todos sabemos que un estornudo allá es un catarro para el resto del mundo, al menos de ese mundo que llamamos occidental.
Lo de Trump es demasiado peligroso. Ya nadie duda que su principal ariete contra Hilary Clinton, los famosos correos electrónicos fueron puestos en sus manos por la inteligencia rusa, con la que, por cierto, mantienen, al parecer, muy buenas relaciones los asesores del exótico presidente. Ya nadie duda de ello y tampoco las agencias de inteligencia, de las que se dice que tienen pruebas de las más que buenas relaciones entre Moscú y los asesores presidenciales. Nadie duda, hasta el punto de que estas agencias estarían reservándose determinadas informaciones que no llegarían al presidente por el elevado riesgo de que acabasen en manos rusas.
De por medio hay demasiados intereses en el equipo de Trump, que ha entregado la Secretaría de Estado a un empresario del sector del petróleo, inspirador de la política exterior y de Defensa de los Estados Unidos en las últimas administraciones republicanas. Sin embargo, lo de ahora es demasiado burdo, tan tosco que no sería de extrañar que el propio partido que no lo quiso, pero tragó con él decida acabar con su presidencia, bien por el procedimiento del impeachment. puesto ya en práctica con Nixon, o por otros más expeditivos, como se sospecha que ocurrió con Kennedy. Lo que ya nadie con dos dedos de frente duda es que Trump está sobrando.

miércoles, 15 de febrero de 2017

A PRISIÓN


Se dice que, en las guerras, la primera obligación de un prisionero es la de fugarse. Yo añado que, si la pena es mucha, casi lo que le queda de vida, digamos autónoma y digna al preso, también. No digamos ya, si, con la condena de trece años ya dictada, se permite al condenado esperar la resolución de su recurso en casa, por más medidas cautelares que se dicten para evitar su fuga.
Esto, que sería "de cajón" y para todos, parece perder vigencia si el preso es de buena familia, tiene padrinos, buenos y caros abogados y su delito es "de guante blanco". Nadie se lo plantea cuando el condenado es un pobre diablo con abogado de oficio que, quién sabe, quizá se vio obligado a robar por hambre o por enfermedad, que otra cosa no son las adicciones.
Reconozco que en esto soy un tanto radical, pero, en mi descargo, he de decir que tengo demasiado presente, más cuando acaban de cumplirse cuarenta años de tanto crimen fascista, asesinato de los abogados de Atocha incluido, en los que personajes "de buena familia", con dinero o con amigos influyentes y generosos, pusieron tierra de por medio mientras esperaban el desenlace de su proceso.
Me diréis que no es lo mismo robar el bolso a una anciana que "apañar" unas contratas o unas obras para unos amigos, que las consecuencias o la violencia empleada en la comisión del delito no son las mismas, y, sin embargo, creo que eso es muy discutible. Me permito decirlo, porque, si, en efecto, el "tirón" al bolso de la anciana puede producirle una caída o una alteración de su salud, también esa continua rapiña en lo público, lo que es de todos, lleva al deterioro y la pérdida de calidad y eficiencia de infraestructuras y servicios, de carreteras, hospitales y centros de salud que, también, dios no lo quiera, que diría la señora del bolso, derivan en dolor y muerte.
Me extraña por ello que voces que tenía por ecuánimes, como la del periodista Ignacio Escolar, hayan criticado la decisión del TSJ de Valencia ordenando la inmediata prisión de Francisco Correa, Pablo Crespo y Álvaro Pérez "el bigotes". Escolar, como los abogados de los condenados, insistieron ayer en que no hay riesgo de fuga, en que, si hubiesen querido, ya se hubiesen ido y en que llevan ya años acudiendo diariamente a firmar en el juzgado correspondiente para acreditar que no han emprendido la fuga.
Menos aún me gustó la comparecencia ante la prensa de Miguel Durán, recurriendo al victimismo y poniendo la ceguera que no le impidió ser el autor del ascenso y caída en el prestigio de la ONCE, crear el imperio Tele 5 para dejarlo en manos de Silvio Berlusconi ni, tampoco, ejercer hasta ahora la defensa de Pablo Crespo, como excusa para no poder elaborar, sin su cliente en libertad, el recurso que elevará ante el Supremo.
Mal lo tienen, o deberían tenerlo, porque no puedo imaginar lo que ocurriría, la alarma social que generaría la fuga de cualquiera de estos tres condenados y los que seguirán su camino a prisión en este caso, porque a la mayoría de ellos les esperan, no sólo esta condena, sino cualquiera de las que les puedan "caer" en el ramillete de casos que aún tienen pendientes de ser juzgados o vistos para sentencia. 
En fin, no creo que unos meses más o menos de prisión vayan a causar excesivo daño moral ni físico a quien tiene ya una condena de doce o trece años y espera otras incluso superiores. Y eso, por más que unos y otros hayan colaborado por la justicia, entre otras cosas, porque, si lo han hecho, ha sido por despecho al PP o por su propia conveniencia.

