viernes, 17 de febrero de 2017

LA JUSTICIA, UN MUNDO RARO


Qué destina esta foto de la hermana del rey y su marido, saliendo del tribunal, de esas otras a las que nos tenía acostumbrados el HOLA.  Habrá quien piense y con razón que esa y otras fotos parecidas, dentro y fuera de los juzgados y el tribunal donde se celebró el juicio son ya por sí mismas un gran triunfo de la Justicia y que lo son, o sólo por un malsano espíritu de venganza, una satisfacción para ese rebelde republicano que, en mayor o menor medida, muchos españoles llevamos dentro. Pero no sólo por eso, en absoluto, porque no debemos olvidar que esas fotos son, de alguna manera, el trofeo, decir botín le restaría dignidad, de una larga batalla, en la que ha quedado demostrado que la Justicia, hoy con más mayúsculas que nunca, antes o después alcanza a todo el mundo.
Se lo debemos a un juez "de provincias", el cordobés José Castro, que desde su juzgado mallorquín tiró de todos los hilos de un caso, el Palma Arena, hasta dar con la familia real, sin "arrugarse" ante el hallazgo y soportando contra viento y marea todas las presiones y han sido muchas que ha tenido que soportar dentro y fuera de su juzgado, incluida esa incomprensión del fiscal del caso que ha preferido creer en una infanta incauta enredada "por amor" en los chanchullos de su esposo antes que reconocer que la infanta, con una excelente educación pagada por todos y cada uno de nosotros, es una persona adulta, preparada y responsable incapaz de firmar nada que no conociese, consciente de que el lujo de que disfrutaba tenía un origen lícito y celosa de que su marido no comprometiese el buen nombre de su familia, abusando de su posición como yerno entonces y cuñado hoy del rey de España.
A menos de dos horas de que la sentencia del caso Noós, el nombre de la fundación empresa con que Iñaki Urdangarín se "forró" y que leído suena como ese plural mayestático tan querido de las casas reales de otra Europa y otro tiempo, prefiero no conocer todas y cada una de las penas impuestas a los condenados y lo prefiero porque, sinceramente, me basta con haber llegado hasta aquí, me conformo con haber podido ver a un ministro, a militantes y cargos del PP y a una infanta de España con su marido y el socio de éste sentados en el banquillo de los acusados y respondiendo o delatándose con su silencio a las preguntas del tribunal.
Me reconforta, especialmente un día después de haber asistido al lamentable espectáculo de tener que escuchar como un ministro, un ministro de ese mismo reino del que Cristina de Borbón es infanta, criticaba sin piedad y sin rubor y amenazaba veladamente a las dos fiscales, de "base" remarcó no sin desprecio el ministro Catalá, por haber osado proponer la investigación, que es como se denomina hoy la imputación, del presidente de la Región de Murcia, Pedro Antonio Sánchez, por intentar sin conseguirlo, contratar un servicio para mejorar su reputación en la red con una empresa ligada a la red Púnica "montada" por el que fuera número dos de Esperanza Aguirre, Francisco Granados, hoy y desde hace más de dos años en prisión como responsable y creador del entramado corrupto.
El ministro, Rafael Catalá, que llegó a la cartera de Justicia desde la secretaría general de una de las empresas punteras del sector del juego en España, se la jugó, porque nunca un ministro de Justicia había osado en España mostrar tantos comportamientos ilegales en España, porque, con su cara de empollón, descargó toda su ira contra quienes sólo cumplían con su deber, sino que pasó por alto el hecho de que el presidente murciano tuviese conocimiento del criterio no hecho público de cuatro magistrados del Supremo sobre su caso.
Está claro que al Gobierno no le gusta ver a sus amigos en el banquillo, sean o no condenados por el tribunal, y que están dispuestos a todo antes de consentirlo y que lo de ayer no fue más que un aviso para navegantes, para que nadie ose "jugarse" la carrera, sentando o proponiendo sentar a los amigos del gobierno ante un tribunal. Por eso tiene más mérito aún si cabe la perseverante y discreta labor del juez Castro, del que. sin duda, quienes desde ese "mundo raro" que es el de la Justicia, creen más en ella y la cuidan más que defienden y "cuidan" su propia carrera.