jueves, 31 de mayo de 2018

EL CULO DE RIVERA


En estos momentos en que escribo, arranca en el Congreso la moción de censura socialista contra el gallego impasible, contra un hombre incapaz de reaccionar, de tomar decisiones, o de hablar, si no es para negar la realidad, un hombre que sigue inmóvil y en silencio aun después de que, pese a haber declarado en el juicio por la primera Gürtel, entre algodones y casi casi sentado en un trono junto al tribunal, por encima del bien y del mal, figura en la sentencia con su credibilidad puesta en duda por los jueces ante los que estaba obligado a decir la verdad.
La sentencia en la que se condena a penas inhabituales a varios dirigentes del PP, que lo eran cuando se cometieron los delitos y eso es lo que importa, y al propio partido por haberse beneficiado de los mismos no mereció una sola palabra de perdón de la dirección del Partido Popular y, claro, el resto del Parlament no podía permanecer, como el PP y su gobierno, agazapados y en silencio. Todos de un modo u otro se expresaron y se movieron. Los primeros, los socialistas que se dieron roda la prisa en presentar, casi por sorpresa, sin tiempo a estrategias, sin tejemanejes del PP, tratando de enredar en la parta del PSOE amiga, si no de ellos, sí de sus padrinos, para enredar a Sánchez otra vez frente a su partido.
En ese momento, aún a la espera de la decisión que el resto de partidos, al margen del demoscópico partido de Rivera, Ciudadanos, anunciasen la intención de su voto, Pedro Sánchez y su partido ya habían ganado, porque habían descolocado y puesto ante el espejo de su responsabilidad a todos, y, de todos, el peor parado ha sido sin duda Ciudadanos, que, acostumbrado a llevar la iniciativa y de sacar ventaja de la división del resto de la oposición, se ha visto pillado con el pie cambiado y sin amigos, quizá porque, de repente, como al mago chino de los platos, ese que los hace bailar sobre cañas, han comenzado a perder el control de los socios que, de aquí y allá, mantiene, y los platos se están cayendo con estrépito, dejando al mago con dos palmos de narices.
En esta moción todos nos jugamos mucho, los primeros todos los españoles, porque, a pesar de lo que se nos dice, cómo nos vaya depende mucho de quién esté al frente del gobierne, Sánchez también se juega mucho, se juega la carrera según el voluble y olvidadizo Pablo Iglesias, se juegan aún más el presidente Rajoy y su partido, a quienes podría tragarse la Historia, por el agujero de esa causa, de esa sentencia que, a toda costa, trataron de abortar, pero quien, a mi modo de ver, más se juega es Albert Rivera, porque la astucia y la rapidez de los socialistas, al romper con la pesadez mastodóntica, de los protocolos y los plazos, han dejado a Rivera sin discurso, solo en medio del Paramento, agarrándose a las encuestas que, hasta ahora, sin tener que mojarse en gobiernos y dando una de cal y otra de arena, le han sido favorables.
A partir de ahora Rivera y su partido van a tener que mostrar sus cartas, van a tener que ser algo más que un producto del marketing. A partir de ahora, Rivera y los suyos van a tener que dar la cara, van a tener que abandonar esa pose en la que, como en el cartel de sus primeras elecciones en Cataluña, parecen ofrecérsenos sin enseñarnos nada de lo que pretenden prometernos. A partir de ahora y pase lo que pase en esta moción de censura y en las sucesivas, si, finamente, llega a haberlas, le va a hacer falta un traje nuevo y verdadero, porque así, pretendidamente desnudos como en el famoso cartel, sólo pretendidamente, está empezando a vérseles el culo.

