miércoles, 28 de marzo de 2018

OTRA VEZ LOS DOS HUEVOS DUROS"


Perdido, quizá para siempre, el voto al Partido Popular en Cataluña, debido en gran parte a la mala cabeza de Rajoy, que, con su desprecio a las legítimas aspiraciones de los ciudadanos que le movió a llevar a un Tribunal Constitucional a su favor el Estatut aprobado por el pleno del Congreso, dejó que el independentismo creciera en las urnas hasta límites que ni los independentistas esperaban en sus momentos,  con ese panorama de enfrentamiento en las calles y en los hogares, con el bloqueo en las instituciones, con las excursiones de los artífices del "procés" a los tribunales, las prisiones y el "exilio", con la calle del resto del país alzada en reivindicaciones contra su política basada en recortes que sólo han traído miseria, dolor y desigualdad a los que más necesitan del estado y riqueza a los de siempre, con ese panorama, y para defenderse con su verdadero enemigo en las urnas, Ciudadanos, Mariano Rajoy, in rubor ni vergüenza ha sacado a pasear al ministro Cristóbal Montoro en su versión hada madrina.
Jubilados y pensionistas, policías y guardias civiles y la gente que menos gana se habían echado a la calle, desmintiendo los clarines de la euforia económica del Gobierno, que sólo ha llegado a los que más tienen, y, claro, un fallo del sistema, todos esos desharrapados que nunca se hicieron un plan de pensiones y que lo poco que ganaron se lo gastaron en un piso para la vejez o para los hijos, también votan y, después de haber pasado tanto le han dado la espalda a Rajoy y su "milagro económico"-por cierto, el último lo hizo Rodrigo Rato- volviendo su mirada hacia la derecha emergente, sin pasado y más extrema en lo económico que el propio PP, pero mucho más maquillada.
Por eso la pugna electoral va a ser, en esta ocasión, entre PP y Ciudadanos, primero en ayuntamientos y en la mayoría de las comunidades autónomas, de aquí a un año y medio, y, luego, en las generales, si es que Rajoy y los suyos llegan vivos a ellas. Pero Ciudadanos no es un enemigo al uso, uno de esos fáciles de distinguir frente a los populares de siempre, Ciudadanos y el PP llevan, unos con más maquillaje que otros, el mismo mensaje, con la ventaja para Rivera de que los suyos nunca han gobernado y, por lo tanto, no han sido pillados en mentiras.
Mal socio el que no es más que una versión actualizada de sí mismo, mal socio, porque, además, conoce de sobra el mercado y se maneja en los medios de comunicación como el PP, cargado de culpas, cuando no de delitos, no puede hacerlo. Mal socio, también, porque es ventajista y, por lo que parece, cualquier cosa menos leal.
Ciudadanos ha decidido, finalmente, apoyar los presupuestos de Rajoy, que, no nos engañemos, son también y con este panorama más, los suyos. Pero lo hace "vendiendo" que esos presupuestos, en lo que tienen de cesiones ante pensionistas y en favor de la natalidad, son los suyos, que han ayudado a humanizar los números de Montoro. Ciudadanos presume, además, de la irresponsable bajada de impuestos que contribuirá a mermar las reservas y propiciará un aumento del déficit, el hasta ahora campo de minas que nunca había que atravesar.
Tan grande ha sido la sorpresa que la traición de Rivera ha causado en las filas del PP que el ministro de Hacienda se ha visto obligado a pujar en la subasta, aumentando en un punto la todavía miserable subida de las pensiones más bajas y elevando el límite para hacer la declaración del IRPF, además de rebajar al diez por ciento el IVA del cine que, como castigo al sector que más se significó en el "No a la Guerra" subieron al veintiuno.
Eso y mucho más, para desactivar la aparición triunfal de Albert Rivera colgándose medallas, otro "y dos huevos duros" preelectoral e
irresponsable, en este camarote de los Hermanos Marx, con el que unos y otros se juegan nuestro dinero y el de nuestros hijos, rebajando impuestos y aumentando pensiones y ayudas, lo que según el propio Rajoy sería "gastar lo que no se tiene" 
Una de dos, o Rajoy nos engañaba entonces, cuando destrozó nuestro estado de bienestar, o pretende engañarnos ahora. Aun así, no hay que preocuparse, porque a los huevos duros aún les queda mucho para estar listos y el PNV, dueño del cazo, aún no ha puesto el agua a hervir.

martes, 27 de marzo de 2018

DEMASIADAS TRAMPAS, NINGUNA SOLUCIÓN


Hace semanas que me pregunto quién ha dicho a los catalanes y en particular a los dirigentes de sus partidos independentistas que todo lo que han hecho y están haciendo no iba a tener consecuencias, que les iba a salir gratis. A veces les imagino en una burbuja a muchos metros del suelo, desde la que, al resto de los mortales, nos ven chiquititos y torpes. En cierto modo no les culpo, porque no siempre la respuesta que se ha dado a sus aspiraciones ha sido la más adecuada. Ha habido demasiados "a por ellos", demasiados boicots y demasiado desprecio cerril y ciego como para no sentirse ofendidos, pero, de ahí a pasarse por el arco del triunfo la legislación propia y ajena, desde la Constitución a su Estatuto, cambiando las leyes sobre la marcha, como, entre niños, el dueño de la pelota cambia las reglas del partido a su conveniencia.
La verdad es que los nacionalistas catalanes, porque ni Pujol ni Mas fueron nunca independentistas, a lo largo de los años se habían permitido negociar con ventaja frente a los distintos inquilinos de la Moncloa, socialistas o populares, tirando del extremo de la cuerda hasta que Rajoy, embarcado en una cruzada contra Zapatero desató el populismo más burdo, lanzando su campaña contra Cataluña , en la calle pidiendo firmas contra el Estatut, aprobado, refrendado y firmado por el rey Juan Carlos, que, finalmente fue "cepillado" por el Tribunal Constitucional.
A partir de ahí, pese a que en el Congreso los votos de los nacionalistas se sumaron a los del PP en sus proyectos más derechistas, la brecha abierta entre PP y CiU hizo imposible cualquier acuerdo de legislatura y unos y otros, Rajoy y Mas con los suyos, se echaron al monte populista con el peor de los descaros. Todo, mientras los catalanes, convenientemente aleccionados por los medios cada vez menos objetivos, comenzaron a sentirse maltratados y a culpar de las consecuencias de la crisis y los anticipados recortes que, por iniciativa de Mas, se adelantaron con especial dureza en Cataluña.
En ese clima, el president, acosado también por la corrupción de su partido y la de su mentor, Jordi Pujol, emprendió una huida hacia adelante, envuelto, ahora sí, en la bandera de la independencia, en la que trampeando las fechas de las elecciones y cambiando de siglas, como quien cambia de camisa, haciendo de la independencia y del procés, hasta entonces un mito, en el único objeto, en la coartada perfecta para calmar a la calle, soliviantada por sus duras medidas anticrisis.
Me duele decirlo, porque tengo familia y amigos en Cataluña, pero hace tiempo que no les reconozco. Se han vuelto tan ciegamente sectarios como los energúmenos del "a por ellos", comparten sin rubor y sin pararse a pensar, los "fakes" más inverosímiles, sin fecha, descontextualizados y manipulados, engordando la espiral de confusión y odio que confunde y ciega, incluso, a la gente, que la hay aquí y allá, de buena voluntad. 
Quizá por eso no son capaces de ver lo evidente: que detrás de cada paso dado, desde la ocupación sectaria de los órganos del Parlament de Cataluña, con Forcadell y con Torrent, la elaboración, sin luz y sin taquígrafos, de leyes sometidas a votación sin tiempo para ser estudiadas por la oposición, el abuso de una mayoría de escaños, propiciada por una ley demasiado imperfecta, contra una mayoría de la población, la aprobación por mayoría simple de la declaración de independencia, cuando para modificar el Estatut, que revocaba, eran necesarios dos tercios de la cámara, la convocatoria de un referéndum ilegal, sin censo y sin garantías, los oídos sordos hechos a las advertencias de los letrados del parlament y a los solemnes y reiterados avisos del Tribunal Constitucional, que, por escrito, advirtió de los delitos y las penas en que incurrirían quienes ignorasen sus resoluciones... 
En fin, toda una cadena de trampas y delitos, para los que se hicieron necesarias la ambigua tibieza de "los comunes", el empuje, en el parlament y en la calle, de la CUP y la perfecta y cara maquinaria de ANC y Omnium, siempre lista para llenar las plazas y avenidas de manifestaciones y concentraciones perfectamente coreografiadas con pancartas y consignas lujosamente serigrafiadas. 
Una serie de hechos escandalosos, perfectamente compensados por la torpeza del gobierno de Rajoy, especialmente su ministro Zoido y su represión desmedida, y por la dureza mostrada por los jueces, enviando a los dirigentes del procés a prisión, aunque ajustándose a la ley y con pruebas, haciendo que los villanos se volviesen víctimas Todo un "toma y daca" de unos y otros que ja conducido a que desde hace cinco años el gobierno de Cataluña no se ocupe de los catalanes.
Y en medio de todo, las "excursiones patrióticas" de Puigdemont y los suyos, que, creyéndose más listos que nadie y asesorados por quien no se corta a la hora de decir que nadie puede perseguir a su  president, llevan meses jugando al "a la manga riega, que aquí no llega" hasta que, Puigdemont fue detenido el domingo en territorio alemán, comprobando quizá en sus carnes, tan hechas ya a Bélgica, qué leyes y a qué gobierno respeta la Unión Europea que un día dijo tener de su parte.
Una sarta de mentiras tramposas que en absoluto buscan soluciones y una continua y absurda petición de soluciones, sobre todo, de diálogo, absurda porque ningún escenario mejor para ese diálogo que reclaman que el Parlament de Catalunya, abierto desde hace tres meses en esta legislatura, pero para uso exclusivo de su presidente de parte, Roger Torren, y sus teje manejes.