martes, 14 de febrero de 2017

LA HORA DE MAFO


Le recuerdo en los pasillos de la SER, especialmente en esa escalera que unía las plantas en la que se hacía la radio y la planta en la que, no en toda, se tomaban las decisiones. En aquella época formaba parte del consejo de administración t de las tertulias del Hoy por Hoy que dirigía Iñaki Gabilondo. Le recuerdo, altivo y distante. aunque quizá sólo fuese mi impresión, y recuerdo también que era una especie de oráculo, al que consultaban los compañeros que trabajaban para la sección de Economía.
Recuerdo también a su esposa, Inés Alberdi, que, en ademanes y simpatía, nada tenía que ver con él.
Los apellidos Fernández y Ordóñez, así unidos, significaban mucho para la gente de mi edad, Por su hermano José Antonio, un brillante ingeniero de caminos, pero, sobre todo, por el mayor de los Hermanos, Francisco, brillante ministro que fue ministro, en la UCD y el PSOE, de Economía y Justicia con Adolfo Suárez y de Exteriores con Felipe González. autor de leyes tan importantes como la de la primera gran reforma fiscal o la Ley del Divorcio, y uno de los primeros tránsfugas de nuestra reciente democracia.
Nada tuvo que ver, al menos para mí, con el menor de los diez hermanos Fernández Ordóñez, alumno también del elitista Colegio del Pilar, que ocupó importantes cargos del área de Economía en los gobiernos de Felipe González y en el Fondo Monetario Internacional y que, en 2006, con Rodríguez Zapatero en La Moncloa, fue nombrado gobernador del Banco de España. Momento en el que este señor volvió a mi vida, para cabrearme con su actitud, paternalista y crítica con los trabajadores y los sindicatos, a los que, viendo lo que estaba viendo, comenzó a culpar de los problemas que asomaban ya en el país.
Debo decir que me sentí aliviado y me alegré, cuando ayer tuve noticia de que, por fin, la justicia se avenía a investigar su oscuro papel en la fusión de las cajas de ahorro y la posterior salida a bolsa de Bankia, algo que decidió la Sala Segunda de lo Penal de la Audiencia Nacional, desautorizando al juez instructor, que en repetidas ocasiones se había negado, pese a la existencia de indicios evidentes de su mala práctica como supervisor de la Banca, al autorizar la salida al mercado de las envenenadas acciones de Bankia.
Nunca puede entender que, ante la podredumbre encalada de la banca española, a quien se dejaba llamar MAFO, como si de una agencia gubernamental se tratase, lo único que le preocupaba era el sueldo de los trabajadores, no los bonus ni las cuentas maquilladas de los directivos de las cajas. No sé si esa actitud era sólo soberbia, si era sentimiento de clase, o si era algún tipo de complacencia con antiguos compañeros de colegio, pero, como dicen en mi barrio, "cantaba" bastante.
Por eso me sentiré aliviado cuando, pese a los intentos de evitarlo por parte del PP y el PSOE, tenga que sentarse ante el juez en la Audiencia y ante la comisión de investigación que, con toda seguridad se creará en el Congreso, ahora que la política en España ya no es cosa de dos que se tapan las vergüenzas unos a otros.
Aunque sólo fuese por ver como se le bajan los humos, me llenará de satisfacción conocer de su boca la explicación, si la tiene, para tanta desvergüenza y, si no, me compensará de tanto cabreo inútil saber que su pasotismo ante los desmanes de Rato y CIA y el dolor que han provocado no queda impune. Creo y me gustaría que así fuese que la hora de MAFO ha llegado.

lunes, 13 de febrero de 2017

¿QUÉ VA A SER DE NOSOTROS?


Para ser sincero, he de deciros que, cuando delante de un café y junto a un amigo abrí la pantalla de mi teléfono y me enteré de que Pablo Iglesias y los suyos habían ganado todo en Vistalegre, se me debió notar en la cara que no debió ser muy distinta de la que se paseó mi pobre Errejón durante todo el día de ayer.
No esperaba, la verdad, tal derrota del sentido común. Debe ser porque he vivido demasiado tiempo bajo el hechizo de la casta y me queda como secuela ese "horror vacui", ese miedo al vacío, que no me permite hallar una manera digna y eficaz de abordar los terribles problemas que nos acucian y, sobre todo, nos van a acuciar en un mundo deshumanizado y casi inhabitable.
Me inquieta sobremanera esa frase, a mi modo de ver desafortunada, que se acuñó en el primer Vistalegre y que ahora vuelve a repetirse machaconamente y que define al partido de Iglesias, desde ayer más de Iglesias que nunca, como una poderosa maquinaria de guerra electoral. Me inquieta, porque ganar o perder guerras es lo fácil, lo hacen continuamente los militares, lo difícil es gestionar la paz. Lo fácil es perder o ganar elecciones, lo realmente difícil es hacer rentables para los electores esos resultados.
Reconozco que me ilusioné con la posibilidad de que el realismo de Íñigo Errejón, que parece tener claro que hay vida y trabajo que hacer más allá delas urnas, se impusiese a la épica y la pirotecnia de Iglesias. Pero, claro, ni mis análisis ni mis deseos tienen por qué coincidir con los de la mayoría de los ciudadanos ni, mucho menos con los de los "inscritos" de Podemos. Así que lo que toca ahora es respirar hondo y cruzar los dedos para que esa unidad y esa humildad que predicaba ayer Iglesias se materialicen en algo más que palabras y no tengamos que asistir a otro lamentable espectáculo de laminación como el llevado a cabo por Ramón Espinar cuando, después de ganar las elecciones internas del partido en Madrid, se hizo con el control absoluto del partido en las instituciones y con tres cargos, inatendibles con eficacia, por otra parte, como si de otra María Dolores de Cospedal se tratara.
Y, hablando de Cospedal, en el congreso celebrado por el PP, no hubo sorpresas ni emoción. algo fácil de deducir de un partido triunfante y miedoso que, pase lo que pase, prefiere no moverse para no ponerse a tiro, delatando su posición. Por eso, apenas se habló de la corrupción que hoy les acogota en los tribunales, de la maternidad subrogada ni de nada que pudiese dar a entender que en el partido de los charranes existe la más mínima disidencia.
Por si fuera poco, la Susana Díaz dejó de ser por unas horas la presidenta andaluza, para aparecerse en carne mortal ante un florido grupo de alcaldes de su partido y despejar sin hacerlo del todo cualquier duda que hubiese sembrado su silencio sobre su intención de tomar a las claras y sin tapujos las riendas de su partido. Lo hizo con esa sinuosa manera de hablar de que hace gala elevando y bajando tonos y velocidades, reptando casi en su discurso y subrayando, como si no lo supiéramos ya, que los que le gusta es ganar,
De modo que, éste que acabamos de pasar ha sido un mal fin de semana para mí, porque ninguno de los resultados en juego, unos más esperados que otros, encajan en mi quiniela y me dejan un tanto desolad y desesperanzado, porque qué va a ser de nosotros si, entre un partido, el PSOE, que dice y sus militantes así lo creen, ser de izquierdas y el otro, el que pretende redimirnos desde la izquierda se abre una brecha, un foso, imposible de atravesar al menos en dos legislaturas. Por eso, desde la mayor de las desesperanzas, insisto en mi pregunta que, más que serlo, es una queja ¡qué va a ser de nosotros!