miércoles, 30 de mayo de 2018

EN LA CALLE TE ESPERO


Fue el de ayer uno de esos días en los que la actualidad se precipita. De repente, Pablo Iglesias nos contó, no ya que si Sánchez fracasa en su moción debería poco menos que dejar la política, eso ya nos lo había dicho, sino que presentaría su propia moción de censura la segunda después de su fracaso de hace once meses; de repente también, el huido conseller Toni Comín, sin dejar su escaño, renunció a su voto delegado en el Parlament, con lo que dejaba en minoría a los soberanistas en ese parlament, en el que pasan tantas cosas y no pasa nada. Y ya, por si fuera poco, el alegre y combativo Quim Torra, tocapelotas le llamarían en mi barrio, se la envainó, también lo dicen así, tachando de la lista de su gobierno el nombre de sus cuatro consejeros inviables por tener causas pendientes con la Justicia, sustituyéndolos por los de cuatro mujeres, haciendo posible su nombramiento efectivo y, de paso, alcanzando un aceptable nivel de paridad de género.
Todo esto, en medio de un día de contactos más o menos discretos que harán posible -o no, que diría el agonizante Rajoy- el triunfo de la moción de censura de Pedro Sánchez, que se debate a partir de mañana. Sin embargo, con ser mucho, no fue todo lo anterior lo único destacable de lo ocurrido. Sin salir de los muros del Congreso, nos encontramos con dos personajes inefables de ese partido que aún gobierna España y que llenan de sonrojo a quienes creemos en la democracia, personajes faltones y barriobajeros que parecen haber sido elegidos para los cargos que representan, más por su marrullero arrojo en la refriega que por cualquier otra cualidad, que, de tenerlas, no muestran habitualmente.
El primero, el presidente de Radio Televisión Española, José Antonio Sánchez, quien, a  menos de un mes de dejar su cargo y con gran parte de los trabajadores de los Servicios Informativos negros ya de vergüenza por verse manipulados y obligados a dejar a un lado su profesionalidad y criterio so pena de ser marginados, manteniendo una protesta dignísima en la que arriesgan mucho, mostró en  sus respuestas a los diputados de la comisión ante la comparecía toda esa zafiedad y cinismo que lleva escrita en la cara y anuncian sus ademanes. Tanto, que en apenas tres frases y para defenderse, que no contestar, de la pregunta de un diputado de Podemos sobre su presencia en los papeles de Bárcenas, nos regaló las imágenes de homosexuales colgados de grúas en Irán, de niñas apedreadas por "darse un revolcón· con sus novios o de manifestantes asesinados a tiros en Venezuela. En fin, una joya que, como digo, dejará su puesto convertido en un muladar lleno de toda la basura y el desprestigio acumulados en su mandato.
Por último, la secretaria general del PP y todavía ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal consiguió lo que parecía imposible: dejar aún más alto el listón de la falta de respeto a la verdad y a los cargos que ocupa, mintiendo descaradamente a casi todas las preguntas que le fueron formuladas en la comisión que investiga la corrupción.
La señora de los despidos en diferido dio una explicación aún más críptica sobre la indemnización pagada a Luis Bárcenas para cerrar su boca y, no contenta con ello, dedicó su tiempo y sus respuestas, ella que es abogada del Estado y debiera conocer el papel de los jueces y el valor de las sentencias, a mentir una y otra vez sobre el contenido de la sentencia sobre la primera etapa de la Gürtel, poniendo en duda el fallo de los jueces que insinuó tendencioso, lo mismo que los hechos que la sentencia da por probados. Y no fue eso lo más descarado. Lo más descarado fueron sus maneras con el diputado socialista que le advirtió que estaba mintiendo. Literalmente le dijo que se atrevía a hacerlo porque se amparaba en la inmunidad parlamentaria que le otorgaba el lugar y le invitó a repetirlo "afuera" ante la prensa, advirtiéndole que, si lo hacía, se querellaría contra él. Así, en el más puro estilo de su amiga Cristina Cifuentes, el que la devolvió a su casa.
Molesta por las preguntas, especialmente las relativas a la presunta implicación de la trama de su marido, parecía creerse en una taberna de barrio. Quizá por ello invito al diputado a repetirlo en la calle. Lo que no dijo es sí llevaría su escolta.