viernes, 23 de marzo de 2018

¿A QUÉ JUEGAN?


El procés catalán va camino de convertirse en uno de esos culebrones televisivos que los guionistas alimentan artificialmente a base de lugares comunes y situaciones perfectamente previsibles, con el único objetivo de aguantar en la parrilla una semana más. Un capítulo a la semana que nunca resuelve la trama, porque de sobra saben que, cuando la trama se resuelva y llegue el desenlace, el trabajo se acaba y, para muchos de ellos, el destino va a ser la calle.
De momento, los soberanistas van salvando los muebles, capeando el temporal, sorteando el oleaje y las dificultades que les levanta la competencia, léase el Gobierno y la Justicia, léase el artículo 155 y la prisión. Sin embargo, ese "de momento" ese día a día, esa semana a semana, ese juego de acciones y reacciones puede llevar, está llevando, irremisiblemente al aburrimiento.
No hay más que ver el "ale hop" improvisado por el president del Parlament, Roger Torrent, con la convocatoria de ese pleno sobrevenido y celebrado ayer, de prisa y corriendo, tras conocerse que el juez Llarena, del Supremo, comunicará hoy a diputados y cargos del Govern investigados la decisión de procesarles o no, con las consiguientes entradas en prisión, un movimiento del juez que persigue, sin la menor duda, poner cruces sobre los presidenciables que Junts per Catalunya y ERC proponen.
El juego ha alcanzado tal nivel de perversión que ya resulta evidente que, en este ajedrez diabólico, digno del atormentado Bergman, lo menos importante es el bienestar de los catalanes, la continuidad de su autogobierno y el prestigio de las instituciones de este país.
Lo de ayer tarde rayó en lo que el ser humano puede soportar: largas horas de pleno pretendidamente solemne y trascendente que ni al mismo candidato a la presidencia le llegó a interesar, porque, como todo buen guionista sabe, cuando se conoce el desenlace, el capítulo se hace insoportable y Turull sabía de sobra que nunca obtendría los votos suficientes, porque un hombre de Pujol, un empleado le de Pujol según la CUP, jamás iba a tener los votos de la candidatura radical.
Por si fuera poco, no cuesta nada imaginar que Jordi Turull tenía su pensamiento fuera del salón de plenos, sabiendo como sabía y sabemos que estaba citado para esta mañana con el juez Llarena en su despacho del Supremo, donde le comunicará su procesamiento y, muy probablemente, su ingreso en prisión, con lo que la imagen, el gran titular, buscado por los soberanistas, de un president electo de la Generalitat fuese enviado a la cárcel por un juez "español" se desinfló por la abstención, mitad por coherencia, mitad por aguar la fiesta, haciéndose valer, de la CUP.
Lo único que sacamos ayer de los movimientos de unos y otros es que sólo quedan dos meses para salir del laberinto, porque, con el debate, echó a andar el reloj que descontará, minuto a minuto, los dos meses que faltan ya para tener presidente o nuevas elecciones.
Es verdad que entre tanto aburrimiento cabe la sorpresa, sorpresa como la que acaba de dar Marta Rovira, anunciando cuando debería comparecer ante el Supremo, que prefiere fugarse y salir de España, siguiendo los pasos de Puigdemont.
Pensaba concluir este texto diciendo que el procés estaba resultando tan aburrido que las cuitas de Cifuentes y su máster fantasma habían robado la primera plana de la actualidad al frustrado pleno de ayer, pero los guionistas han encontrado una salida al aburrimiento, poniendo en fuga a la ex diputada Marta Rovira. Un fogonazo, una traca, que alargará unos días la supervivencia del serial, al menos los que tarde en instalarse y explicarse en el destino que elija. Así que el juego, sea cual sea el que están jugando, de momento sigue.

