viernes, 3 de febrero de 2017

CUATRO BARRAS, TRES POR CIENTO


Otra vez la justicia ha levantado las alfombras de lo que fue Convergencia Democrática de Cataluña y otra vez el viejo calamar, transmutado ahora en Partido Demócrata Catalán, ha soltado su vistosa tinta cuatribarrada sobre los rincones que esconden su basura. Otra vez una operación judicial en la que la policía sólo es y sólo debe ser el instrumento ejecutor de las órdenes del juez es contestada por los investigados con el victimismo del mártir, haciéndonos creer que lo único que se busca es castigar cualquier paso que su partido y los partidos que lo apoyan dan pasos o hacen gestos en torno a lo que denominan "el procés" a la independencia.
Bien es verdad que algunos personajes de la política nacional, como el ex ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, con sus burdas maniobras, poniendo o intentando poner la Policía y la Fiscalía, que son o deben ser de todos, al servicio de los intereses de su partido y su gobierno, no ayudan a quitar la razón a quienes se envuelven en la senyera en cuanto se revisa su pasado chanchullero.
Hacen mal unos y otros o quién sabe si hacen bien, todo depende de lo que persigan, porque, con esas actitudes, lo que consiguen es enconar los ánimos de la gente simple y alejarla del razonamiento que llevaría a la asunción de la realidad y la solución a un asunto que interesadamente, también unos y otros, han sacado de quicio.
Digo todo esto, porque, demasiado a menudo, cuando ya no hay explicaciones para lo hecho, cuando no se quiere hablar de lo que se ha hecho mal, cuando se hace evidente que se ha incumplido la ley, entonces, se sacan los símbolos a pasear y los símbolos no lo explican todo o, peor aún, no explican casi nada. No explican casi nada, especialmente a quienes carecen de datos o de voluntad para entender algunas cosas.
Ayer mismo tuve oportunidad de comprobar esto que os digo. Ocurrió cuando mi padre y yo veíamos en la televisión, un programa de esos más o menos informativos, en los que se habla mucho de todo y muy deprisa. Debo aclarar que mi padre, a sus noventa y tres años y con su oído casi perdido, ve la televisión sin entender apenas lo que se dice en ella, mientras yo, que sí la oigo, con mis castigados ojos, apenas puedo verla. Estábamos en esas y, de repente, mientras se informaba de la operación policial en la que se practicaron registros y detenciones en el entorno de la vieja CDC y a propósito de las comisiones ilegales cobradas por el partido de Mas y Pujol, a cambio de adjudicaciones de los gobiernos presididos por el partido. Y, de repente, vi a mi padre gesticulando y señalando a algo o alguien que aparecía en pantalla y que yo no podía ver. Me acerqué a la pantalla y vi que quien aparecía en ella era Artur mas, al tiempo que me decía "ese, ese, el de...y me hacía el gesto de los cuatro dedos, con que el ex president de la Generalitat se adornó el día que tuvo que declarar ante el juez que, finalmente le ha sentado en el banquillo.
Sólo puedo pensar que es muy triste que mi padre y gente como mi padre identifiquen la ofensa de quien abusó de su poder para chantajear a empresarios y recaudar fondos para su partido, con lo que son símbolos del nacionalismo catalán. Es triste e injusto y, si, a quienes quieren sinceramente la independencia de Cataluña, les queda algo de sentido común, deberían desmarcarse lo antes posible de ese vertedero de corrupción en que parece haber devenid su socio de gobierno.
Sería muy triste que, de ahora en adelante, los cuatro dedos, las cuatro barras de sangre de la senyera acaben identificándose con esa gran estafa del tres por ciento que, durante décadas, mantuvo a CiU en el poder en Cataluña. Si no lo hacen, estaremos en nuestro derecho de pensar que asumen que CiU y su tres por ciento son un mal necesario para sus planes.