miércoles, 14 de junio de 2017

DESINFECCIÓN INTENSA


Uno tiene a veces la sensación de que no existe la realidad que vive o la de que, al menos, existen dos realidades superpuestas. una la que le ha tocado vivir y percibir con sus sentidos y, otra, la que viven y perciben los otros, entendiendo por esos otros a quienes tienen un micrófono, una cámara o la cabecera de algún periódico a su servicio.
Me pasó ayer con el debate de la moción de censura contra Rajoy que me tomé la molestia de seguir con mis ojos y oídos y que tenía poco o nada que ver con los resúmenes que de ella se hacían en los telediarios y boletines radiofónicos. Sin ir más lejos, yo que, lo re estaba más bien predispuesto en contra de la portavoz, quedé gratamente sorprendido por su capacidad para resumir en poco más de dos horas de discurso la historia reciente de la corrupción en España. Sin embargo, tras una primera y sincera opinión de Joaquín Estefanía, que llegó a decir a propósito de su intervención que, con ella, había nacido una estrella parlamentaria, la máquina del poder mediático se puso de nuevo en marcha, rebajando los elogios, cuando no, ridiculizando sin piedad a la portavoz y firmante de la moción de Podemos. 
Nadie había hecho hasta ahora, menos en sede parlamentaria, una disección tan metódica y eficaz del mapa de la corrupción española. Nadie había descrito hasta ahora, con todo lujo de detalles, a todos y cada uno de los agentes de la corrupción, nadie los había colocado en los escenarios de sus tropelías, nadie los había situado en los palcos de los estadios de fútbol, en los cursos de verano y las jornadas que las empresas organizan con cualquier motivo o en los salones y comedores en los que, a costa de nuestros impuestos, se cierran negocios y comisiones por quienes están en disposición de sobornar y quienes lo están para dejarse sobornar y adjudicar negocios a cambio.
Fue tan minuciosa la descripción y la enumeración de escándalos en los que se ha visto implicado el PP que Rajoy se vio obligado a "quemar" tras la intervención de Montero el discurso que traía escrito de casa contra Pablo Iglesias, un discurso ajeno a lo escuchado a Irene Montero desde la tribuna y que, como tiene por costumbre, llenó de "chascarrillos" y de citas difíciles de creer en quien apenas lee otra cosa que el MARCA. Un discurso que, a quienes no quieren oír algunas cosas, especialmente la verdad, les pareció no sólo brillante, sino demoledor.
A mí, que, para monólogos, prefiero algunos canales especializados y que, para humoristas me quedo con los profesionales, el de Rajoy me pareció un discurso decimonónico y vacío, con olor a naftalina y propio de un modo de hacer política, de espaldas a la gente, que deseo ver desterrado de mi país. Es ese tipo de discursas, lleno de grandilocuencia y de ripios, de fuegos de artificio tras los que ocultar la vaciedad del mensaje. Sin embargo, como dejó sentado la factoría Moncloa, es ese el discurso que prefieren, porque, como dijo una "fuente" del Gobierno, es preferible mentir a aburrir.
Si es por eso, Rajoy cumplió con el propósito, porque tras su socarronería, estropajo incluido, apenas hubo verdades ni respuestas, ni siquiera en esas letanías de datos que diligentemente le suministran para estas ocasiones, convenientemente filtrados, claro está, de disgustos. Lo hacen a la perfección, no puedo negarlo, porque con una frasecita de aquí, un gesto de allá, un comentario generoso y poco más, convencen a quienes, por conveniencia, quieren ser convencidos.
También se dice que tanto esfuerzo, discursos de más dos y más de tres horas, y una larga ristra de réplicas y contrarréplicas, resulta inútil. Y no es verdad, lo dice quien se las prometía felices, con la moción liquidada en una sola sesión, y tiene que verse encerrado un día más al menos en el edificio del Congreso. Mala suerte, aunque creo que, para el resto, resulta más que útil escuchar los que tienen que decirnos nuestros representantes.
No cabe duda de que el centenar largo de folios que, uno tras otro, leyó Pablo Iglesias en la tribuna amargaron a más de uno la comida que llegó tarde y a deshora, un incordio que no fue otra cosa que la respuesta de Podemos a los planes perfectamente diseñados por el tándem formado por Rajoy y su amiga Ana Pastor para hacerse con los titulares de las primeras ediciones de los telediarios. Era su derecho y a fe que lo aprovecharon. Hoy, serán Ciuddanos y el PSOE quienes tomarán la palabra. Y no es de esperar que unos y otros aporten nada sensacional, porque nadie se moverá un milímetro de sus posiciones habituales. Y, menos, a sólo unos días del congreso en el que Pedro Sánchez se entronizará de nuevo como el secretario general socialista que ya fue, para disgusto de Rajoy.
Pocas novedades, salvo la confirmación de que como dijo Pablo Iglesias, con o sin él estropajo que el líder del PP le atribuyó, el PP necesita una desinfección intensa, tan intensa como la desparasitación que está necesitando España.

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