viernes, 10 de febrero de 2017

EL APRENDIZ DE BRUJO ESTÁ NERVIOSO


Nunca me gustó mucho Pablo Iglesias. Admito que la primera vez que le vi, creo que, en uno de esos programas de La Sexta, en los que un joven de pelo largo, frío como un témpano se enfrentaba a tipos como Inda o, no lo recuerdo bien, Granados, me produjo, más que simpatía, inquietud. Pero entendí que podía encauzar toda esa insatisfacción a la que el sistema de partidos, la crisis, los desahucios, los recortes y las soluciones egoístas que el PP, con la ayuda imprescindible de un PSOE caduco y en descomposición, entendí, aunque no a la primera, que Podemos, el partido que nos sorprendió en aquellas elecciones europeas, podía ser una magnífica alternativa a ese "voto útil" que tanto daño nos había hecho, consagrando un bipartidismo malsano que a punto estuvo de acabar con la democracia, si es que no llegó a hacerlo.
Tampoco me gustó y no es la primera vez que lo escribo esa coreografía tan cursi, de exhibición de gestos y cánticos de izquierdas, pero tan cursi, casi monjil, de sus mítines. Tampoco su puesta en escena, a caballo entre las estrellas del show business y los barbudos de Fidel. Una puesta en escena que me producía y me seguirá produciendo sonrojo e inquietud, porque, la gente que me conoce lo sabe, creo que lo que es es y no hace falta representarlo continuamente y que, cuando es necesario representarlo es porque no es.
Y así ha sido, porque tanta camaradería, tanta hermandad, tanto abrazo y tanto beso escondían una realidad de tensiones, envidias y conjuras que harían temblar al mismísimo Nicolás Maquiavelo por su obscena impudicia y que han recelado que el partido de las sonrisas y las canciones de boy scout, más que una piña, era una jaula de grillos. Una olla que saltó por los aires en el momento en el que Pablo Iglesias´, después de su estrepitoso fracaso en las segundas elecciones generales, emprendiese su particular caza de brujas, deshaciéndose de Luis Alegre, para sustituirle por Pablo Echenique, con un perfil mediático más alto y amable, del que ya no disfruta.  De entonces a ahora, el autoritarismo de Iglesias, el puño de hierro que esconde tras su guante de seda y su empeño en anular cualquier tipo de oposición o disidencia, más propio del peor estalinismo que de un partido tan joven e ilusionante.
Un comportamiento, posterior al desgaste que le produjeron ante su electorado, si no las verdaderas intenciones de la frustrada negociación con Pedro Sánchez, sí la puesta en escena que le hizo aparecer más como verdugo que cómo víctima.
Ese fue el punto de inflexión, la arista en la que se separaron los planteamientos de Errejón, partidario del posibilismo que haría crecer al partido, atrayendo a nuevos electores, incluso moderados, frente a ese encerrarse en sí mismo de Iglesias y los suyos, que, como si nunca hubiese aprobado las "mates", pretende llegar al gobierno monopolizando una izquierda al margen del PSOE que nunca ha bastado para gobernar este país.
Iglesias y Errejón, amigos del alma en los primeros tiempos, llegan a la asamblea de Vistalegre II, no sólo divididos, sino seriamente enfrentados, con dos planteamientos de partido y dos personalidades que, ahora que se han desatado los demonios, vemos radicalmente distintos, En apenas tres días nos dirán el resultado. En apenas tres días sabremos qué hará Iglesias con su escaño y su secretaría general si pierde frente a Errejón. En apenas tres días sabremos si, por el contrario, el chantaje de Iglesias, su infantil "me voy si no gano", surte efecto. De momento, quiero creer que la aparente sensatez de Errejón está convenciendo a los inscritos y lo creo porque a Iglesias le están traicionando los nervios, culpando a los demás, como haría un niño pillado en renuncio, de sus travesuras. Sin ir más lejos, esta misma mañana, ante la evidencia del intento admitido por el decepcionante Echenique del intento de cambiar el sistema informático de votación en la asamblea para admitir el voto a las listas plancha tan queridas por Iglesias.
El lunes sabremos en qué queda todo esto. Yo quisiera como resultado un Podemos lo más unido posible, capitaneado por Errejón y su equipo, porque necesitamos un Podemos grande y capaz de transformar este país y para bien, respetando la libertad de todos, Lo que ya podemos afirmar es que el aprendiz de brujo que consiguió cinco millones de votos en junio, para, después, perder un millón en noviembre, ha perdido el control de las pócimas y la varita mágica y está nervioso. Si no. cómo explicar que, para responder a una pregunta sobre lo dicho por Echenique, apele al fantasma de la manipulación y se revuelva contra PRISA y el despido de Ignacio Escolar. Creo que el análisis más lúcido que se ha hecho de la dicotomía Igleias-Errejón lo hizo hace meses Eduardo Madina, cuando dijo ante sus compañeros de grupo parlamentario que el peligro para el PSOE estaba en Errejón, dando a entender que un Podemos con Pablo Igleisas no iba a crecer.

