lunes, 12 de junio de 2017

¿EN QUÉ ESTABAN PENSANDO?


No me tengo por muy listo, pero sí me creo buen observador y procuro vivir al día de lo que asa, estar informado, aunque me falta, lo reconozco cultura de partido y, si me falta, es porque nunca, a pesar de que no me faltaron ofertas para hacerlo, nunca quise militar en uno. Soy demasiado celoso de mi libertad y no soporta que me impongan lo que tengo que decir o pensar. 
Quizá por eso no me queda más remedio que atribuir a esa cultura de partido, equivocada, por cierto, la ceguera que ha llevado al PSOE, empujado por algunos dirigentes con más pasado que futuro, al borde de un precipicio en el que, gracias a la rebelión de las bases y a la decisión de un destituido Pedro Sánchez, enrabietado y cargado de razón, que escogió dar la batalla al aparato, no llegó a caer. A esa cultura de partido y a los intereses espurios de todos esos dirigentes de los que os hablo, a los que importa ya más su bienestar que el de toda esa sociedad a la que un día prometieron servir.
No puedo creer que un tipo tan listo como Felipe González, con un olfato para la política difícilmente discutible, haya podido cometer el error de pensar que, de la noche a la mañana y en plena crisis, un país como España, socialmente de izquierdas, podría consentir sin inmutarse verse entregado de pies y manos a los intereses de las multinacionales y la banca especuladora, verdaderos responsables de todo lo que le está pasando.
Porque no puedo creer que este viejo sabueso de la política, el que puso a España en el mundo y, querámoslo o no, transformó el país para siempre, al menos de momento, haya perdido su legendario olfato. Más bien al contrario, creo que, si se ha empeñado en estos últimos tiempos en confundir la prosperidad del país, tomado como un ente abstracto a la de los individuos que lo forman, es porque lleva demasiado tiempo codeándose con esas amistades peligrosas, Carlos Slim entre ellos, que saben que el perro más fiero se rinde ante un buen hueso y que, a quien durante tiempo fue para nosotros Felipe a secas se le gana con unas plácidas y largas vacaciones en el Caribe o en la Andalucía que baña el Atlántico y con unas cuantas palmaditas en el lomo de su ego, verdadero talón de Aquiles de quien tanta ilusión despertó un día en nosotros.
No tiene explicación su ceguera, convenientemente reforzada, por cierto, desde las páginas del diario EL PAÍS, tan decepcionante en su trayectoria como el mismo González, no tiene explicación o, al menos, no tiene otra explicación que su entrega con armas y bagajes a la causa de los Carlos Slim de turno, cuya ambición no tiene límites y es incompatible con nuestro bienestar y nuestra felicidad. Por eso se dejó cegar, como algunos héroes se dejan cegar por la belleza del canto de las sirenas que revolotean en las aguas más procelosas.
No tiene explicación, si no es por esa ceguera inducida, que haya pretendido arrastrar a su parido, con Susana Díaz como intermediaria hacia unos postulados que, lo acabamos de comprobar en el Reino Unido tienen los días contados. Tanto es así, que la misma Díaz, superada la furia y la depresión en las que la sumió su humillante derrota en las primarias y de la noche a la mañana, se ha empeñado en una crisis de gobierno en Andalucía, en la que la izquierda y la juventud, tan denostadas hasta ahora por ella y los suyos, son valores en alza.
Tampoco tiene explicación que los Bono, los Guerra, los Zapatero, los Almunia, los Fernández Vara, los Tximo Puig, los Lambán o los García-Page, salvo que tuviesen una pinza dorada en la nariz, no se oliesen la tostada puesta al descubierto en las últimas encuestas, en las que el giro a la izquierda al que se supone conduce la victoria de Sánchez en las primarias está dando lugar a un crecimiento en la intención de voto al PSOE, que se distanciaría de Podemos, recuperando los votos prestados y un alza en el prestigio de su líder que pasa a ser, el líder mejor valorado para ocupar La Moncloa. 
Por eso no hago otra cosa que preguntarme en que estaban pensando los venerables ancianos de ese sanedrín en que se había convertido el aparato del PSOE. Me lo pregunto y creo tener la respuesta, aunque mi conciencia de ciudadano de la izquierda me impide verbalizarla, de tanto sonrojo como me produce.

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