martes, 29 de mayo de 2018

AHORA O NUNCA


Un diario europeo calificaba este fin de semana la situación política italiana, sin gobierno, con pocas o ninguna esperanzas de formarlo y a punto de llevarse por delante al mismísimo presidente de la república, como crítica, aunque no seria, una brillante e irónica descripción de una situación de bloqueo a la que no somos del todo ajenos, porque, aquí, con un gobierno repudiado en la calle por mujeres, pensionistas, sanitarios y estudiantes, condenado en los tribunales por beneficiarse de la corrupción organizada desde sus filas, abandonado por la mayor parte de sus palmeros, a los que ahora les va más el compás de un tal Rivera de mirada perdida, con ese panorama, no parecemos capaces de poner en la calle a los responsables de tanto delito y tanta injusticia.
Por imposible que parezca, con este PP al borde del precipicio, con este PP al que se le está abriendo el suelo bajo los pies, con este PP que tiene el mayor plantel de ex ministros y altos cargos entre rejas que ha conocido la historia de España, con unas encuestas que vaticinan para él una debacle electoral, con este PP, digo, nadie parece tener el coraje y la generosidad de apoyar sin contrapartidas la única salida legal y posible que no es otra que la moción de censura presentada por el PSOE, que debatirá el Congreso el jueves y viernes de esta semana.
La única esperanza que nos cabe de que la moción salga adelante y veamos por fin a Rajoy hacer las maletas es a de que los portavoces de los distintos partidos que tendrían que apoyarla estén haciendo teatro, como tienen por costumbre. Que, por ejemplo, al PNV le interese algo más que el ventajoso cupo arrancado al PP en los presupuestos, que el PDCAT y Esquerra Republicana de Cataluña, que tienen a Rajoy como su mayor enemigo, sean capaces de prestar sus votos para desalojar a quien ha dejado pudrirse la situación catalana, permaneciendo impasible ante su deterioro unas veces o siendo  actor fundamental y provocador del mismo otras, que Bildu preste su voto sin más o que Podemos piense más en nosotros, sus votantes y el resto de los españoles, que en sus cálculos de "sorpassos" y persiga algo más que el desprestigio de su más inmediato rival.
La izquierda española sólo ha sido fuerte y con capacidad transformadora de la sociedad cuando ha permanecido unida, del mismo modo que dividida y enfrentada no plantea más incógnita que la de la fecha en la que pasará a ser intrascendente, insignificante, para dejar en manos de ese nuevo Aznar, origen de todo lo que está pasando, que es el impostado Albert Rivera. Entonces, cuando esto acabe por ocurrir, ya será tarde, ya no habrá otra cosa que esperar a ver cómo sucede lo peor, cómo esta nueva derecha con piel de cordero saquea con más sutileza y mejor técnica lo poco que han dejado de España y los españoles sus padres políticos y sus mentores del IBEX 35.
No apoyar esta moción, con la excusa que sea, no es más que una frivolidad, una exquisitez más de quienes no ven más allá de sus propios intereses, de sus mezquindades, y se olvidan de todos los que han sufrido y están sufriendo las consecuencias de una política salvajemente inhumana llevada a cabo por abanderados de una patria que, en cuanto pueden, dejan atrás para esconder en otros paraísos, los únicos en que creen, el botín de sus saqueos.
Es ahora o nunca, porque si les dejan tiempo, Rajoy y Rivera, Rivera y Rajoy, que tanto montan el uno como el otro, reconstruirán de nuevo esa derecha monobloque que tanto daño nos ha hecho y nos está haciendo.

lunes, 28 de mayo de 2018

CONSULTAS


Este fin de semana, mientras los irlandeses, dos de cada tres, ponían fin a décadas de oscurantismo religioso y misógino, aprobando a la despenalización del aborto en todas las circunstancias en las doce primeras semanas de embarazo, en España, los militantes y simpatizantes de Podemos, los inscritos, daban  respaldo, más o menos en la misma proporción, a la adquisición de una vivienda de precio muy por encima de la que se considera normal, por parte de la pareja de dirigentes Pablo Iglesias e Irene Montero.
No es necesario volver a explicar, ya lo hice la semana pasada, que la pareja tiene todo el derecho a hacer lo que crean conveniente con su dinero y con su futuro, pero que de lo que estamos hablando es de la coherencia exigible a quienes dicen representar, así lo creímos muchos a los indignados de aquel esperanzador 15-M. También de la enorme hipoteca que, desde la compra, pesa sobre el discurso de ambos y, lo que es peor, del mismo Podemos.
Va a ser muy difícil creer a cualquiera de los dos cuando hablen de la vivienda de alquiler social o de dar solución a la situación de quienes, en pareja o no, jóvenes como ellos o no, se ven obligados a seguir viviendo con sus padres o a aceptar, solos o en compañía, el trágala de pagar esos disparados y disparatados alquileres que la falta de incentivos al ahorro y el alquiler turístico han traído tras la crisis.
Más aun, estando como están tan acostumbrados como están nuestros políticos, especialmente los de la derecha y quienes se dicen de centro, a hacer puntería con sus reproche hipócritas contra quienes ni siquiera se acercan al nivel de inmoralidad y descaro que ellos exhiben, no me extraña que el chalé de La Navata se convierta en munición habitual y cansina contra Iglesias y Montoro, contra Podemos y contra  cualquiera que "imprudentemente" se atreva a colocarse junto a ellos o a defender lo que ellos defienden.
No era necesario. La compra de ese chalé ha sido un gran error y la de consultar a las bases sobre el futuro de ambos, a cuenta de esa decisión otro error y, para esas bases, además, una trampa. No creo quesea necesario aclarar que yo no formo parte de "los inscritos" con derecho a ser consultados, pero debo añadir que, de serlo, y con la que está cayendo, con una crisis política como la que por fin se ha materializado y las elecciones a la vuelta de la esquina, con un partido de derechas impostado en el centro si no en el centro izquierda, que se vende y por desgracia se compra como la gran fuerza capaz de regenerar las instituciones, hasta yo, en el caso de poder hacerlo, hubiese dado un sí a la pareja y su chalé, para no dejar descabezado a Podemos. 
En fin, una trampa y, más que nada, un tiro en salva con el que se han malgastado esfuerzos en un asunto que nunca debió dejar de resolverse de manera personal como de manera personal se creó el problema, si realmente lo hubo, que yo sí creo que lo hubo. También, una banalización del uso de las consultas que, creo, debe reservarse, como en Irlanda, para asuntos más serios o, en todo caso, para discutir de programas, pactos o cuestiones de mucho más calado. Lo otro es jugar al trile y taparse las vergüenzas propias con la buena voluntad o el temor de los demás.

viernes, 25 de mayo de 2018

PUNTO DE INFLEXIÓN


Ya está. La Audiencia Nacional acaba de revelar el negativo de la hedionda imagen que todos, insisto, todos, teníamos desde hace años ante nuestros ojos, el negativo que, al positivarlo, nos devuelve la imagen de un partido atrapado en el bucle terrible de haberse convertido en una máquina de ganar elecciones "dopado" con las mordidas de constructores y contratistas que alimentaban con una parte del importe de las contratos, convenientemente incorporada al precio final, para que ese partido, ese gobierno siguiese dándole obras con las que seguir pagando la mordida para seguir recibiendo obras con las que seguir pagando y así hasta el infinito.
Una vez descubierta, juzgada y condenada esta trama, hace falta ser Mariano Rajoy, un extraterrestre incapaz, no ya de sentimientos hacia los demás, que no los tiene, sino hacia sí mismo, sin autocrítica, sin la mínima capacidad de arrepentimiento, con el único objetivo de seguir a flote sobre las heces de la corrupción, hace falta ser Mariano Rajoy, el peor compañero en un naufragio, el que va a dejar que te hundas si no es él mismo quien te hunde para seguir flotando, para no dimitir y marcharse pidiendo perdón y para siempre a su querida Sanxenxo o donde sea.
Ahora mismo, con la sentencia publicada y Rajoy atrincherado en la Moncloa, más pendiente de la final de mañana en Kiev que de la dignidad de ese país que tanto quiere y al que tanto debe, somos el hazmerreír del resto del mundo, especialmente de Europa. Y, dado que no ha hecho el menor gesto de contrición ni ha mostrado un solo síntoma de querer dejarlo, alguien tendrá que invitarle a desalojar la Moncloa, antes de que unas elecciones le saquen de allí a empellones.
La llave, para nuestra desgracia, la tienen esos mismos partidos que, con sus síes o sus abstenciones, le dieron permiso para seguir en La Moncloa cuatro años más. De entre esos partidos. Ciudadanos y PSOE, parece que a los socialistas no les va a quedar otro remedio que inmolarse en una moción de censura que difícilmente va a apoyar Ciudadanos, una moción de censura que, por su loca cabeza al dejar sus escaño antes de tiempo, Pedro Sánchez verá desde su despacho o sentado en la tribuna de invitados, hasta ser propuesto por su grupo como candidato, mientras Rivera, el contorsionista, se desarticula poniendo a caer de un burro a su amigo y enemigo Rajoy, mientras le sostiene negando su apoyo a la moción, para que sus muy desorientados y volubles votantes no le vean al lado de Pablo Iglesias.
La sentencia de ayer, que condena al PP por haberse lucrado con la trama y pone en duda por escrito lo que millones de españoles llevamos poniendo en duda la credibilidad de Rajoy, ha pillado a todo el mundo descolocado y eso, a pesar de que la esperábamos, quizá no tan dura, pero la esperábamos.
Sin duda al propio PP, en plena descomposición, también a Podemos, con una estúpida e innecesaria consulta a las bases sobre la coherencia de sus dos máximos líderes, cómo no al PSOE descabezado en el Congreso y, sobre todo, a Ciudadanos a quien, con más puestos de "salir" a cubrir en sus listas que militantes "pata negra" en sus sedes, no le viene nada bien quemarse en el auto de fe de Rajoy o llegar en obras a unas elecciones anticipadas.
De todo lo dicho hasta ahora, de todas las reacciones a la sentencia, la más comprometedora ha sido sin duda la de Albert Rivera que se ha visto obligado a decir que "marca un punto de inflexión", como si lo probado y lo que se condena no fuese de dominio público hace tiempo, como si otro fallo de otro tribunal hubiese podido cambiar lo que ya era de dominio público, la calaña del PP y la de sus dirigentes.
Tiene razón Albert Rivera, la sentencia marca un punto de inflexión, porque, si quiere poner a salvo su "angelical inocencia" cada vez más en entredicho, va a tener que mojarse en la censura del mismo personaje al que antes de ayer dio sus votos para sacar los presupuestos adelante y, con ello, regaló dos años más de gobierno, dos años que Rivera hubiese empleado en sus castings de candidatos, en moldear su discurso, hoy casi vacío, salvo de patriotismo interesado, con arreglo a las encuestas. Sí, sin duda es un punto de inflexión en el que todos, también nosotros, nos jugamos mucho. Y, por cierto, como en el anuncio que protagonizó un pastor de Majalrayo, cabe preguntarse ¿Y Aznar qué opina de esto?

jueves, 24 de mayo de 2018

COMO EN LA PEOR VALENCIA


Dicen que la caridad bien entendida empieza por uno mismo y, aunque cooperar al desarrollo de esos países saqueados durante siglos por las metrópolis europeas no debe ser considerado caridad sino justicia. Por eso, de confirmarse los indicios que han llevado a la detención de una treintena de cargos de la administración local y autonómica catalanas, se cumpliría escandalosamente el aforismo cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos de nuestra cultura popular.
Más de una vez he escrito que detrás de todas esas movilizaciones y despliegues que, desde hace años, se llevan a cabo en las ciudades y pueblos de Cataluña, la base, el punto de partida, de ese procés que busca la autoafirmación de la gente en su identidad nacional catalana y, sobre todo, convertirla en escaparate internacional de las aspiraciones soberanistas, había, hay, una coreografía casi perfecta, con muchas horas de trabajo detrás y, no lo olvidemos, muchos, muchísimos, medios, mucho dinero, prácticamente inagotable, dinero que paga pancartas, cartelería, megafonías, multas y desplazamientos. dinero que, muy probablemente, pagó también el intento de referéndum del pasado 1 de octubre.
Según una investigación judicial, encomendada a la Unidad de Delitos Financieros de la Policía Nacional, la UDEF, esa que Jordi Pujol decía no saber qué coño era. esos treinta detenidos formaban parte de una estructura creada en la Diputación de Barcelona y en la Generalitat y dirigida a desviar fondos destinados a la cooperación con países en desarrollo, especialmente destinados a proyectos de abastecimiento de agua potable y tratamiento de residuos. Un escándalo que, de confirmarse, insisto, creará malestar en muchos catalanes, un pueblo caracterizado desde siempre por su solidaridad y por su participación en el voluntariado que trabaja en África, Asia o América.
Los dirigentes del procés siempre se han mostrado ufanos de su astucia y, como el propio president Torra, han considerado a "los españoles", incluidos, supongo, sus jueces y sus fuerzas policiales, como homúnculos, siempre un paso detrás de sus iniciativas. Sin embargo, hay entre sus filas algún que otro personaje que ha tomado apuntes de su estrategia, dejando por escrito todos o casi todos los pasos dados en el largo proceso que nos ha traído hasta aquí.
Bien es verdad que, una vez olido el peligro, se esforzaron en hacer desaparecer esas pruebas de todo, con tan mala fortuna, que esa policía que tanto han despreciaban, montaba guardia a la puerta de la planta de incineración a la que varios agentes de los mossos llevaban documentación "sensible", la que, por ejemplo, ha llevado a la operación de esta madrugada, para destruirla.
Una de las peores consecuencias de todo lo que está ocurriendo en Cataluña es el desprestigio a que está llevando a los catalanes en el resto de España y no me refiero a los falsos estereotipos creados en torno a su modo de ser o de su lengua, que lo de la tacañería o el "polaco" ya lo llevaban a la espalda. me refiero a la sensación de que virtudes como la de la hospitalidad, la prudencia, o el sentido común, eso que conocemos como seny, han defraudado a más de uno, entre los que me encuentro.
No sé si, una vez que se demuestre lo que ha dado origen a la operación "Estela", de la que hablamos, los catalanes de bien se sentirán decepcionados por el comportamiento delictivo de sus dirigentes y funcionarios. No sé si les molestará que el dinero que creían destinado a la cooperación, ese que iba destinado a esos proyectos a los que muchos catalanes se sumaban, aportando su trabajo voluntario en sus vacaciones. Lo que me asombra es que no se hubiesen preguntado como en el cuplé "La chica del 17" "de dónde sacan pa' tanto como destacan".
El procés no ha salido ni sale ni saldrá gratis. Tiene unos costes claros, y hay que buscarlos en todo ese dinero invertido en él que debiera haber ido a los fines a los que estaba destinado, todo lo perdido en desinversiones y traslados de empresas y todo el prestigio perdido por Cataluña y los catalanes entre quienes, como yo, somos o hemos sido sus mejores clientes. Y es que en Cataluña, como en la Valencia de los peores tiempos, los del "caso Cooperación", el dinero destinado a ayudar a otros se invierte sin control en beneficio propio.