jueves, 9 de febrero de 2017

NÁUSEAS


Hay días, y estos últimos lo están siendo, en los que la poca o mucha fe que uno pueda tener en lo que pomposamente llamamos Estado de Derecho se desmorona. Una de las bases de esa forma de Estado, la mejer posible es la cesión que cada individuo hace de su derecho a defenderse para que sea el propio estrado, con sus aparatos de seguridad y justicia para que le defiendan. De hecho, en el Estado de Derecho, el monopolio de la violencia, que no sólo consiste en reprimir manifestaciones, se pone en manos de las fuerzas de seguridad, porque se les supone supeditación a las leyes y, cómo no, a los procedimientos que marcan esas leyes.
Pero no siempre es así. A veces, un guardia civil se excede en y se desata en amenazas e insultos para con un detenido, como en el reciente caso de la detención de un activista anti taurino, del que, esta vez sí, hemos tenido noticia por la existencia de una grabación de los mismos o, mucho más siniestro y desmoralizador, el salvajismo de los gendarmes que en los alrededores de París molieron a palos y violaron con una de sus porras a un joven negro al que habían detenido.
Sin embargo y siendo gravísimos estos gravísimos abusos, que otra cosa no son, y aunque me temo que sean más frecuentes de lo que cabría imaginar, lo que está demoliendo mi fe en ese estado por el que tanto hemos luchado es todo lo que, a cuenta de esa "guerra de comisarios", no sé si debería decir de ratas, que se ha desatado en eso que llamamos las cloacas del estado. Una guerra que siempre ha existido, incluso entre los distintos cuerpos de las Fuerzas de Seguridad del Estado, Policía y Guardia Civil, pero que, ahora, se ha desatado en el seno de la propia Policía, en la que familias ¿camarillas? del cuerpo han encontrado en las páginas de determinada prensa el escenario para dirimir sus muchas y, al parecer, graves rencillas.
Lo malo -o quizá lo bueno- es que, gracias a esas rivalidades, desatadas abiertamente con el siniestro Jorge Fernández Díaz al frente del ministerio, estamos teniendo noticia del funcionamiento de esas hediondas cloacas, para las que la prensa es el aliviadero por el que rebosa toda la basura que flota en ellas. Lo peor es que, en contra de lo que debería ser, comprobamos que la cúpula de esa Policía que pagamos todos y en la que la mayoría de la plantilla está formada por buenos profesionales, la ocupan mandos que trabajan, no para la mayoría o el bien común, sino para aquellos que les han colocado en lo alto.
Las declaraciones de quien fuera director operativo de la Policía, el ya jubilado comisario Eugenio Pino, al diario LA RAZÓN, quejándose de que los jueces, especialmente el que le negó la orden de detención para los Pujol, por su excesivo garantismo, ponen los pelos de punta. Sobre todo, si aclara que las pruebas que presentaron al juez o eran sino sendos "pantallazos" fotografiados por policías españoles en un banco suizo. Pantallazos que, por cierto, recuerdo haber visto en alguna portada de periódico antes de que fuesen llevados ante el juez, siguiendo el avieso protocolo que dejaron al descubierto las grabaciones de las conversaciones del ministro Fernández Díaz con el jefe de la Oficina Anticorrupción de Cataluña. Unas revelaciones de las que pudimos deducir que existía una unidad especializada de la policía, la llamada policía patriótica, que trabajaba por encargo y a las órdenes directas del ministro, obedeciendo a intereses partidistas, en este caso en contra de los partidos nacionalistas catalanes.
Eso es lo más terrible de todo lo que estamos conociendo, que se abre ante nosotros un mundo, probablemente heredado de otros tiempos, en el que la Policía, algunos policías, trabajan en la fabricación de pruebas obtenidas ilícitamente, con el concurso de agencias de detectives y prensa poco seria, claramente dirigidos por cargos políticos, que ponen en duda, no sólo el resultado de laboriosas investigaciones policiales y judiciales, que podrían invalidarse por el origen ilícito de las pruebas, sino que nos hacen dudar, al tiempo, de que nuestras garantías de ciudadanos de a pie estén a salvo, cando bajo nuestros pies, en las cloacas, corren tan nauseabundas alimañas.