jueves, 22 de marzo de 2018

IMPRESENTABLES


Ayer, extraño día de frío y viento en Madrid, lo que muchos madrileños sentimos fue bochorno, el bochorno de comprobar que nuestra sanidad, nuestra educación, nuestros mayores, están en manos de un personajes como Cristina Cifuentes o el bochorno de que el prestigio de la universidad, tan en duda últimamente, se deterioró ayer un poco más, tras la penosa actuación del "trío de la Rey Juan Carlos".
Nos habíamos desayunado con una impecable información del digital eldiario.es, según la cual, dos de las calificaciones que permitieron a la presidenta de la Comunidad de Madrid obtener un máster en derecho autonómico habían sido manipuladas por una funcionaria. La manipulación, evidente, no fue negada, incluso había sido admitida por la persona que entró en el expediente para cambiar las notas de "no presentado" a notable, pero, más allá de ese reconocimiento, no hubo más que silencio, horas y horas de un estruendoso silencio sólo roto por versiones y justificaciones balbuceantes, aceptables para el niño que ha roto un cristal con su balón, pero intolerables en un rector y dos catedráticos o en todo un gabinete presidencial.
Nada sería más fácil que presentar las actas, el trabajo que dice haber presentado a la universidad o las oportunas certificaciones de los pagos de las matrículas abonados a la universidad. Nada sería más fácil para quien presume una y otra vez de ser hija de un militar, general de Intendencia para más señas, que tener ordenados sus papeles personales tan bien como ordenado debe tener su bien surtido ropero. Nada sería más fácil y, sin embargo, el trabajo de fin de máster que en la universidad nadie recuerda, no aparece, quizá porque, en la época en que debería haberlo redactado y presentado ante la universidad, Cifuentes estaba al frente de los antidisturbios encargados de reprimir las protestas en contra los recortes impuestos por su partido.
Por si fuera poco, la comparecencia del rector y los dos catedráticos responsables de las materias en duda fue de lo más penoso que recuerdo. Los tres llevaban escrita en la cara la poca consistencia de lo que estaban diciendo, al tiempo que los gestos y los tropiezos en su discurso desmentían, como sólo puede hacerlo el lenguaje no verbal, sus aseveraciones. Un esfuerzo inútil, el de Cifuentes y los profesores, si previamente no coordinan, visto el resultado no lo hicieron, sus versiones. 
El espectáculo fue lamentable. Malo, muy malo, para la universidad que, ayer, en lugar de un lugar pulcro y respetable pareció más bien el obrador de una pizzería en día de partido. Quién puede fiarse ahora de una universidad cuyo rector plagia, que contrata a la gente por sus apellidos y sus afinidades políticas, que más parece una fábrica de puertas giratorias que un lugar de respeto y que, tartamudea a la hora de dar el paradero de un trabajo del que dependería el futuro académico de una presidenta de Comunidad que, pronto, puede quedar en paro.
No sabéis cómo me alegro de que mi hija haya pasado ya por la universidad y que la suya no fuese esa casa de "tócame Roque" que parece ser la Rey Juan Carlos, creada a imagen y semejanza del Partido Popular de "los buenos tiempos", llena de cargos del PP y viceversa, todo a cuenta de los impuestos de los madrileños.
El de ayer fue, como digo, un día de bochorno y que deje de serlo depende de los partidos de la oposición en la Asamblea de Madrid. Para ello, deben exigir todas las aclaraciones, explicaciones y responsabilidades que haya menester. Sólo así, con serenidad y rigor, podremos recuperar, yo al menos, la confianza perdida en ambas instituciones, la Rey Juan Carlos y la Comunidad de Madrid.
Cristina Cifuentes tardó más de catorce horas en aparecer y, cuando lo hizo, fue en terreno amigo, con control de daños asumido. No fue capaz de hacerlo en rueda de prensa, ni siquiera en un pasillo, para someterse a los "canutazos". Tampoco apareció su trabajo y dudo que lo haga, quizá porque una y otro no pueden presentarse en público, porque son eso: impresentables. El trabajo porque no parece haber existido nunca y la presidenta porque no tiene vergüenza.

miércoles, 21 de marzo de 2018

CIFUENTES, TRAMPOSA


Cristina Cifuentes, la impasible, la que nada sabía, la que nada decidía ni hacía, en medio del charco de corrupción en que se convirtió la Comunidad de Madrid en manos del PP, Cristina Cifuentes, la sucesora de Ignacio González y Esperanza Aguirre en el gobierno y en el partido, a estas horas debe  estar dando gracias por ser española y no alemana, porque lo que hoy revela eldiario.es, la burda falsificación de notas con la que obtuvo un martes hace tres años, es un asunto muy feo, tan feo como para que en Alemania, el modelo a seguir en Europa, los ministros dimiten por cosas parecidas.
Resulta que Cifuentes, además de hacerse la rubia, aprueba y con notable, sin presentarse al examen. Para qué va a presentarse, si, al final, una funcionaria, accediendo ilegalmente a su expediente cambia los "no presentada" por rutilantes "notables", proporcionándole un máster en derecho autonómico que no merecía y que inmediatamente fue a recoger, para luego fotografiarse con la funcionaria felona, que la "benefactora" no dudó en usar como foto de perfil en las redes sociales. 
El asunto, perfectamente documentado, tuvo lugar en una universidad pública, la Rey Juan Carlos, cuyo anterior rector se vio envuelto en un escándalo de publicaciones hechas a base del despreciable "corta y pega", recurso de vagos, malos estudiantes y algún que otro literato. El marco perfecto para una "aventura" impropia de quien ha ostentado importantes cargos en el Partido Popular, el gobierno de la nación y, ahora, la Comunidad Autónoma de Madrid.
La funcionaria implicada, que accedió al sistema informático irregularmente, porque nada tenía que ver con aquel máster, ha reconocido su participación en la trampa, lo que podría llevarle a perder su carrera en la administración, pero se ha excusado diciendo que seguía instrucciones de un profesor al que no ha querido identificar. Un reconocimiento de poco mérito, porque, por suerte o por desgracia, cualquier intervención en los sistemas informáticos, más cuando son el soporte de documentación, deja una huella que permita saber quién y desde dónde comete la intrusión.
Lo de la presidenta Cifuentes es ya harina de otro costal, sus explicaciones, que no excusas, porque no reconoce su trampa, son de primero de Antoñita la Fantástica, porque insiste en haber aprobado las dos asignaturas en convocatorias posteriores, a pesar de que no consta que se hubiese matriculado para ello. Pero a ella, que ayer mismo se defendió de los interrogatorios de Podemos, Ciudadanos y Podemos en la comisión que investiga la financiación irregular del PP, como si de una Agustina de Aragón rubia se tratara, sorda y vociferante ante preguntas más que incómodas.
Cristina Cifuentes debería pensar ya en su dimisión, porque, en adelante, difícilmente se va a poder confiar en quien mente de forma tan descarada y tan a la desesperada. Ahora, una vez sabido todo lo relativo al escándalo de sus notas, va a ser muy casi imposible creerla en otros asuntos. En Alemania se dimite por cosas como estas y no sólo en Alemania. Aquí parece que no, pero no debería ser así, porque lo último que necesitamos es una presidenta tan ambiciosa y tan tramposa.

martes, 20 de marzo de 2018

¿ARDE LAVAPIÉS?


Cinco días después de la muerte del trabajador senegalés Mame Mbayé, por fin vieron la luz unas imágenes, las del desesperado intento de reanimación al que le sometieron en plena calle varios policías municipales, que aclaraban en gran medida lo sucedido y desmontaban los bulos que la irresponsabilidad o la maldad de algunos incendiaron las calles de un barrio tan acogedor y amable como el de Lavapiés. El esfuerzo de los policías madrileños dista mucho de la imagen que, de ellos, en este caso concreto, se estuvo dando durante horas y debería avergonzar a más de uno.
No llego a entender qué nos está pasando, qué mal nos aqueja para que nos hayamos vuelto incapaces de reflexionar antes de reaccionar, incapaces de distinguir la realidad, incapaces de rechazar lo que no es sino una bola de medias verdades, intereses y odios que rueda por las malditas redes, mientras nos cuesta demasiado confiar en quienes con las debidas precauciones sólo tratan de explicar lo sucedido desde los datos contrastados. 
Cuando ayer vi a los policías municipales, hasta siete, atendiendo al infeliz Mame, lo primero que se me vino a la cabeza fue esta pregunta ¿por qué esas imágenes han tardado tanto en ver la luz? No sé quién las grabó en su teléfono móvil ni en qué ha estado pensando durante estos cuatro largos días para retener un documento que, como ese, ayuda a explicar lo que pasó y, sobre todo, a devolver a las calles de Lavapiés la tranquilidad perdida.
Me cuesta entenderlo. Más, si como pudimos ver, otras imágenes bien distintas, las de la espeluznante agresión de un miembro de los antidisturbios de la Policía Nacional, que dejó inconsciente de un porrazo a un hombre, también inmigrante, que nada había hecho ni estaba oponiendo resistencia a los policías. Gracias a esas imágenes y a la labor del periódico eldiario.es, el herido pudo ser localizado e identificado en el hospital al que fue conducido por la propia policía después de haberle atendido en un portal y llevado a una comisaría, sin que el hospital fuese informado de la causa del traumatismo cráneo encefálico que padecía.
Lo sucedido me lleva a pensar que ha habido intereses creados o malicia al ocultar tanto tiempo las imágenes del intento de reanimación de Mame, más viendo las consecuencias que las versiones que circulaban sobre su muerte estaban soliviantando los ánimos en las calles de Lavapiés y atrayendo al barrio a los profesionales del destrozo, no importa de qué ideología. dispuestos a quemar y romper con saña, vete tú a  saber para qué o por encargo de quién. Sin embargo, lo que aún no consigo explicarme es qué está pasando en el ayuntamiento madrileño, mejor dicho, en la coalición que lo gobierna, que a veces parece tener el enemigo en casa, especialmente cuando sus concejales dan pábulo a versiones no contrastadas y los difunden sin medir las consecuencias o, sería aún peor, considerándolas y utilizándolas en esa guerra particular que, con barricadas y todo, han llevado a la casa que debiera ser de todos.
Por eso ayer, una vez más, la alcaldesa Manuela Carmena se vio obligada a templar gaitas, quizá para evitar que la díscola Rommy Arce, que demasiado a menudo recuerda a la CUP del Parlament de Cataluña, rompa la unidad del grupo de Carmena a pocos meses de unas nuevas elecciones.
Lo sucedido en Lavapiés, que muchos creímos vivir agrandado y exagerado en nuestros televisores, estuvo a punto de romper la convivencia de un barrio en el que, desde hace décadas conviven gentes de distintas nacionalidades, razas, religiones y clases sociales, un barrio humilde, acogedor y castizo, sobre el que revolotean desde hace unos años los buitres de la especulación.
Hace unos días pudo arder Lavapiés. Fue muy triste, pero consuela saber que a la mañana siguiente y en las horas sucesivas, la solidaridad y la convivencia resurgieron de las cenizas de esa noche triste, porque, aforunadamente, la convivencia no ardió en Lavapiés. 

