Espeluzna pensar que el Ministerio del Interior de la
primera legislatura de Rajoy lo era "de parte", con una cúpula
policial que mueve a la náusea, con un director de la Guardia Civil que rayaría
en el ridículo de no haber ocupado el cargo que ocupaba y una política de
asignación de subvenciones, por la que una organización como "Hazte
oír", la que ha fletado el autobús naranja del odio al diferente, recibe
millón y medio de euros en subvenciones por su interés público. Espeluzna y
produce miedo y asco, todo a un tiempo.
Sobre el abominable autobús y su cruzada contra esos niños y
niñas nacidos en un cuerpo equivocado que hoy, al contrario de lo que venía
ocurriendo hasta ahora, pueden elegir ser felices, ya está dicho casi todo y,
afortunadamente y salvo deshonrosas excepciones, nos queda el consuelo de
comprobar que este país es más civilizado y tolerante de lo que piensan
algunos. Aun así, a pesar de los aspectos positivos de la polémica, habría que
ponerse "manos a la obra", y no me refiero al Opus, para exigir
explicaciones de por qué, una organización tan retrógrada e intolerante, nacida
para apoyar a Aznar en su cruzada contra el matrimonio igualitario que se
aprobó en la primera legislatura de Zapatero, recibe dinero de los
presupuestos, un dinero que, directa o indirectamente, se detraería, por
ejemplo, de becas y comedores escolares. Por más que lo piense, la única
explicación plausible que encuentro a tamaño disparate es la de que el
pensamiento, si es que existe, de los promotores de Hazte Oír y el del ministro
Fernández Díaz es el mismo, porque interés para los ciudadanos decentes, al
menos yo no se lo veo.
Y, si siniestra fue la política de subvenciones de Fernández
Díaz, no lo ha sido menos su criterio para elegir a quienes debían hacerse
cargo de la Policía y la Guardia Civil. Por ejemplo, para esta última, a
Arsenio Fernández de Mesa, un personaje del que su mérito principal parece ser
su amistad que le une a Mariano Rajoy, puesto que su gestión de la crisis
del Prestige desde la delegación del Gobierno en Galicia, o ese pasado más o
menos falangista no parecen patrimonio suficiente para hacerse cargo de la
Guardia Civil, como dejó demostrado en la gestión de los terribles sucesos de
la frontera de la playa del Tarajal en Ceuta o con ese ridículo retrato en
quedó inmortalizado, de civil, pero cargado de medallas y en actitud de militar
que dejó en la Dirección General del Cuerpo, para regocijo de más de un
visitante,
Pese a todo lo anterior, la peor herencia del ministro
Fernández Díaz es esa "policía particular" creada en su ministerio,
como un monstruo de Frankenstein, hecho de recortes del peor pasado, con el
único fin de desprestigiar a los adversarios de su gobierno, especialmente la
familia Pujol y los soberanistas catalanes, junto a Podemos. Una brigada de uso
privado, dirigida por el siniestro comisario Pino, con inconfesables contactos
con la oscura agencia de detectives Método 3, encargada de elaborar dosieres
que, convenientemente filtrados a la prensa, funcionaron como ariete contra los
independentistas en momentos clave, pero que, al final, han dejado todo tan
emponzoñado y tan al margen de la ley que difícilmente servirán para condenar a
los autores de los delitos que aireaban, si es que en realidad fueron delitos
reales, por la ilegal forma de obtener las presuntas pruebas.
Esa es la herencia de Fernández Díaz: vírgenes condecoradas
a bombo y platillo en pleno siglo XXI, autobuses de naranja y odio, un director
de la Guardia Civil digno de un baile de carnaval, sentado hoy en el consejo de
administración de Red Eléctrica y una hedionda policía política, salida de las
cloacas, que ha contaminado, con sus métodos tan sucios, gran parte de la
arquitectura probatoria de importantes casos de corrupción. En fin, una
herencia que seguirá perjudicándonos durante más de una generación, una herencia espeluznante.
1 comentario:
No se puede expresar mejor...
Publicar un comentario