Tengo envidia, lo confieso. Envidia nada sana, porque
ninguna lo es, de la mitad de los catalanes. Mejor dicho, de casi la mitad de
los catalanes. de esa casi mitad de catalanes que creen que, de todo lo malo
que les pasa, la culpa la tiene eso que llaman "El Estado", como si
ellos y sus gobiernos no lo fuesen, no lo hubiesen sido. Tengo envidia de toda
esa gente que, como los fanáticos de las series. tienen a su servicio un equipo
de magníficos guionistas, eso hay que reconocérselo, que todos los días, qué
digo días, que, a cada minuto, reescriben para ellos la realidad, acomodándola
a su pensamiento, convenientemente podado y cultivado, definitivamente
modificado, para que, con dos o tres verdades y poco más, interpreten el mundo
sin zozobra.
Lo de ayer, el traslado de los llamados "bienes de
Sijena" al monasterio oscense de Santa María de Sijena, del que nunca
debieron salir, es un ejemplo claro y lo es por muchas razones, de lo que trato
de expresar. Sin ir más lejos, los centenares de personas que desafiaron al
frío de la mañana frente al museo diocesano de Lleida para tratar de impedir
que las cuarenta y cuatro obras de arte compradas irregularmente a las monjas,
nunca monjitas de Santa María. Irregularmente, porque las monjas, mayores de
edad y en perfecto uso de sus facultades, sin tener derecho a ello, ya que el
monasterio es monumento nacional, se las vendieron a funcionarios de la
Generalitat de Catalunya, mayores de edad y perfecto uso de sus facultades, con
lo que la operación fue casi una receptación. más propia del viejo Rastro
madrileño que de un organismo gubernamental.
A lo que iba, daba gloria, como señalaba hoy Toni Garrido en
la SER, ver a trescientas personas manifestándose delante de un museo, en
defensa de unas obras de arte que consideraban suyas. Eso. claro está, siempre
que accedamos a creer que lo hacían por el valor artístico de las piezas y no
por un perverso sentimiento de posesión, convenientemente alimentado por
quienes hasta hace menos de dos meses les gobernaban y ahora tratan de volver a
hacerlo sin enmienda, a pesar del desastre económico en que, al parecer, han
sumido a Cataluña.
Digo esto, porque me hubiese gustado que todos los allí
concentrados y muchos más hubiesen hecho otro tanto para impedir que las casi
tres mil empresas que han sacado su sede social de Cataluña lo hiciesen o, al
menos, para protestar por ello y contra sus responsables. Pero no, esa huida,
ese exilio empresarial no pareció afectar o, cuando menos, importar a los fanáticos
del juego de tronos en que les han sumido los independentistas. Tampoco ha
parecido importarles, y me parece casi más grave, al govern de Catalunya o
al de España que, lejos de preocuparse, se frotaba y se frota las manos por el
mencionado exilio.
Y no sólo eso. También cosas más evidentes se nos
escamotean, después del consiguiente maquillaje de la realidad. Bueno, no
exactamente, porque, como Don Quijote y Sancho, con los gigantes y los molinos,
donde todos vimos a los mossos d'esquadra blandiendo sus porras contra los
concentrados, otros ven a una fuerza militarizada -la Guardia Civil- poco menos
que expoliando, con ayuda del 155, los bienes de todos los catalanes. Nada más
lejos de la realidad, porque los guardias civiles, como policía judicial que
son, se limitaron a dar cumplimiento a la orden judicial, varias veces
recurrida y confirmada, de devolver las piezas al monasterio aragonés de donde
procedían. Los porrazos, las patadas y algún rodillazo que pudimos ver en
televisión, los dieron los mossos, encargados de despejar los alrededores del
museo para facilitar el traslado.
En fin, un ejemplo, sólo un ejemplo de la suerte que tienen
esa casi mitad de los catalanes que, pase lo que pase y vean lo que vean, están
dispuestos a creer todo lo que les cuentan sus gurús, aunque la realidad con
todo su peso se les venga encima.
2 comentarios:
Buen artículo ...
Unos piensan así... otros asá... y otros ni piensan. Me avergüenzo de ser español porque Las Españas... son sólo una romería de pobres hombres, de ricos hombres y de ladrones (antes bandoleros).
Salud y suerte.
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