lunes, 19 de marzo de 2018

LA BRUJA SIGUE SUELTA


Cuando, tras el funeral por su hijo, Patricia, la admirable madre de Gabriel Cruz, nos hablaba de "la bruja" y nos pedía que la sacáramos de nuestras cabezas, qué poco imaginaba el poco caso que le iban a hacer, especialmente algunos de quienes la acompañaban en la catedral, porque apenas iban a tardar horas en sacarla a pasear para, en contra de la función de reinserción que la Constitución otorga a las penas de prisión, mantener su abominable prisión permanente revisable.
Es incuestionable que, si en algo el PP es el primero, amén de corruptelas y recortes sociales es en el la utilización partidistas de las víctimas y su dolor y, por ello, no iba a dejar escapar la oportunidad de sacar partido a las lógicas movilizaciones y las lágrimas vertidas por el triste final pobre Gabriel, regando con ellas su "cruzada" populista en pro de una pena tan injusta como inútil que en nada acrecienta la seguridad de los ciudadanos, especialmente de los niños, pero sí actúa como activador de los más bajos instintos, tan necesarios para sus intereses, ahora que las encuestas le están dando la espalda.
Si el estado se ha dotado de leyes y de un complejo, aunque no siempre eficaz, aparato judicial es para evitar, por un lado, la ley del talión, los linchamientos y la imposición de la ley del más fuerte. Nadie debería actuar en caliente y por venganza contra los autores de un crimen por execrable que sea y, por eso y para eso se legisla con mayor o menor acierto para aplicar a los culpables castigos proporcionales y, sobre todo, que dejen al reo la oportunidad de redimirse.
Eso que debería estar claro para todos y que todos nuestros representantes políticos deberían estar obligados a explicar a los ciudadanos no siempre, no parece nada claro para muchos de ellos ni para los opinadores de la nada, siempre dispuestos a incendiar la calle, pidiendo venganza, a cambio de unos cuantos cientos de euros la sesión, creando un estado de opinión más cercano a los escenarios de las novelas del oeste que a un país europeo con cuarenta años de democracia a sus espaldas.
Gran parte de la culpa de esto que nos ocurre la tiene el PP que, ya en los tiempos más terribles de ETA, aprendió de la utilidad de las víctimas y sus familiares como ariete para empujar a sus rivales políticos a territorios en los que no querían entrar, convirtiendo a esas víctimas en ciudadanos con más voz y, si hubiesen podido, con más voto para influir en determinadas decisiones.
Ahora, sin otra intención que cabalgar sobre el populismo más irracional y vengativo, el PP vuelve a azuzar a las víctimas y a quienes creen serlo contra la racionalidad y, por qué no decirlo, contra esa constitución que dicen defender. Nada ganamos con el mantenimiento de esa pena cruel y medieval que está camino de ser abolida. Nada ganan ellos tampoco, salvo hipnotizar con el debate a quienes apenas les creen ya.
La condena a perpetuidad, que otra cosa no es esa cínica prisión permanente revisable, es tan inútil para disuadir al criminal como lo es la pena de muerte. Las cifras son incontestables y es absurdo que se trate de mantener en un país que pudo acabar con el terrorismo etarra sin ella y en el que se siguen cometiendo y se cometerán crímenes horrendos con ella. La bruja, la verdadera bruja, la que lleva a la venganza ciega, sigue, por desgracia, Patricia, dentro de las cabezas de toda esa gente que se deja arrastrar en el torbellino de las informaciones morbosas y los intereses más miserables. La bruja de la venganza irracional y los intereses más oscurs corre por la calle y son algunos políticos quienes la llevan de la mano.

jueves, 15 de marzo de 2018

EL RUIDO Y LA FURIA


Tomo prestado el título de la novela de William Faulkner y la imagen, inquietante en su contexto, de los informativos de televisión de hace unos días, para ilustrar mis reflexiones sobre algo que me viene preocupando desde hace meses, cuando no años: el papel que juegan y no debieran jugar los medios de comunicación en este país y en estos tiempos.
Visito casi a diario a mi padre de 94 años y las más de las veces le encuentro ante el televisor, a veces asustado y a veces cabreado por lo que ve, pero casi siempre con la palabra tremendo en la boca. Es tremendo dice de Rajoy y sus corruptos, esto es tremendo dice de tanta violencia como se muestra y se desmenuza sin el menor pudor, en búsqueda, me temo, del lucrativo morbo con que nos alimentan a cambio de los generosos índices de audiencia que atraen a los anunciantes que les sostienen.
Hace ya mucho tiempo que los responsables de los informativos en televisión, salvo más que honrosas excepciones han renunciado a su papel de mediadores responsables entre la realidad y quienes se ven obligados a percibir esa realidad a través de su trabajo. La información, cada vez menos reposada, en medio de la vorágine de la competencia, cada vez menos reflexiva, va alimentando a golpes de morbo y lo que pomposamente califican de “interés informativo", a golpes de ruido perverso y malsano, van alimentando la furia de quienes reciben esos fragmentos de realidad exagerados y aislados, como si de la realidad, toda, se tratara.
Quizá por eso, mi padre, perfectamente razonable, aunque falto de la memoria inmediata que permite
asimilar y comprender como debiera lo que está viendo, sufre y se asusta. Pero mi padre se queda en casa, sentado en su sillón, con sus sopas de letras, con sus puzles y sus "tremendos". Lo malo es que otros, con menos años y mejores piernas se echan a la calle y si uno de esos paisajes que ve en la tele, una detención, un crimen, una desgracia, les queda cerca, se echan a la calle a gritar su odio gratuito, su furia, a los cuatro vientos y, si es posible, a zarandear a alguien para convertirse en el implacable justiciero que nunca debiera ser.
Lo acabamos de ver en Almería, con ese intento estúpido y megalómano que algunos han desplegado ante las cámaras, de vengar al pobre Gabriel, en contra, incluso, de los ruegos de sus padres, vimos otro tanto hace días en Galicia, con el entorno del asesino de Diana Quer, mostrado ante las cámaras sin el menor recato. Toso eso no es más que la furia desatada por todo ese ruido que nos asalta desde esa maldita ventana oscura cuando está apagada y más oscura, a veces, cuando está encendida. Ese ruido sostenido artificialmente con conexiones inútiles y falsas "últimas horas", con el único fin de dotar de un ritmo tan hipnótico como frenético a todas esas nadas morbosas con que nos bombardean.
Ruido y furia, ruido que nos hace creer que todo es tormenta y maldad y furia absurda de quienes se creen el sostén de la moral y del mundo.

