miércoles, 1 de febrero de 2017

CUANDO UN ALCALDE...


Si queréis conocer a alguien de verdad, a fondo, no tenéis más que ponerle un uniforme, a ser posible con galones, o darle un cargo. Y es que el poder, especialmente sus símbolos transforman a la gente y, sobre todo, alejan al que lo ostente del lugar del que procede y lo alinean con sus nuevos semejantes. Eso y que la muerte nos sienta muy bien, especialmente a quienes se mueven en política, son dos verdades incontestables.
Lo acabamos de comprobar en la Federación Española de Municipios y Provincias, que fue ayer sede de una especie de homenaje a la fallecida ex alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, que, meses después de esa repentina muerte que tanto alivió a sus compañeros de partido, recibió el homenaje de quienes, como ella, ostentaron alcaldías, en presencia de familiares y amigos, entre los que estuvo Rajoy, que no desaprovechó el momento para dar su paletada de cal, después de haber vertido sobre ella demasiadas paletadas de arena silenciosa, que era lo que convenía, si no al PP, sí a los dirigentes del PP salpicados por los tejemanejes de Rita y sus compañeros de Valencia.
El homenaje contó con el apoyo de quien la sucedió al frente de la FEMP, el alcalde socialista o así de Vigo, Abel Caballero, al que unía con la ex alcaldesa una relación de amistad y simpatía y unas maneras que sólo da la excesiva permanencia en un cargo, cuando  demasiados vecinos no recuerdan haber tenido otro alcalde y se alcanza esa inercia electoral que lleva a los vecinos a votarle más allá de ideologías y, lo que es peor, de la honestidad de sus gestión, porque el alcalde pasa, como si de un parque, una plaza o una estatua,  a ser patrimonio de la ciudad.
La verdad, me ha sorprendido saber que el homenaje había sido organizado por una entidad en la que deberían estar representado el poder municipal de todos los colores y todos los rincones de España. Me ha sorprendido porque, por mucho que la muerte halla embellecido su cadáver y por mucho que haya movido la fibra sensible de sus "colegas", no creo que haya hecho olvidar sus "hazañas· como para ponerla de ejemplo ante la sociedad.
Pero, claro, como Georges Brassens dejó escrito en su canción "Quend un viconte", los vizcondes o los gendarmes tienen entre ellos más cosas en común de las que imaginamos y por ello cuando un vizconde se encuentra con otro vizconde, de lo que hablan es de cosas de vizcondes, del mismo modo que. cuando un gendarme se encentra con otro gendarme, de lo que hablan es de cosas de gendarmes y, cuando un alcalde se encuentra con otro alcalde, no habla de los problemas de sus vecinos sino de los suyos propios.
No me ha parecido bien ese homenaje, en absoluto, porque dulcifica la imagen de quien, como la ínclita Esperanza Aguirre estaba en el centro de una de las mayores tramas de corrupción que ha conocido este país y, si de algo han de ser ejemplo ambas, es de lo que jamás debe hacerse desde el poder. por muy respaldado que esté por los votantes. Que no, señor Caballero, que ese homenaje ni estaba justificado ni ha sido edificante.

No hay comentarios: