Ayer la Guardia Civil sorprendió a propios y extraños
con un informe al juez Velasco en el que, además de la bomba que supone pedirle
que investigue la relación de Cristina Cifuentes, actual presidenta de la
Comunidad de Madrid, con la financiación ilegal del Partido Popular, hace un
relato de los mecanismos de financiación del PP y sus consecuencias que para sí
los quisieran los sesudos periodistas y contertulios de todo pelo que, a
diario, se ganan el pan, carísimo pan, por cierto, hablando sobre ella..
Apunta la Guardia Civil en su informe que la financiación
ilegal del PP ha sido tanta y a lo largo de tanto tiempo que ha llegado a
alterar la esencia de la democracia, quebrando el pluralismo político".
Justo lo que algunos venimos denunciando desde hace años, que el PP ha
aprovechado sus espacios de poder para "recompensar" con contratos
públicos a quienes, bajo cuerda, llenan las arcas del partido con sus
donativos, en A, en B o "haciéndole precio" en viajes y otros
servicios tan necesarios y prácticos cuando se está en continua campaña
electoral, como lo ha estado el PP, cortando cintas, presentando proyectos aquí
o en el extranjero, moviendo el producto ante todos esos votantes a los que
impresiona más un hospital o un colegio nuevo y recién pintado, aunque sean
privados y estén vacíos y sin dotación de personal, que las imprescindibles
reformas que habría que hacer en centros públicos con personal cualificado y
lleno de experiencia a los que poco a poco se va jubilando o aburriendo, sin
recursos y con recortes en sus salarios.
No hay o, a mi modo de ver, al menos, no debería haber duda
en que la UCO, la Unidad Central operativa de la Guardia Civil está en lo
cierto y ha dado con las palabras justas para definir lo que viene pasando en
la política española, especialmente en la madrileña desde hace décadas, No hay
más que pararse a reflexionar como ha cambiado el panorama político,
especialmente en la derecha, que ha cambiado los rostros de sus representantes
de los primeros tiempos, brillantes intelectuales la mayoría, por otros más
oscuros y siniestros, aunque plenos de habilidades en artes tan necesarias como
la recaudación o la propaganda, la mentira sostenida, la intoxicación o la
amenaza. "artes" que con tanta facilidad identificamos en Trump y su cuadrilla
y que tanto nos cuesta descubrir en nuestros pagos.
Uno de los ejemplos más claro de esto que os digo lo hemos
sufrido durante años aquí, en Madrid, y es otro que el que encarnan, Esperanza
Aguirre, sus mariachis y su sucesor hoy en la cárcel. Está claro que Granados e
Ignacio González fueron, además de sus manos derechas, recaudadores antes que
frailes. Ambos están en la cárcel y ambos metieron la mano en esa estructura de
donativos y recompensas, lo que no quiere decir que todo lo que recaudaron
fuese para sus áticos, sus mansiones o sus cuentas en paraísos fiscales. Es
algo tan sencillo como que, a quien carece de escrúpulos para saltarse la ley y
ponerse en riesgo por cometer ese delito, le cuesta poco ir un poco más allá
quedándose con parte de lo recaudado.
Si lo hacen y lo hacen con tanto descaro, si hacen
ostentación de bienes imposibles de conseguir con un comportamiento honrado es
porque tienen lengua y quienes les "contratan" como rufianes saben
que pueden usarla para contar lo que saben de sus desvelos por hacer del
Partido Popular un partido potente, capaz de arrasar en cuantas elecciones
compita. El problema es que, para recompensar a los donantes que engordan la
caja B, hay que adjudicar contratos y obras, y para adjudicarlos, al menos en
una democracia, hace falta disfrazar las transacciones, darles visos de
legalidad.
Es ahí donde entran en juego los "tontos útiles" y
no por serlo menos culpables que aprueban esas adjudicaciones a todas luces
irregulares, los que trocean los contratos para escamotearlos al control, los
que, en fin, hacen el trabajo necesario para engrasar el circuito de la
corrupción.
Es de haber cumplido ese papel de lo que acusa la Guardia
Civil a la indignada Cristina Cifuentes, de haber participado en la adjudicación
presuntamente irregular de los servicios de restauración de la Asamblea de
Madrid, mientras era vicepresidenta de la misma, al empresario Arturo
Fernández, implicado en todas las tramas de corrupción madrileñas.
Cristina Cifuentes se indigna y lo niega. Se defiende
diciendo que no se ha llevado nada. Olvida que lleva cerca de dos décadas
ocupando un escaño en la cámara madrileña y que los escaños los consiguió en
elecciones en las que su partido, está documentado, se financio de la manera
que ha quedado descrita. La verdad es así de tozuda y los beneficios de la
corrupción se pueden recibir en metálico o en especie.
Por eso, cuanto más sabemos, más nerviosos se ponen. Y es
que para escribir la historia de estos años hay ya datos de sobra. Sólo falta
atar cabos.
1 comentario:
Buen artículo...Cuando el río suena...
Saludos
Publicar un comentario