miércoles, 14 de marzo de 2018

LIQUIDACIÓN POR CESE DEL NEGOCIO


Soy hijo de comerciante y, quizá por eso o por mero sentido común, sospecho de cualquier tipo de rebaja. Fe sobra sé que lo que se rebaja es lo que sobra y que, si nada sobra, se rebaja porque lo que falta es liquidez y que cuando se salda la mercancía no se busca el beneficio del cliente, aunque, a veces, sea una consecuencia de la operación. pero nunca para todos. Lo que busca el comerciante al rebajar sus productos es hacer caja o quitarle los clientes al vecino. No hay otra. Siempre ha sido así y así seguiré siendo.
Ayer, Cristina Cifuentes, la que llora por las finanzas de la Comunidad de Madrid, la que se queja de que las comunidades ricas tengan que mantener a las pobres, la que ha mantenido los duros recortes en Sanidad y Enseñanza, la que no suelta un céntimo para ayudas a la dependencia, anunció a bombo y platillo y por sorpresa que rebajara el IRPF, el impuesto que grava los ingresos de los ciudadanos según su cuantía, el que paga más el que más tiene, a todos los madrileños, ricos y pobres, a sabiendas de que a quienes están en paro, cobran una pensión mínima o un salario de mierda, la rebaja en nada va a afectarles, salvo en que se verán recortados aún más o no se recuperarán los servicios que se les limitaron o se les dejaron de prestar a cuenta de la crisis.
Son unas cuentas difíciles de entender las de Cifuentes. Difíciles de entender si no se incorpora a la ecuación la pieza más importante, la que despeja todas las incógnitas, que no es otra que el número de votos que espera captar entre su electorado tradicional, la cada vez más reducida clase media y los trabajadores que, tan ciegos como egoístas, no son capaces de ver que lo que ni siquiera les rebajan, porque la mayoría están exentos de declarar, se lo quitan en el copago de los medicamentos o en el deterioro que sufren, ese sí, en el estado de bienestar.
Cristina Cifuentes, que no quiere pasar a la Historia como una efímera carambola de la corrupción del PP madrileño, siente ya en su nuca el aliento de quienes se disputan con el PP el voto conservador o despistado, esa derecha más moderna y mucho más dura, Ciudadanos, a la que ahora pretende ganar por la mano la baza de la rebaja de impuestos. Nada le importa el cierren quirófanos y plantas enteras de los hospitales madrileños, nada le importa que se caigan a pedazos de viejos, ni que los médicos se vayan a ejercer al extranjero cuando la vocación no les da para soportar el deterioro que les rodea. Nada le importa que los escolares se hacinen en colegios infames sin calefacción s sin las dotaciones imprescindibles para acogerles, nada le importa que miles de ancianos vivan los últimos años de su vida confinados en pisos sin ascensor, a los que sólo la solidaridad familiar o vecinal y el esfuerzo de trabajadores sociales y sanitarios les llevan la atención necesaria.
Cifuentes y los suyos saben que la suya es una época ya agotada, que son ya muchos, demasiados, los colectivos ofendidos e indignados por su codicia, su egoísmo y su desprecio-Por ello trata de arañar como sea los votos que disimulen la debacle y que permitan que ella y sus más fieles aguanten la vela en la dura travesía que les espera en la oposición. De eso se trata, de colocar lo más presentable de su mercancía, quitándole clientes, los más posibles, a Ciudadanos para hacer más soportable la caída antes de la liquidación total por el cese de "su" negocio, antes del cierre definitivo. Y el que venga detrás, que arree.

martes, 13 de marzo de 2018

AFILIADO POR ALMERÍA


Si se concediese un premio al parlamentario español más marrullero, más malencarado, más faltón y menos empático, el galardón sería sin duda para Rafael Hernando, diputado y portavoz del PP en el Congreso de los diputados, afiliado por Almería. Pocos como él cabalgan sobre la demagogia, el insulto y, sobre todo, el desprecio a quienes no considera "los suyos" como él.
Hijo de un alcalde franquista de Guadalajara, quizá adquirió sus ademanes de perdonavidas de sus coqueteos juveniles con Fuerza Nueva, que abandonó, como tantos otros ultraderechistas para seguir al ministro de "la calle es mía", Manuel Fraga, hasta desembarcar, como el mismo Fraga, en el PP. De ahí sus fobias a todo lo que "huela" a izquierda y sus "bromitas" despreciables para con quienes sólo pretenden recuperar de las fosas comunes y las cunetas la memoria y los restos de sus seres queridos asesinados durante la guerra civil y la posguerra. Un desprecio que alcanzó su cénit en aquel "algunos sólo se acuerdan de las víctimas para buscar subvenciones".
Sin embargo, no es sólo la ideología la que le lleva al enfrentamiento y la ofensa. Se nota que a este pijo de provincias no le gustan los pobres y que considera la pobreza no como desgracia sino como merecido castigo a quienes la padecen. De ahí aquellas maneras con las que responsabilizaba a los padres de los niños privados de las ayudas para el comedor escolar de la alimentación de sus hijos, a sabiendas de que, para muchos de ellos, esa comida servida en el colegio era la única equilibrada que recibían a lo largo del día.
Debió aprenderlo en el ICADE, donde estudió Derecho o con sus amigos de buenas familias como la suya, la violenta y elitista élite de Guadalajara. Y bien que lo aprendió, porque esos ademanes, ese gusto por la bronca le sirvieron, una vez elegido para el Congreso, para hacer carrera, primero desde el gallinero del hemiciclo, desde donde se hacía notar con sus gritos y sus broncas hasta, que Rajoy, consciente de la que se le venía encima, le eligió para sustituir al más que torpe Carlos Floriano. Y a fe que está cumpliendo con su papel, porque, en su papel, es capaz del mayor de los cinismos, junto a los desplantes, los insultos no siempre disimulados y, sobre todo, la mayor de las demagogias, hasta el punto de que, viéndole y escuchándole, uno no se sorprendería de que, como su admirado Manuel Fraga, cualquier día se quite la americana para ir a comerse a los que tiene enfrente.
Uno de esos desplantes, el más sonado de los últimos tiempos fue el que "regaló" a los periodistas en el Congreso cuando, tras ser preguntado por la ya evidente financiación ilegal de su partido zanjó la conversación diciendo que nada sabía, porque "él es afiliado por Almería". De modo, que verle ayer en Almería, en la capilla ardiente del niño Gabriel Cruz era inevitable. Lo que Rafael Hernando podía habernos ahorrado era el bochorno de haber ido allí a hacer campaña a favor de la prisión permanente revisable, en medio del dolor y la rabia por el asesinato de un niño, algo tan execrable como lo sería vender papeletas para un viaje de fin de curso en el funeral de la abuela.
Ese es Rafael Hernando, al que yo me niego a aplicarle el cariñoso "Rafa", un personaje de pasado nada claro, que su partido ha convertido en perro de presa ciego y sordo para lo que quiere, afiliado por Almería.

lunes, 12 de marzo de 2018

¿OTRA BURBUJA?

