Llevamos meses comprobando como, por su mala cabeza o, mejor
dicho, por la mala cabeza de los ciuddanos que le siguen votando, el PP vive en
la cuerda floja, obligado a pactar todas y cada una de las decisiones
importantes que le toca tomar en el gobierno. Si me atrevo a hablar de la mala
cabeza de los votantes, es porque, con su apoyo a Rajoy, no están consiguiendo
otra cosa que prolongar su lenta agonía, ya que, antes o después y a pesar de
todas las maniobras de ingeniería judicial que ha emprendido el ministro Catalá
para garantizarse un paso amable por los tribunales, el partido y sus
dirigentes, incluido el propio Rajoy, se van a ver condenados y, muy
probablemente, inhabilitados para seguir en política.
Mala cabeza, digo, porque se ha formado un gobierno sin
mayoría absoluta y porque la trayectoria del PP y sus gobiernos anteriores
impedirían, en principio, pero sólo en principio, acuerdos con todos esos
partidos seriamente maltratados, cuando no humillados, en tiempos de mayorías
populares. No hay más que ver el ímpetu con el que, hace apenas una semana, las
bases socialistas cortaron el paso a quienes desde la dirección del partido
proponían como única solución la colaboración con el PP, al que renovaron en el
poder con su abstención, pese a todo el daño infligido a las clases populares
que el partido de Rajoy llevaba a sus espaldas. Las bases socialistas se
revelaron como aceite para el agua del PP y, con ello, el PP de Rajoy se ha
visto obligado a aceptar algunas de las condiciones impuestas por sus nuevos
socios, a la hora de aprobar los presupuestos.
No hay más que ver la satisfacción del diputado canario
Pedro Quevedo y, con ella, la de los canarios que, por mor de la debilidad de
Rajoy, verán satisfechas demandas históricas de los isleños que sufren en sus
carnes y en su bolsillo la condición de tales y la de vivir a miles de
kilómetros de la península, y que recibirán 200 millones de euros en ayudas
para los vuelos de los ciudadanos canarios y para el transporte de sus mercancías.
Una gran victoria para este único diputado de Nueva
Canarias, la escisión progresista de la Coalición Canarias que tanto pactó con
unos y otros y que, ahora, después de haberse presentado en coalición con los
socialistas firmó el viernes el alquiler se su voto en los presupuestos y lo
vendió tan caro como merece ser el imprescindible y último voto, el 176, que
necesitaba Rajoy para llegar con aliento al horizonte de 2019.
Sin embargo, Pedro Quevedo no ha sido el único, no sólo él
ha torcido el brazo del PP en esta dura negociación. También el PNV, que, amén
de mejorar sustancialmente el "cupo" vasco, ha llegado a un acuerdo,
hoy nos lo han contado, por el que se pone fin, seis años después de que ETA
dijese adiós a las armas, el gobierno accede, en contra de la opinión de
la mayoría de esos votantes aleccionados durante años para rechazar cualquier
gesto que aliviase la situación de los presos de la banda, hijos muchos ellos
de militantes peneuvistas, que verán aliviadas, con este primer gesto de Rajoy
en favor de la normalización, sus condiciones de vida y, sobre todo, las de sus
familiares que no tendrán que desplazarse a miles de kilómetros para verles y tocarles.
Es el tira y afloja de siempre, adaptado a las
circunstancias actuales y que, en esta ocasión, no ha contado con la
colaboración de sus viejos socios catalanes, enredados en su cada vez más
improbable apuesta de ganar en referéndum la independencia que, gracias a los
errores de unos y otros, se les está escapando de las manos. Esta vez la negociación
ha sido más dura y su resultado paradójico, porque, al final, Rajoy se ha visto
obligado a apoyarse en todos aquellos a los que anatemizó cuando hablaban con
pedro Sánchez. Nada preocupante, porque, en política, la memoria es flaca y la
política hace extraños compañeros de cama y, porque al fin y la postre lo único
que le importaba a Rajoy era comprar su tranquilidad, aunque, eso sí, las más de las veces a costa de nuestros impuestos.
1 comentario:
Ciertamente es una cuerda floja ...
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