Otra vez la justicia ha levantado las alfombras de lo que
fue Convergencia Democrática de Cataluña y otra vez el viejo calamar,
transmutado ahora en Partido Demócrata Catalán, ha soltado su vistosa tinta
cuatribarrada sobre los rincones que esconden su basura. Otra vez una operación
judicial en la que la policía sólo es y sólo debe ser el instrumento ejecutor
de las órdenes del juez es contestada por los investigados con el victimismo
del mártir, haciéndonos creer que lo único que se busca es castigar cualquier
paso que su partido y los partidos que lo apoyan dan pasos o hacen gestos en
torno a lo que denominan "el procés" a la independencia.
Bien es verdad que algunos personajes de la política
nacional, como el ex ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, con sus
burdas maniobras, poniendo o intentando poner la Policía y la Fiscalía, que son
o deben ser de todos, al servicio de los intereses de su partido y su gobierno,
no ayudan a quitar la razón a quienes se envuelven en la senyera en cuanto se
revisa su pasado chanchullero.
Hacen mal unos y otros o quién sabe si hacen bien, todo
depende de lo que persigan, porque, con esas actitudes, lo que consiguen es
enconar los ánimos de la gente simple y alejarla del razonamiento que llevaría
a la asunción de la realidad y la solución a un asunto que interesadamente,
también unos y otros, han sacado de quicio.
Digo todo esto, porque, demasiado a menudo, cuando ya no hay
explicaciones para lo hecho, cuando no se quiere hablar de lo que se ha hecho
mal, cuando se hace evidente que se ha incumplido la ley, entonces, se sacan
los símbolos a pasear y los símbolos no lo explican todo o, peor aún, no
explican casi nada. No explican casi nada, especialmente a quienes carecen de
datos o de voluntad para entender algunas cosas.
Ayer mismo tuve oportunidad de comprobar esto que os digo.
Ocurrió cuando mi padre y yo veíamos en la televisión, un programa de esos más
o menos informativos, en los que se habla mucho de todo y muy deprisa. Debo
aclarar que mi padre, a sus noventa y tres años y con su oído casi perdido, ve
la televisión sin entender apenas lo que se dice en ella, mientras yo, que sí
la oigo, con mis castigados ojos, apenas puedo verla. Estábamos en esas y,
de repente, mientras se informaba de la operación policial en la que se
practicaron registros y detenciones en el entorno de la vieja CDC y a propósito
de las comisiones ilegales cobradas por el partido de Mas y Pujol, a cambio de
adjudicaciones de los gobiernos presididos por el partido. Y, de repente, vi a
mi padre gesticulando y señalando a algo o alguien que aparecía en pantalla y
que yo no podía ver. Me acerqué a la pantalla y vi que quien aparecía en ella
era Artur mas, al tiempo que me decía "ese, ese, el de...y me hacía el
gesto de los cuatro dedos, con que el ex president de la Generalitat se adornó
el día que tuvo que declarar ante el juez que, finalmente le ha sentado en el
banquillo.
Sólo puedo pensar que es muy triste que mi padre y gente como
mi padre identifiquen la ofensa de quien abusó de su poder para chantajear a
empresarios y recaudar fondos para su partido, con lo que son símbolos del
nacionalismo catalán. Es triste e injusto y, si, a quienes quieren sinceramente
la independencia de Cataluña, les queda algo de sentido común, deberían
desmarcarse lo antes posible de ese vertedero de corrupción en que parece haber
devenid su socio de gobierno.
Sería muy triste que, de ahora en adelante, los cuatro
dedos, las cuatro barras de sangre de la senyera acaben identificándose con esa
gran estafa del tres por ciento que, durante décadas, mantuvo a CiU en el poder
en Cataluña. Si no lo hacen, estaremos en nuestro derecho de pensar que asumen que CiU y su tres por ciento son un mal necesario para sus planes.
1 comentario:
Buen artículo...
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