El barrio de La Latina de Madrid. El Rastro, Lavapiés, el centro castizo de mi ciudad han sido desde hace más de cuarenta años mis barrios. Soy del otro lado del río, pero todas esas calles se convirtieron en escenario de mis primeros vinos, algún que otro porro y, sobre todo, mi escuela de vida junto a amigos a los que sigo viendo y con los que sigo compartiendo de vez en cuando otros vinos, mejores, pero más caros, y otras conversaciones más maduras, más resignadas diría yo, en las que, al menos para mí, la música y la política, si es que conseguir el bienestar de los demás lo es, son los ejes de la charla.
Sigue siendo mi barrio, pero ya no lo es. Las cavas ya no son las mismas. Siguen moviéndose por sus aceras y sus viejas tabernas y mesones, convertidas hoy en "locales", personajes de barrio, pero ya en minoría. Lo que prima son quienes alborotan en inglés o en italiano, convirtiendo en ruidosos bares de copas lugares cargados de historia y de saber popular, el que al final importa. Pero esto que os digo no ocurre sólo a nivel de esa calle en las que, hasta los comercios tradicionales, las tiendas del barrio se han se han rendido al chupito y el copeo fácil. También se hace notar en los portales y las escaleras de edificios con más de un siglo y a veces de dos siglos de vida vivida sobre sus vigas.
Son calles hermosas, armoniosas, acogedoras, en las que apenas queda ya nada ni nadie que sostenga esa vida. Aquellos pisos de enormes pasillos, aquellas celdas de colmena, aquellos agujeros a veces miserables que jugaban a ser hogares en corralas y buhardillas, son ahora estudios, armarios diría yo, apartamentos y pisos en alquiler que sólo un potentado podría pagar. La codicia, la especulación y el "low cost", con la ayuda de un gobierno sin alma, se han apoderado de los rincones de vida que había en esos barrios, poniéndolos en alquiler a miles de kilómetros por cantidades inalcanzables aquí que difícilmente puede pagar un español, incluso con trabajo.
En esas calles ya no quedan vecinos, ni siquiera nuevos vecinos. Los de siempre, los de toda la vida se han ido muriendo o han sido expulsados a otros barrios o a residencias de ancianos pagadas, no sin dificultades, con el piso en que vivieron. En esos barrios apenas quedan ya niños y los que quedan hablan, no ya con otro acento, sino en otra lengua. La codicia está acabando con la vida en mi barrio, en mi ciudad, porque arrastrar maletas, escándalos y resacas por sus calles, no es darles vida. Algún día la paz llegará al Mediterráneo, otro país distinto del nuestro se pondrá de moda y el sonido vital de las cocinas y los balcones abiertos, el que está siendo sustituido por los portazos a media noche, el arrastrar de maletas por viejas escaleras de madera y los pesados ronquidos de la resaca, el traqueteo de las reformas, ese ruido amigo ya no regresará, porque el barrio, su vida, su gente, habrán desaparecido en aras del negocio de unos pocos.
Mientras tanto, el gobierno a verlas venir, mejor dicho, a consentir este expolio que deja las ciudades sin vida, sin alma. Ahora, con las elecciones cada vez más cerca y la posibilidad de que "los sin casa" se conviertan en un nuevo frente, trata de poner un parche, uno de sus parches, pero, como el alacrán, el PP no puede escapar a su condición y el parche más que una solución es una nueva "oportunidad de negocio" para las hienas de la especulación que acabarán embolsándose las míseras y selectivas ayudas, en lugar de hacer más llevadero pagar el alquiler para quien realmente lo necesita.
Una vez más, el dinero de todos, las ayudas, acabará en los bolsillos de los fondos de inversión y los especuladores. Si en lugar de ello, se legislase y se controlase este fenómeno cruel, nuestras ciudades pervivirían y seguirían siendo atractivas y encantadoras para quienes, en su visita buscan algo más que alcohol y sexo.
El daño ya está hecho. Ahora sólo queda recoger velas y tratar de reconstruir el tejido vecinal que daba vida a los barrios. Vigilar para que esos alquileres se hagan sólo a la luz del día, para que los impuestos que generan, como cualquier otra actividad industrial, se paguen, se paguen en España y repercutan en beneficio de los españoles. Cualquier otra medida, especialmente las propuestas que hizo el gobierno el viernes sólo contribuirán a inflar los alquileres a crear una nueva burbuja que, cuando estalle, volverá a golpear a los de siempre, no a quienes la causaron que, para entonces, ya estarán reinvirtiendo sus beneficios en otro país o en otro sector. Y mientras nuestras ciudades, sus barrios, convertidos en barrios fantasma, sin vida.

viernes, 9 de marzo de 2018

ORGULLOSO DE MI PAÍS


Ayer volvió a pasarme. Volví a sentirme orgulloso de este país del que, como sabéis de sobra, reniego más de una mañana. Volví a emocionarme como me emocioné cuando nos convertimos en el primer país en no poner barreras en el juzgado al amor entre dos personas, sean como sean. Tuve la misma sensación que tuve cuando, en tiempos de la UCD, se aprobó la ley del divorcio o, ya con el PSOE, se despenalizó el aborto. Me sentí orgulloso y no pude por menos que recordar aquellas palabras de Adolfo Suárez ¿o eran de Fernando Ónega? con las que venía a decir que había que convertir en legal lo que ya era normal en la calle.
A lo largo del día me había sentido emocionado en varias ocasiones, sobre todo, al escuchar, justo a las puertas del mercado que hay frente a mi casa, la conversación de dos mujeres, probablemente ya abuelas, a propósito de la igualdad en las tareas de la casa y el cuidado de los hijos. También y muy especialmente viendo en la televisión las imágenes de esa masa inmensa de mujeres, acompañadas de muchos hombres, concentradas frente al Ayuntamiento de Bilbao, ocupando el puente sobre la ría y la orilla opuesta,  escuchando en respetuoso silencio, convenientemente adaptada al día, aquella canción que yo mismo canté en so tiempos de la universidad, la que habla de huelga de madres, compañeras y compañeros que se, primero diez, luego cien, luego mil, se van sumando a la lucha, hasta hacerla de todos.
Yo creí que eso sólo pasaba en los estadios de fútbol y con bufandas en alto. Eso es lo que nos han venido enseñando, desde las radios y las televisiones, como, de manera indirecta, nos hacen ver que somos peor de lo que somos, retratándonos en crímenes, estafas, corrupciones, desplantes, insultos y debates sin fin en los que lo que lo que más importa no es lo que se dice, sino quién lo dice más alto.
Ayer, serenamente o como en una fiesta, las mujeres pasaron lista, se contaron y demostraron que ya son muchas, que, si se lo proponen, van a contar mucho en el futuro y van a tener que contar con ellas y con sus causas. Ayer, con esa hermosa movilización que vivimos, conquistaron para ellas y para sus reivindicaciones, un lugar en los sondeos de opinión y, no tengo la menor duda, en el programa de más de un partido político.
Para confirmar lo que digo, no hay más que ver teñida de morado la solapa de Rajoy o a sus ministras dejándose sin rubor por mentirosas. A este gobierno y no sólo a este gobierno, la brecha salarial, la conciliación, los derechos de las madres trabajadoras o de las trabajadoras que quieren ser madres les importan, mejor dicho, les importaban una figa. Y eso ya no va a poder seguir siendo igual, porque seis millones de votos son muchos votos y fueron seis millones o más las mujeres que ayer fueron a la huelga.
Por eso, en medio de las emociones, no podía dejar de pensar qué harán esas mujeres en las próximas elecciones, dónde pondrán a quienes, PP y Ciudadanos, han tratado de torpedear con su injustificado desprecio las movilizaciones del ocho de marzo. Me gustaría creer que van a castigar a camaleónico Rajoy, siempre huidizo, siempre cobarde, o al despreciable Albert Rivera, que sólo fue capaz de ver anticapitalismo, ya se sabe, la voz de su amo, en la convocatoria. Me gustaría creer que les castigarán en las urnas, aunque no las tengo todas conmigo.
De momento, me quedo en esa sensación que sentí ayer, una emoción que, poco a poco, a lo largo del día fue transformándoos en orgullo, orgullo de pertenecer a este país lleno de gente como yo.

jueves, 8 de marzo de 2018

OCHO DE MARZO


Para que el mérito pese más que el género, para que ser madre o poder serlo no sea un lastre en el trabajo, para no pasar más miedo en la calle, para que, en el trabajo y fuera de él, un no sea un no, para que los hijos y la casa sean de los dos, para que a igual trabajo corresponda igual salario, para que las mujeres no sean confinadas en las bases de las pirámides empresariales, para que el número de directivos en la empresa y en la universidad tenga que ver con el de trabajadoras y licenciadas, para que la igualdad y la libertad sean un hecho para todos y todas en todas partes. Para que, por fin, la justicia sea algo más que un ideal. Para todo eso y para más, es esta jornada que todos y todas tenemos que compartir.

