Si el diario LA VANGUARDIA quisiese repetir la foto de los
candidatos a las elecciones catalanas de 2012, aquellas que calificó como
"las más importantes de la Historia de Cataluña", no podría hacerlo.
Y no podría, en primer lugar, porque el precioso velero que aparecía en
el dique seco, con todos los candidatos, los de entonces, sentados en su borda,
mirando cada uno hacia su propio horizonte, sobre un dique seco, ya no flota,
ni podrá hacerlo, destrozado como está contra las rocas de la realidad,
mientras la falsa tripulación de la foto anda desperdigada junto a los restos
del naufragio aquí y allá, tras los muros de una prisión, en un aeropuerto,
camino de Bruselas, desorientados y con el agua al cuello en medio del oleaje
de su propia ambigüedad o cargados con el pesado salvavidas de la Constitución,
que lo mismo sirve para flotar que para mantenerse a flote. Aunque, ahora que
lo pienso, si la foto no es posible s porque hoy, después de todo lo que ha
pasado, no está el horno para bollos.
La manifestación del sábado en Barcelona, con todo su
despliegue tecnológico, con la cobertura nacional hecha por la Sexta, con sus
vídeos de aquí y de allá, parecía casi una visita papal cubierta por el Telemadrid
o el Canal Nou de los peores tiempos. La manifestación, hiperbólica, con todas
sus exageraciones, con esas canciones escritas en otros tiempos y por otros
motivos ¿qué hubiese dicho Elisa Serna de haber vivido para escuchar su "Esta
gente que querrá”, su homenaje a Enrique Ruano, asesinado en pleno franquismo,
¿travestida en reivindicación para la libertad de “los jordis” y los miembros
del Govern encarcelados? ofendía a
quienes tenemos memoria de la verdadera represión. La manifestación que,
con toda esa parafernalia de móviles encendidos como linternas, que mi amigo
Bernardo, que ha cubierto con sus cámaras y más de un golpe centenares de
ellas, ve más como un desfile que como verdadera manifestación parece
haber sido, al menos de momento, el punto y aparte que dará paso a la carrera
egoísta y enloquecida hacia las urnas.
Así, los comunes de Ada Colau no han tardado ni veinticuatro
horas en hacer saltar por los aires el pacto que les ha permitido gobernar el ayuntamiento
de Barcelona, acusando al PSC de haberse ido a la derecha, apoyando "el
155", como si el PDeCat de Puigdemont o Esquerra fuesen partidos de la
izquierda. Aunque no puedo dejar de sospechar que, si lo hacen después de haber
echado unos rapapolvos a los independentistas, como esos padres que, para
"compensar" el excesivo castigo infligido a uno de sus hijos,
regañan, eso sí, con la boca pequeña, al otro, es porque, a sabiendas de que,
si quieren crecer, no va a ser por el lado socialdemócrata y opuesto a la DUI,
tratan de reubicarse y aparecer "apetecibles" para los huérfanos del
sueño soberanista.
En el otro lado, lo que hasta ayer era solidaridad y unidad
de acción se ha transformado, en gran parte por culpa del veleidoso Puigdemont,
en estampida y "si te he visto no me acuerdo", con un PDeCat en
ruinas, dinamitado por los personalismos, si no egoísmo, de sus líderes que ven
las elecciones, más como la túnica mágica que les haga invisibles a la
justicia, que como la oportunidad de servir a ese pueblo que dicen representar.
También es egoísmo lo de Esquerra, que, viéndose premiados con la imagen de
verdaderos pilotos del procés quieren, a toda costa, soltar el lastre que le
supone haber sido los socios del partido de esa burguesía catalana, amante del
poder cueste lo que cueste. En cuanto a la CUP, verdadero lubricante de la maquinaria del procés, viagra de esta erección imposible, se ve que está aprendiendo y se presenta a unas elecciones que ha descalificado hasta la saciedad y lo hace en solitario, quizá porque "a la fuerza ahorcan".
De Ciudadanos y el PP, queda poco por decir, salvo que los
de Rivera han mostrado, a propósito de Cataluña, su verdadero rostro,
adelantando al PP por la derecha, por inverosímil que parezca. tanto que, en
ocasiones, Xavier García Albiol, que saltara a la fama como alcalde xenófobo de
Badalona, llega a parecer moderado.
En fin, aprovechemos, especialmente los catalanes, estos
días previos a la campaña, para rumiar y digerir todo lo que ha pasado estos
días, todos los sobresaltos, las volteretas y los "alehops" que los
actores de esta tragedia "asainetada" han desplegado ante nosotros.
Llega ahora la hora de la verdad o, quién sabe, la de la mentira más
maquillada, ese momento en el que los partidos hacen lo único que
verdaderamente saben hacer: ganar o perder elecciones. Lo otro, lo de gobernar,
es una manera de pasar el rato, matar el tiempo hasta las próximas.
1 comentario:
Interesante ...
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