miércoles, 8 de febrero de 2017

EL PASTEL DE AGUIRRE


El mayor bluf de la era Aguirre, que los madrileños estamos pagando con paro, recortes, empleo basura y copago farmacéutico, costó ciento cinco millones de euros, a los que sólo la comisión de investigación creada por la oposición en una Asamblea distinta, con Podemos y Ciudadanos en sus escaños, ha podido seguir la pista. 
El "Campus de la Justicia", el mayor proyecto de la era Aguirre, si olvidamos el "pa' habernos matao" del mafioso y frustrado proyecto de Eurovegas, fue poco más que una borrachera de nuevo rico, en la que las "rondas" se pagaron a tocateja a los mejores estudios de arquitectura, un fin de fiesta del era del ladrillo, del que apenas ha quedado un edificio de dudoso gusto -el "donuts" lo llaman- en medio de un descampado que se pagó, habría que saber a quién, a precio de primera línea de playa en la Riviera francesa.
La comisión, después de bucear en las cuentas del proyecto y de reclamar una y otra vez al gobierno de Cristina Cifuentes facturas y documentos ha comprobado que gran parte de los millones que costó han desaparecido o no están suficientemente justificados, hasta el punto de que el libro mayor del tal proyecto, algo así cono el libro de contabilidad de cualquier empresa, ha desaparecido, puesto que, después de un año buscándolo, la Comunidad de Madrid admite que no lo encuentra.
Puede ocurrir que alguien le hubiese tomado cariño y, en el relevo de administraciones, Aguirre primero, Ignacio González, después, y, por fin, Cristina Cifuentes, hubiese decidido ponerlo a salvo, llevándoselo a su casa, para dejarlo en un altillo, como aquel millón olvidado por Granados en casa de sus suegros. Puede que lo haya hecho y haya olvidado que lo hizo, pero yo, que soy desconfiado, más si se trata de algunos y sus chanchullos, tiendo a creer que el libro, más de ficción que de ensayo, ha corrido la misma suerte que los discos duros de los ordenadores de Bárcenas.
La verdad es que tengo derecho a desconfiar, porque, con demasiada frecuencia, cuando se investigan política o judicialmente las cuentas del PP, desaparecen las pruebas que policías y jueces tienen que reconstruir después.
No entiendo y me asombra que un personaje como Esperanza Aguirre, que ha estado en el centro de tantas y tantas corruptelas acaecidas en el territorio que gobernaba con mano de hierro, de tantos feos asuntos como se han dado en el partido que presidía en Madrid, no se haya enterado de nada. No entiendo que tenga el cuajo de decir que no se ha enterado de lo que la prensa publicaba ayer sobre la desaparición de las cuentas del "Campus de la Justicia" de Madrid, una ogra tan necesaria como faraónico fue su proyecto, de la que no tengo la menor duda, se ha beneficiado el partido, aunque sólo haya sido por la propaganda que se hizo a su costa, o la gentuza que rodeaba a la condesa.
No exagero, estoy hablando de millones y millones desaparecidos o mal empleados, empezando por una ceremonia de colocación de su primera piedra que costó, mejor dicho, por la que se pagaron millón y medio de euros. La primera piedra de un proyecto que contaba con más jefes que empleados y que se presentó en las cuatro esquinas del planeta, sin haber levantado una sola pared del mismo. Es la guinda del pastel que nos dejó Esperanza Aguirre, para empezar de cero en el Ayuntamiento, que ha convertido en tribuna para sus chascarrillos que, a mí, como diría un castizo, maldita la gracia que me hacen. Sólo espero que más tarde que pronto, esta mujer que tanto daño ha hecho a los madrileños, acabe pagando su pastel.

martes, 7 de febrero de 2017

LA EXTRAÑA PAREJA


Nadie podrá negar que Pablo Iglesias e Íñigo Errejón formaron una extraña pareja. Tan extraña que hoy, sabiendo lo que sabemos, se nos hace, se me hace. difícil creer que han sido siquiera pareja. Escribo esto y, al instante, me arrepiento porque caigo en la cuenta de que, de algún modo, todos hemos tenido amigos, amigos del alma, que, en un momento dado, cuando algo se cruza en el camino de alguno, se alejan y poco a poco deja de serlo, si es que no acaba siendo enemigo. Habrá quien diga que eso que ocurre es lo normal y que eso no es más que el resultado lógico del crecimiento de las personas y también, por qué no, de las organizaciones.
Cuando somos adolescentes, al menos cuando yo lo era, una chica, un equipo de fútbol, una película o un tipo de música bastaban para resquebrajar una amistad inquebrantable. Pasaba siempre. Siempre que. además de la amistad, no hubiese sumisión, siempre que uno no estuviese dispuesto a dejar de ser él mismo, supeditándose al "amigo".
Son las consecuencias de la inmadurez. Pero, ojo, no son la ruptura ni el alejamiento los síntomas de la inmadurez. Lo eran todos esos abrazos y besuqueos innecesarios, esas masas corales que a muchos les cautivaban y a mí siempre me dieron un cierto repelús. Toso eso era, para mí, una especie de farsa tras la que se escondía algo oscuro, el germen de algo agazapado que se desencadenaría en cuanto se diesen las circunstancias para ello. 
Si a todo eso que suele pasar y pasaba en Podemos le añadimos la impudicia de Pablo Iglesias y su necesidad patológica de jugar el papel de hermano mayor, el que dice lo que está bien y lo que está mal, quién juega con qué y cuándo, y lo dice, por desgracia, a su conveniencia, a su imagen y semejanza, tenemos el caldo de cultivo idóneo para que, a la menor oportunidad, todo salte por los aires y se rompan los juguetes en disputa.
El juguete en cuestión es, como siempre ocurre entre quienes se dicen adultos, el poder, el poder que se tuvo en la punta de los dedos y que poco a poco, por soberbia o por miedo a volar, eso nunca lo sabremos, se escapó cuando Iglesias que no parecía tan torpe como para dejarse ver como el villano, rompió la baraja de las negociaciones con Pedro Sánchez, quedando, con razón o sin razón, ante el electorado como el malo de la película.
Dicen que Errejón hubiese preferido una negociación menos rígida, algo que no fuese el todo o nada. Pero se hizo lo que defendía Iglesias y Podemos, con ayuda de los medios, quedó como intransigente y su gesto de hacerle la lista de gobierno a Sánchez como una bravuconada electoralmente nefasta, porque, hasta a mí, que tiendo a barajar causas perdidas, me costó darles el voto en las segundas elecciones generales.
Y con la pérdida de los veinte escaños que se dejaron an la gatera de esas negociaciones, más aún non las malas expectativas de voto en una hipotética llamada a las urnas, como siempre que en casa falta la harina, todo se vuelve mohina, comenzaron las peleas y los quítate tú para ponerme yo, con feos desplantes como los ceses, que ortra cosa no fueron, de Luis Alegre o José Manuel López, al frente de la secretaría de organización nacional y la portavocía en la Asamblea de Madrid. En fin la guerra por el poder, por los cargos. 
Ahora, Iglesias y Errejón, por más que disimulen, que lo hacen o intentan hacerlo, están alejados y de espaldas un a otro, mientras desde sus posiciones se ha desatado una guerra de cartas, comunicados e insidias, en las que a veces se cambia calidad por cantidad, especialmente en esa guerra electrónica en la que la "banda de los cuatro" denunciada hace días por Luis Alegre afila sus teclados contra Íñigo, el amigo del alma que ya no lo es o no lo parece.
No sé qué pasará de aquí al lunes, no sé qué encuestas se publicarán en estos días que quedan antes de la asamblea de Vistalegre, ni que fiabilidad se les podrá atribuir. Lo que sé es que el Podemos del próximo lunes será, ha de ser, muy distinto. Entre otras cosas, porque ya nadie se creerá a tan extraña pareja.