miércoles, 7 de marzo de 2018

CON FALDAS Y A LO LOCO


Dice un viejo amigo siempre que le dan motivos y se los dan a menudo que no hay que fiarse de los hombres que visten faldas. Que yo sepa, nunca ha tenido trato con escoceses, así que debo pensar que cuando habla de hombres que visten falda se refiere a los curas y los jueces. Él sabrá porque lo dice, ya que, en particular, tampoco él ha tenido nunca experiencias con unos y otros, así que debo suponer que su desconfianza es la que le corresponde como ciudadano que se ve perjudicado por lo que dicen o hacen unos y otros.
La verdad es que, con el protagonismo alcanzado por jueces y fiscales en los últimos tiempos, con sus decisiones, tan difíciles de entender en algunos casos, habíamos olvidado a ese estado paralelo, tan arraigado en países como el nuestro, que, amparado en tradiciones y creencias en retroceso, trata de influir en demasiados aspectos de nuestras vidas, a veces ofendiendo gravemente nuestra inteligencia y, casi siempre, ofendiéndonos desde su soberbia y su falta de empatía con una sociedad que ya no es "su rebaño".
La iglesia católica española, como digo, con sus intereses y sus ideas más que bien defendidos por el partido en el gobierno, en los últimos tiempos había optado por el silencio, ocupada como estaba en la taimada inmatriculación, al abrigo de los impuestos que pagamos los mortales, de todos los bienes que, sin ser de su propiedad, viene disfrutando desde hace siglos, pisos, iglesias, conventos, ermitas, colegios y catedrales que ni pagan ni han pagado IBI, pese a que, en ocasiones, son fuente de ingresos para la iglesia y sus organizaciones.
La iglesia ha guardado silencio, hasta que se ha visto de nuevo frente a sus contradicciones, frente a la hipócrita fraternidad, esa en la que los siervos de dios lo son más unos que otros, al tiempo que dios tiene hijos de primera y de segunda clase. La iglesia ha guardado silencio hasta que se ha visto en el brete de tener que enfrentarse a los principios en que basa su existencia desde hace siglos.
Sin ir más lejos, hasta que se ha tenido que pronunciar sobre el papel de la mujer en estos tiempos que, más allá de los muros de sus templos, estamos viviendo. Ha sido entonces cuando personajes como el obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, se han revuelto contra las aspiraciones de igualdad de las mujeres, contra ese movimiento imparable que persigue la igualdad de géneros, algo impensable en una institución que niega el pan a las mujeres, a las que ha relegado a jugar papeles secundarios, cuando no a actuar como meras sirvientas, que no siervas, del clero. Unas aspiraciones de igualdad inconcebibles para quienes están acostumbrados a controlar su pensamiento y su vida desde el confesionario, unas aspiraciones en las que Munilla ve al demonio, quizá porque sabe que una mujer libre no es tan maleable como lo son las que acuden humildes y avergonzadas a confesar sus "pecados" y quién sabe que más a esos confesionarios, desde los que han obtenido la información con la que han venido construyendo su dominio y el control que, no lo olvidemos, el franquismo le otorgó en la sangrienta posguerra.
Munilla ve al demonio en el feminismo. No me extraña, porque la libertad y la igualdad que persigue el movimiento feminista difícilmente casa con la institución más patriarcal con la que nos ha tocado convivir. Por eso, el obispo Munilla y alguno que otro más se han soltado el pelo, poco en su caso, y se han lanzado "con faldas y a lo loco", a resucitar viejos demonios, a buscarlos donde sólo existe el deseo de sacudirse un yugo de siglos del que la iglesia sabe mucho.

martes, 6 de marzo de 2018

PA' MATARLOS


Andan como locos los analistas tratando de encontrar una explicación a los diabólicos resultados de las elecciones italianas, ese empate a tres entre opciones irreconciliables que difícilmente se pondrán de acuerdo para sacar adelante un gobierno capaz de conducir el país los próximos cuatro años. Una explicación que no hay que buscar muy lejos. Si los analistas son españoles, les bastaría con mirar por la ventana, con encender un televisor o "pegar" la oreja en la cola del pan, para darse cuenta de que este país, que a duras penas sobrevive a otros resultados tan diabólicos como los de Italia sufre del mismo mal, que no es otro que la injusticia generalizada, la desesperanza de las víctimas de la crisis y la soberbia de quienes pilotan el desmantelamiento del estado de bienestar, de todo cuanto creíamos sólido, que diría Muñoz Molina, incapaces de mirar más allá de los papeles y las cuentas que ponen sobre su mesa.
Lo que está claro es que todo lo que nos está pasando es consecuencia, no de los cambios políticos, sino de la salvaje revolución económica, que está acabando con las viejas, aunque seguras, economías productivas, en las que un trabajador hacía equis tornillos que se vendían a tanto cada uno, generando en su jornada una riqueza a repartir entre el mismo trabajador, el empresario y el Estado, que por vía de los impuestos, las cotizaciones sociales y demás, redistribuía la riqueza, garantizando ese bienestar y ese futuro que tanto vamos a echar de menos. Pero las cosas han cambiado y la solidez de entonces, las certidumbres en las que nos movíamos, en las que crecíamos, se han vuelto líquidas, como metal fundido, como la liquidez de beneficios que pretenden esos patrones que ya no pisan las fábricas, que ya no huelen el sudor de los obreros, no saben de sus penurias, ni, lo que es peor, les importan.
Y esos empresarios, sin rostro, sin alma, sin nacionalidad, se compran gobiernos, gobiernos a los que compran países, gobiernos que cambian el futuro y la seguridad de sus ciudadanos, por el futuro, éste sí suyo, en los consejos de administración de las empresas de sus amos, y la seguridad de pensiones obscenas, colocadas en los paraísos fiscales que nunca han querido erradicar.
Con la ayuda de la prensa, con una izquierda asustada y seguidista, demasiado acomodada para bajar a la calle y remangarse junto a los más débiles, con unas instituciones supranacionales despóticas, nos han engañado, haciéndonos creer que eran de los nuestros, que pensaban en nosotros, que defenderían nuestros intereses, que, incluso, podríamos llegar a ser como ellos, a estar donde están ellos. Pero no, ya no. Como no se puede engañar a todo el tiempo todo el mundo, hemos despertado del sueño para caer en la pesadilla y todos, cada cual a su manera, nos estamos rebelando.
Nos rebelamos, porque no les basta con explotarnos, con quedarse con lo nuestro. Necesitan además humillarnos, marcar nuestras vidas con sus los orines de su desprecio. Felicitarnos como hizo la muy torpe, la muy soberbia, ministra de Trabajo y Seguridad Social, la inefable Fátima Báñez que tuvo la osadía de felicitar a los jubilados por la ridícula subida de sus pensiones, cuando ellos y ella saben de sobra que cada uno de ellos pierde más alrededor de cien euros al año en copago farmacéutico y otros tantos o más en los incrementos del IPC en energía, alimentos, transportes y demás.
Por eso, por verse ahora engañados y ofendidos, han salido a la calle a gritarle, a Rajoy y a quien sea, que ya están hartos, a pedirle que se vaya, pero como se lo pedirían igualmente a Renzi, autor de una reforma laboral “a la española”, a Merkel o a Teresa May si los tuviesen a mano. Así que nadie se extrañará si dentro de unos meses nos vemos de nuevo frente a unos resultados tan diabólicos como los de las elecciones italianas. Pero no cantemos victoria, no nos engañemos, el día que nos llamen a votar. antes de echarnos a la calle tenemos que hacer una parada frente al espejo para mirarnos detenidamente, para, con tranquilidad, darnos cuenta de que nada tenemos que ver con Rajoy, con Rivera, su versión 2.0, o con el gobernador del Banco de España que ayer, lleno de impudicia, se permitió regañar a los pensionistas por haber invertido sus ahorros en una vivienda y no en activos financieros, las malditas preferentes lo eran, para disfrutar de una jubilación tranquila. Como diría mi vecino, "pa' matarlos"

