Nunca me gustó mucho Pablo Iglesias. Admito que la primera
vez que le vi, creo que, en uno de esos programas de La Sexta, en los que un
joven de pelo largo, frío como un témpano se enfrentaba a tipos como Inda o, no
lo recuerdo bien, Granados, me produjo, más que simpatía, inquietud. Pero
entendí que podía encauzar toda esa insatisfacción a la que el sistema de
partidos, la crisis, los desahucios, los recortes y las soluciones egoístas que
el PP, con la ayuda imprescindible de un PSOE caduco y en descomposición,
entendí, aunque no a la primera, que Podemos, el partido que nos sorprendió en
aquellas elecciones europeas, podía ser una magnífica alternativa a ese
"voto útil" que tanto daño nos había hecho, consagrando un
bipartidismo malsano que a punto estuvo de acabar con la democracia, si es que
no llegó a hacerlo.
Tampoco me gustó y no es la primera vez que lo escribo esa
coreografía tan cursi, de exhibición de gestos y cánticos de izquierdas, pero
tan cursi, casi monjil, de sus mítines. Tampoco su puesta en escena, a caballo
entre las estrellas del show business y los barbudos de Fidel. Una puesta en
escena que me producía y me seguirá produciendo sonrojo e inquietud, porque, la
gente que me conoce lo sabe, creo que lo que es es y no hace falta representarlo
continuamente y que, cuando es necesario representarlo es porque no es.
Y así ha sido, porque tanta camaradería, tanta hermandad,
tanto abrazo y tanto beso escondían una realidad de tensiones, envidias y
conjuras que harían temblar al mismísimo Nicolás Maquiavelo por su obscena
impudicia y que han recelado que el partido de las sonrisas y las canciones de
boy scout, más que una piña, era una jaula de grillos. Una olla que saltó por
los aires en el momento en el que Pablo Iglesias´, después de su estrepitoso
fracaso en las segundas elecciones generales, emprendiese su particular caza de
brujas, deshaciéndose de Luis Alegre, para sustituirle por Pablo Echenique, con
un perfil mediático más alto y amable, del que ya no disfruta. De
entonces a ahora, el autoritarismo de Iglesias, el puño de hierro que esconde
tras su guante de seda y su empeño en anular cualquier tipo de oposición o
disidencia, más propio del peor estalinismo que de un partido tan joven e
ilusionante.
Un comportamiento, posterior al desgaste que le produjeron
ante su electorado, si no las verdaderas intenciones de la frustrada
negociación con Pedro Sánchez, sí la puesta en escena que le hizo aparecer más
como verdugo que cómo víctima.
Ese fue el punto de inflexión, la arista en la que se
separaron los planteamientos de Errejón, partidario del posibilismo que haría
crecer al partido, atrayendo a nuevos electores, incluso moderados, frente a
ese encerrarse en sí mismo de Iglesias y los suyos, que, como si nunca hubiese
aprobado las "mates", pretende llegar al gobierno monopolizando una
izquierda al margen del PSOE que nunca ha bastado para gobernar este país.
Iglesias y Errejón, amigos del alma en los primeros tiempos,
llegan a la asamblea de Vistalegre II, no sólo divididos, sino seriamente
enfrentados, con dos planteamientos de partido y dos personalidades que, ahora
que se han desatado los demonios, vemos radicalmente distintos, En apenas tres
días nos dirán el resultado. En apenas tres días sabremos qué hará Iglesias con
su escaño y su secretaría general si pierde frente a Errejón. En apenas tres
días sabremos si, por el contrario, el chantaje de Iglesias, su infantil
"me voy si no gano", surte efecto. De momento, quiero creer que la
aparente sensatez de Errejón está convenciendo a los inscritos y lo creo porque
a Iglesias le están traicionando los nervios, culpando a los demás, como haría
un niño pillado en renuncio, de sus travesuras. Sin ir más lejos, esta misma
mañana, ante la evidencia del intento admitido por el decepcionante Echenique
del intento de cambiar el sistema informático de votación en la asamblea para
admitir el voto a las listas plancha tan queridas por Iglesias.
El lunes sabremos en qué queda todo esto. Yo quisiera como resultado un Podemos lo más unido posible, capitaneado por Errejón y su equipo, porque necesitamos un Podemos grande y capaz de transformar este país y para bien, respetando la libertad de todos, Lo que ya podemos
afirmar es que el aprendiz de brujo que consiguió cinco millones de votos en
junio, para, después, perder un millón en noviembre, ha perdido el control de las pócimas y la varita mágica y está nervioso. Si no. cómo explicar que, para responder a una pregunta sobre lo dicho por Echenique, apele al fantasma de la manipulación y se revuelva contra PRISA y el despido de Ignacio Escolar. Creo que el análisis más lúcido que se ha hecho de la dicotomía Igleias-Errejón lo hizo hace meses Eduardo Madina, cuando dijo ante sus compañeros de grupo parlamentario que el peligro para el PSOE estaba en Errejón, dando a entender que un Podemos con Pablo Igleisas no iba a crecer.
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