lunes, 6 de febrero de 2017

FASCINACIÓN POR LA PROPAGANDA


Vivimos malos tiempos para la verdad y la razón. Cada día, cada hora, a cada minuto se nos presiona desde uno y otro lado para aturdirnos. La publicidad forma parte de nuestras vidas en el salón de casa, a través de las imágenes de pantalla de nuestro televisor o martilleando desde los altavoces nuestros oídos, en la calle en vallas y carteles, en nuestro teléfono no tan listo o no para quienes se creen tan listos... en todas partes y desde todas partes, por todos los medios, la publicidad trata de sustituir en nuestro cerebro las ideas y los razonamientos que llevan a ellas por sensaciones que no siempre se corresponden con la realidad.
En política, los políticos, lo saben muy bien. Por eso, de toso su entorno, de eso que dicen "staff", el responsable de comunicación, el "publicista" lo llamaría yo, se convierte en la pieza clave de todo lo demás. Y, de alguna manera, lo es, porque es quien "viste" nuestros deseos para transmitirlos a esos que llaman "los ciudadanos", pero que, por desgracia, sólo suelen interesar como electores. También ese responsable de comunicación y su equipo se ocupan de disfrazar lo que sus jefes, quienes les dan el salario cada mes, hacen mal o a regañadientes, de "vestir el muñeco", vamos.
Por eso, hace ya más de una década, y de esos polvos vienen estos lodos, el Partido Popular disfrazó sus ansias por volver al gobierno para hacer los que viene haciendo en estos últimos cinco años. Y la disfrazo de recogida de firmas, de boicot al cava y al fuet catalanes, haciendo creer a la gente sencilla que el deseo de más autonomía por parte de los catalanes recogido en el estatuto legalmente aprobado era una afrenta contra la integridad de su nación. Y lo hizo sin pararse a pensar en las consecuencias o, lo que sería peor, sin que las consecuencias le importasen lo más mínimo.
Ahora, trece años después, el "problema" catalán se ha agudizado, los discursos y diatribas se han enconado y gran parte de los catalanes están convencidos de que todo lo malo que les ocurre es por culpa del "estado español" y de que la única solución es la independencia. Así que, después de tanto tiempo, el problema se ha convertido casi en irresoluble y el enconamiento no podía ser peor, pero, eso sí, el PP lleva cinco años en el gobierno.
Mientras tanto, en el PSOE, que empezó este viaje en el gobierno, en los dos gobiernos, el de Cataluña y el de España, por dejarse llevar por las encuestas, por dejarse arrastrar por el torbellino de encuestas y opiniones tan volátiles e imprecisas como sabemos, fue diluyendo su credo federalista para hacer una política seguidisita de la de PP que, sin darle el resultado apetecido, nadie como el autor original para interpretar una milonga, acabó erosionando al PSC para dejarle en partido casi testimonial.
En "el otro lado", el partido que sacó al PSC del gobierno de la Generalitat, agobiado por todo lo que se estaba conociendo sobre su corrupción y la de alguno de sus dirigentes, entre ellos el gran patriarca Jordi Pujol, volvió a seguir v la táctica de éste defendiéndose tras los símbolos de los envites de la Justicia, envolviéndose en la senyera, ahora estelada, y reclamando como suyo el apoyo de todos los independentistas 
A partir de ahí ese diálogo de sordos que no arregla nada y que aleja cada vez más a la gente de buena voluntad de Cataluña y fuera de Cataluña a la que nada se le ha perdido, salvo el dinero de sus impuestos en las cuentas de CiU. Hoy, después de ese largo tira y afloja al que nos han abocado Mas y su "conversión" al independentismo y el silencio tóxico de un presidente del gobierno de España que se vuelve de espaldas a los problemas hasta que se diluyen o nos revientan en la cara a todos.
Donald Trump tiene como consejero áulico a un periodista de esos que no permiten que la verdad les estropee un reportaje y, por lo que parece, Mas, que hoy se sienta en el banquillo junto a Joana Ortega e Irene Rigau, debe tener otro propagandista de igual calibre muy cerca de él. Alguien que desde las sombras ha coreografiado esa procesión cívica que ha seguido a Artur Mas hasta las escaleras que conducen al banquillo de su martirio,
Lo han conseguido, porque ya no se habla de lo que nos “venden", de lo que los catalanes y los españoles nos estamos jugando sino de lo que aparece en su fascinante propaganda., aunque sea a costa de dar día libre a los funcionarios que deberían trabajar para los catalanes o de tener esperandomás de media hora a algo tan serio en democracia como lo es un tribunal.