viernes, 2 de marzo de 2018

BIENVENIDOS A LA REALIDAD


No tenía buena cara ayer Puigdemont, no. Llevaba escrito en la mirada que, finalmente, los suyos le han sacrificado. Ha sido un mes después de haberse sincerado en Twitter con el imprudente, quién sabe si avieso, Toni Comín y, desde entonces, ha braceado como un náufrago que ve alejarse la playa para no quedarse solo en medio del mar de Bruselas. Ha braceado, pero sin éxito, porque, al final la realidad manda y todo eso del "Espacio libre de Bruselas" y el "Consejo de la República Catalana" de los que se hablaba ayer se ha esfumado ante la deriva surrealista y grotesca que estaba tomando la situación.
De todos modos, Puigdemont, como esos mecánicos de barrio que te arreglan el coche lo justo para que puedas salir de fin de semana, pero que te dejan un "ruidito" que te obligue a volver el lunes, ha dejado en su renuncia dos de esos "ruiditos": uno el de que su renuncia es provisional y otro el de la designación de su sustituto, un sustituto con sorpresa de kinder, que podría, bien no poder participar en el debate de investidura, lo que depende del juez de la causa, o bien que, finalmente, sea condenado a pena de inhabilitación por el Supremo, lo que llevaría en el mejor de los casos a que Cataluña tenga un president entre rejas o a que ese presidente fuera cesado por un tribunal. 
A veces, viendo este serial, un cómic quizás, uno tiene la sensación de que los independentistas en su loca huida hacia adelante se han cargado de problemas, de trampas, que les impiden volver a situarse a la tan necesaria realidad. Uno de esos problemas es el propio Puigdemont, un personaje ambicioso, soberbio y correoso, incapaz de la grandeza de la renuncia, aunque en ella esté el futuro bienestar de su pueblo, ese pueblo en nombre del que dice hablar.
El último capítulo, más bien el continuará, de ese serial ha sido ese adjetivo, provisional, con el que ayer, como de pasada, adornó sin demasiado éxito, hoy, en una entrevista, ha tenido que insistir en subrayar esa provisionalidad, casi amenazando con volver a ganar unas hipotéticas nuevas elecciones que dice, no le creo, no desear.
En todo este "lío", hay un personaje, casi en la sombra, abandonado a su suerte, que no es otro que Artur Mas, quien fuera moneda de cambio para el apoyo de la CUP con que Junts pel Si completó la mayoría en la pasada legislatura, la del precipicio independentista. Pues bien, esos independentistas, en especial Puigdemont y su distanciamiento de la realidad, han encontrado en Mas una voz crítica, capaz de admitir que se exageró, que se mintió a los votantes respecto a la viabilidad de lo que se había puesto en marcha, un Artur Mas, al que supongo hoy arrepentido de haber dado paso a su sucesor, sobre todo ahora que se ve despojado de todo, de su futuro en la política catalana, con todo su patrimonio embargado y quién sabe si con una pena de cárcel en el horizonte.
Es triste que el ex president Mas sólo haya sido capaz de verbalizar en público todo lo que confesaba en privado a sus allegados, es triste que haya tenido que verse como se ve para admitir que la fuga de empresas era más que posible si se iba por ese camino, para admitir que se exageraban las virtudes de la independencia y se escondían las penalidades que conllevaba. De todos modos, bienvenida sea esa sinceridad forzada, ojalá Puigdemont y sus acólitos hiciesen otro tanto. Quizá de ese modo quienes les siguen "a pies juntillas" volviesen poco a poco a esa realidad de la que parecen haber escapado. serían bienvenidos.

jueves, 1 de marzo de 2018

MITAD POR MITAD


Estamos otra vez en las mismas, estamos de nuevo ante una situación, cercana al surrealismo, en la que demasiados protagonistas están por romper la baraja antes de permitir que jueguen todos. Hoy, en unas horas, se reúne el pleno del Parlament de Catalunya en el que quizá sea el momento más crítico para el futuro de esa tierra que durante años y en muchos aspectos ha sido la vanguardia de este país del que ahora una parte importante pero no mayoritaria de sus habitantes reniega.
No sé qué ha ocurrido para que quienes tendrían la obligación de encontrar soluciones, salidas, a este callejón sin salida en el que se, nos, han encerrado. No sé qué ha sucedido para que gran parte de los catalanes, nunca la mayoría, prefieran permanecer paralizados en una realidad paralela, en una tercera dimensión imposible de materializar, que, ni en el mejor de los casos, la ajustada mayoría de escaños con que cuentan está legitimada para poner en marcha.
Confieso que, en este asunto, hace tiempo que me he perdido. Estoy por darle la razón a Isabel Coixet cuando dijo que a los catalanes "les habían puesto algo en el agua". No encuentro otra explicación a lo que estoy viendo, a esa resurrección de otro Tarradellas mucho más chusco y mucho más egoísta que el que mantuvo viva la llama y la legitimidad de la Generalitat en el exilio, éste sí, frente a una dictadura sangrienta, como lo fue la de Franco.
No entiendo que el futuro de Cataluña se ponga en manos de un personaje que, como Puigdemont, es incapaz de asumir las acciones que lleva a cabo. Menos aún que los partidos que consiguieron el segundo y tercer puesto en las elecciones aceptadas por todo el arco político catalán, tras Ciudadanos, se pongan en manos de un partido en recesión, la CUP, que, con sólo dos escaños, pretende pilotar de nuevo el buque que estrelló en septiembre contra las rocas de la legalidad.
Junts per Catalunya, no conozco otro partido, quizá Podemos, que haya cambiado tanto de nombre en tan poco tiempo, y Esquerra, parecen haber dicho no finalmente a la CUP que de nuevo pretendía estrellar el procés, imponiendo otra vez la imposible Declaración Unilateral de Independencia que tan nefastas consecuencias les trajo hace cuatro meses.
La ficción en la que viven JxCat. Esquerra y, como molesto invitado, la CUP contempla entre otras coas la creación de un órgano, al margen de las urnas, compuesto entre otros por diputados y alcaldes, una asamblea de nombre rimbombante, una especie de mini parlamento a la medida del fugado Puigdemont, con sede en el llamado "Espacio Libre de Bruselas". Del mismo modo que al cesado president se le reservaría la potestad de nombra y cesar consellers. Todo un delirio difícil de digerir si no es con el agua envenenada de la que hablaba Coixet.
Habrá que ver en que acaba este pleno en el que, como los niños que hacen "trastadas" para poner a prueba la paciencia de los mayores, ERC, JxCat y la CUP hacen equilibrios sobre el alambre de la legalidad, con el peligro de hacer saltar todo por los aires y llevar otra vez a los catalanes a unas elecciones de incierto resultado.
Vaya lío, vaya merdé, que se dice en Cataluña, todo porque hay quien se empeña, retorciendo sus propias leyes, las de su propio parlamento, y pasándose por el Arco del Triunfo la Constitución. Un lío que tiene su origen en que los catalanes se dividen mitad por mitad entre quienes pretenden la independencia a toda costa y quienes no, en tanto que los independentistas se dividen a su vez y también en casi mitad por mitad en partidarios de Esquerra y del partido de Puigdemont, lo que conduce al maldito tira y afloja en el que estamos, un problema de difícil solución, en el que, aunque a ERC y Puigdemont les pese, las leyes y la Constitución son la única garantía para quienes por unos votos, por unas décimas, no tienen el timón que tienen quieres les quieren imponer  el trágala de una independencia a destiempo.