jueves, 22 de febrero de 2018

LIBERTAD DE EXPRESIÓN


Debo advertiros de antemano de que, en el caso del “rapero" Valtonyc, yo, que amo la buena música, sea cual sea su género, y la poesía como máxima expresión del pensamiento, como destilado del alma expresado en palabras, me veo lleno de prejuicios intelectuales y estéticos, pero, también pare él, me creo en la obligación, no ya de defender su libertad de expresión, que es la de todos, sino de luchar para impedir que dé con sus huesos en la cárcel por haber vomitado su rabia inconsciente sobre un micrófono y en las redes.
Nadie, ni siquiera nuestro burdo protagonista debe pagar con su libertad sus excesos verbales. Debe haber, seguro que la hay. otra manera de castigar sus amenazas, no sus ofensas, que esas son cosa subjetiva que debe dirimirse civilmente, nunca con penas de cárcel, que deben reservarse para asuntos más serios. 
Sería bueno, por ejemplo, condenarle a leer poesía o a escuchar música. Ojalá fuese posible hacer que el no ya tan joven rapero mallorquín viese en imágenes, como al míster Scrooge de Dickens, a ser testigo, aunque fuese en sueños, de las barbaridades que pide para otros en sus canciones o, mejor aún, debería ser condenado a hacer trabajos sociales para la comunidad, nunca a reconcomerse tras las rejas de una celda.
Condenarle, por ejemplo, a repasar todas y cada una de las viñetas del Forges, desaparecido esta madrugada, para que aprendiese a criticar sin odio, a plantear los asuntos más serios con una lágrima o una sonrisa, nunca con esa bilis y esa rabia enfermiza e inconsciente que salpica sus torpes letras. Le condenaría a escuchar a Bach o a MC Solaar, a Beethoven o a Caetano, para que fuese consciente de que la música no es un garrote con el que abrir la cabeza del otro, sino un veneno lento que se apodera de su alma, para hacerle mejor y más sano.
Mal día el de ayer para quienes amamos la libertad de expresión sobre todas las cosas, para quienes creemos que es ella y no otro el pilar fundamental de cualquier sistema que pretenda construirse sobre la libertad, la igualdad y la solidaridad de los hombres. Mal día, porque el Supremo confirmó desde la gravedad de sus amenazantes togas la pena de cárcel para Valtonyc. Mal día, porque la galerista que colgó la instalación de Santiago Serra que incluía retratos de "los jordis" y Junqueras entre presos políticos, los retiró, una vez vendidos, claro, para no enfrentarse a la pepera IFEMA, mal día, porque casi tres años después de su publicación, un juez se atrevió a ordenar el secuestro de un libro, "Fariña", del periodista Nacho Carretero, que desmenuza la que ha sido la historia del narcotráfico en Galicia.
Un día no tan triste, porque esta sociedad adormecida en la que vivimos se despertó ayer e hizo del libro de Carretero el más vendido en Amazon y porque el gremio de libreros de Madrid se negó a retirarlo de sus estanterías. Un buen día para la libertad de expresión, porque, una vez más se ha sobrepuesto a los ataques de las sombras, revolviéndose contra lo que más que maldad es sólo estupidez, peligrosa, pero sólo estupidez.