viernes, 3 de febrero de 2017

CUATRO BARRAS, TRES POR CIENTO


Otra vez la justicia ha levantado las alfombras de lo que fue Convergencia Democrática de Cataluña y otra vez el viejo calamar, transmutado ahora en Partido Demócrata Catalán, ha soltado su vistosa tinta cuatribarrada sobre los rincones que esconden su basura. Otra vez una operación judicial en la que la policía sólo es y sólo debe ser el instrumento ejecutor de las órdenes del juez es contestada por los investigados con el victimismo del mártir, haciéndonos creer que lo único que se busca es castigar cualquier paso que su partido y los partidos que lo apoyan dan pasos o hacen gestos en torno a lo que denominan "el procés" a la independencia.
Bien es verdad que algunos personajes de la política nacional, como el ex ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, con sus burdas maniobras, poniendo o intentando poner la Policía y la Fiscalía, que son o deben ser de todos, al servicio de los intereses de su partido y su gobierno, no ayudan a quitar la razón a quienes se envuelven en la senyera en cuanto se revisa su pasado chanchullero.
Hacen mal unos y otros o quién sabe si hacen bien, todo depende de lo que persigan, porque, con esas actitudes, lo que consiguen es enconar los ánimos de la gente simple y alejarla del razonamiento que llevaría a la asunción de la realidad y la solución a un asunto que interesadamente, también unos y otros, han sacado de quicio.
Digo todo esto, porque, demasiado a menudo, cuando ya no hay explicaciones para lo hecho, cuando no se quiere hablar de lo que se ha hecho mal, cuando se hace evidente que se ha incumplido la ley, entonces, se sacan los símbolos a pasear y los símbolos no lo explican todo o, peor aún, no explican casi nada. No explican casi nada, especialmente a quienes carecen de datos o de voluntad para entender algunas cosas.
Ayer mismo tuve oportunidad de comprobar esto que os digo. Ocurrió cuando mi padre y yo veíamos en la televisión, un programa de esos más o menos informativos, en los que se habla mucho de todo y muy deprisa. Debo aclarar que mi padre, a sus noventa y tres años y con su oído casi perdido, ve la televisión sin entender apenas lo que se dice en ella, mientras yo, que sí la oigo, con mis castigados ojos, apenas puedo verla. Estábamos en esas y, de repente, mientras se informaba de la operación policial en la que se practicaron registros y detenciones en el entorno de la vieja CDC y a propósito de las comisiones ilegales cobradas por el partido de Mas y Pujol, a cambio de adjudicaciones de los gobiernos presididos por el partido. Y, de repente, vi a mi padre gesticulando y señalando a algo o alguien que aparecía en pantalla y que yo no podía ver. Me acerqué a la pantalla y vi que quien aparecía en ella era Artur mas, al tiempo que me decía "ese, ese, el de...y me hacía el gesto de los cuatro dedos, con que el ex president de la Generalitat se adornó el día que tuvo que declarar ante el juez que, finalmente le ha sentado en el banquillo.
Sólo puedo pensar que es muy triste que mi padre y gente como mi padre identifiquen la ofensa de quien abusó de su poder para chantajear a empresarios y recaudar fondos para su partido, con lo que son símbolos del nacionalismo catalán. Es triste e injusto y, si, a quienes quieren sinceramente la independencia de Cataluña, les queda algo de sentido común, deberían desmarcarse lo antes posible de ese vertedero de corrupción en que parece haber devenid su socio de gobierno.
Sería muy triste que, de ahora en adelante, los cuatro dedos, las cuatro barras de sangre de la senyera acaben identificándose con esa gran estafa del tres por ciento que, durante décadas, mantuvo a CiU en el poder en Cataluña. Si no lo hacen, estaremos en nuestro derecho de pensar que asumen que CiU y su tres por ciento son un mal necesario para sus planes.

jueves, 2 de febrero de 2017

MÁS QUE UNA GUERRA DE EGOS


Algún día, cuando ya no nos duela, quienes creímos y aún creemos en ellos nos atreveremos a contar y a contarnos la historia de lo que pudo haber sido y finalmente no está siendo Podemos. Hoy, a dos semanas de que la formación que ya no es, o al menos eso parece, sólo de Pablo Iglesias, después de Vistalegre 2, su congreso, habrá decidido qué quiere ser de mayor y sus votantes podremos saber si quiere ser una formación caudillista, en la que el secretario general juega a ser "el rey de la montaña", despeñando a todo el que perturbe su ejercicio del poder en soledad y de arriba abajo o si, por contra, ese poder se abre a distintas opiniones y a estrategias que saquen a la única esperanza que le queda a la izquierda transformadora de ese ensimismamiento, ese ombliguismo, que le impide entender que no puede conseguir sus objetivos en solitario, que no cabe el todo o nada, que sólo se puede  hacer política desde el diálogo y que la revolución desde la calle que alguno puede estar soñando ya no cabe en este país.
Entiendo que, tras el éxito de las movilizaciones del 15-M, que por cierto no fueron sólo suyas, y de la oportuna canalización del evidente descontento que revelaban, en aquellas elecciones europeas que les otorgaron carta de naturaleza para quienes entonces no estábamos en su pomada, Podemos se vio con fuerzas para asaltar los cielos haciendo escala en el Parlamento. Y a punto estuvo de conseguirlo, porque aquellos primeros resultados en unas generales fueron los mejores que podía imaginar y que, no sé si por desgracia, difícilmente podrán repetirse. Pero la personalidad de quien no ve más allá de su espejo, o sea, de sí mismo, no casa bien con las concesiones ni con el difícil arte de la negociación. Y es que hay quien se mueve muy bien en la clandestinidad, en la guerrilla que se nutre del golpe de mano y la sorpresa, del efectismo dialéctico oportunamente alentado desde los debates televisivos en los que no hay nada que perder, ni que ocultar, y sí mucho que ganar.
Sin embargo, la realidad del día a día es tozuda y muy distinta, porque, como nos enseña el refranero, no es lo mismo predicar que dar trigo y, si, además, la mayor parte del trabajo parlamentario se hace al margen de los focos, lejos de la brillantez de los plenos, en tediosas comisiones y negociaciones no menos oscuras y aburridas que, difícilmente, saltan a las primeras de la prensa o las cabeceras de los telediarios.
Es entonces cuando el universo se encoge y los "hombres de acción" se sienten atrapados y les llega la necesidad de llevar sus inquietudes de nuevo a la calle, donde basta con predicar y no es preciso negociar ni dar trigo, algo que, por más que Iglesias diga lo contrario, sería incoherente, cuando no incompatible con el ejercicio de la vida parlamentaria. Y no me refiero al trabajo en la calle, en los barrios, en los círculos o en las agrupaciones, siempre necesario sino a esas demostraciones de fuerza tan añoradas, tan dignas de titulares como poco eficaces si la fuerza no se canaliza en el parlamento.
De aquí a dos semanas, las visiones de Iglesias y Errejón, más partidario de la apertura de Podemos y del trabajo parlamentario, se van a medir en Vistalegre, en un proceso precipitado y confuso, creado y modificado a imagen y semejanza de Iglesias, que, aun así, dudando de sus ideas o de sus seguidores más íntimos, ha decidido poner su cara de caudillo al frente de su lista, para no perder el control que quiere absoluto, del consejo, el parlamento, de la organización.

Otra vez, Iglesias se apunta al todo o nada o, mejor dicho, al yo o nadie. En dos semanas sabremos si es su opción la que triunfa o si lo hace la, a mi modo de ver, más sensata y constructiva de Errejón. Para entonces esta guerra fratricida  ya se habrá cobrado la paciencia y la ilusión de dos figuras tan señeras como las de  Carolina Bescaansa y Nacho Álvarez, cansados de tan costoso enfrentamiento. En cualquier caso, gane quien gane, se produzca o no ruptura, aquel Podemos ilusionante se habrá dejado muchos pelos en la gatera de esta que es algo más que una guerra de egos. 

miércoles, 1 de febrero de 2017

CUANDO UN ALCALDE...


Si queréis conocer a alguien de verdad, a fondo, no tenéis más que ponerle un uniforme, a ser posible con galones, o darle un cargo. Y es que el poder, especialmente sus símbolos transforman a la gente y, sobre todo, alejan al que lo ostente del lugar del que procede y lo alinean con sus nuevos semejantes. Eso y que la muerte nos sienta muy bien, especialmente a quienes se mueven en política, son dos verdades incontestables.
Lo acabamos de comprobar en la Federación Española de Municipios y Provincias, que fue ayer sede de una especie de homenaje a la fallecida ex alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, que, meses después de esa repentina muerte que tanto alivió a sus compañeros de partido, recibió el homenaje de quienes, como ella, ostentaron alcaldías, en presencia de familiares y amigos, entre los que estuvo Rajoy, que no desaprovechó el momento para dar su paletada de cal, después de haber vertido sobre ella demasiadas paletadas de arena silenciosa, que era lo que convenía, si no al PP, sí a los dirigentes del PP salpicados por los tejemanejes de Rita y sus compañeros de Valencia.
El homenaje contó con el apoyo de quien la sucedió al frente de la FEMP, el alcalde socialista o así de Vigo, Abel Caballero, al que unía con la ex alcaldesa una relación de amistad y simpatía y unas maneras que sólo da la excesiva permanencia en un cargo, cuando  demasiados vecinos no recuerdan haber tenido otro alcalde y se alcanza esa inercia electoral que lleva a los vecinos a votarle más allá de ideologías y, lo que es peor, de la honestidad de sus gestión, porque el alcalde pasa, como si de un parque, una plaza o una estatua,  a ser patrimonio de la ciudad.
La verdad, me ha sorprendido saber que el homenaje había sido organizado por una entidad en la que deberían estar representado el poder municipal de todos los colores y todos los rincones de España. Me ha sorprendido porque, por mucho que la muerte halla embellecido su cadáver y por mucho que haya movido la fibra sensible de sus "colegas", no creo que haya hecho olvidar sus "hazañas· como para ponerla de ejemplo ante la sociedad.
Pero, claro, como Georges Brassens dejó escrito en su canción "Quend un viconte", los vizcondes o los gendarmes tienen entre ellos más cosas en común de las que imaginamos y por ello cuando un vizconde se encuentra con otro vizconde, de lo que hablan es de cosas de vizcondes, del mismo modo que. cuando un gendarme se encentra con otro gendarme, de lo que hablan es de cosas de gendarmes y, cuando un alcalde se encuentra con otro alcalde, no habla de los problemas de sus vecinos sino de los suyos propios.
No me ha parecido bien ese homenaje, en absoluto, porque dulcifica la imagen de quien, como la ínclita Esperanza Aguirre estaba en el centro de una de las mayores tramas de corrupción que ha conocido este país y, si de algo han de ser ejemplo ambas, es de lo que jamás debe hacerse desde el poder. por muy respaldado que esté por los votantes. Que no, señor Caballero, que ese homenaje ni estaba justificado ni ha sido edificante.