miércoles, 23 de mayo de 2018

EL HUNDIMIENTO


Escribo esto mientras los bomberos y los servicios de rescate de Madrid buscan entre los escombros de un edificio del madrileño barrio de Chamberí siguen buscando a dos obreros atrapados entre las ruinas de un proyecto que pretendía convertir en viviendas de lujo un edificio de más de noventa años, y la tragedia se convierte en una triste parábola de lo que nos está pasando a los españoles, nos vea o no, el cada vez más previsible, plano y demagogo Albert Rivera.
A estas horas aún no sabemos si el PNV apuntalará por dos años más el gobierno de Mariano Rajoy pero lo que sí sabemos es que esos dos años de prórroga, si los nacionalistas vascos se los llegan a dar a cambio de unos comodines electorales que, por desgracia, pagaremos entre todos.
Y, mientas esto ocurre, Eduardo Zaplana, la sonrisa del régimen en los mejores años de Aznar, el José Solís Ruiz de la democracia o lo que quiera que fuese lo que había en esos años, ha pasado su primera noche en manos de la Guardia Civil, que le investiga en coordinación con un juzgado de Valencia por no haber tenido la prudencia ni la paciencia necesaria para aflorar y blanquear todo lo que saqueó en sus años de presidente de la Generalitat de Valencia, una de las dos tetas de las que mamaban el PP y los suyos, para tomar ventaja en las urnas y en la vida del resto de los mortales, esos que Rivera no es capaz de distinguir, aunque los hay que trabajan y que no, que comen y que no, con futuro y sin él.
Ahora, como en la tragedia de Chamberí, toca salvar lo que se pueda del edificio cochambroso en que se ha convertido nuestra política, una estructura carcomida por cuatro décadas de aciertos y, también, de trampas y abusos. El PP, campeón hasta hace apenas cinco años de la democracia española, está en sus horas más bajas, con ministros que han conocido los calabozos, con dirigentes y representantes en todas las administraciones que han sido pillados metiendo la mano en la caja y, sobre todo, frente a una alternativa conservadora que, por más que el PSOE a veces lo pareciese, nunca tuvo.
Sin embargo, esto no ha hecho más que empezar, el PP y, con él, todos nosotros vamos a pagar con dolor y frustración tanta candidez, tanto dejar hacer a "los nuestros", sin pararnos a pensar que, a lo peor, "nos la estaban pegando" con su ambición, con su codicia y su impostura. Hoy parece que ya lo vamos teniendo claro, pero sólo lo parece, porque, de ser certeras las encuestas, vamos de cabeza a la trampa que nos tiende el capital con una derecha de nueva generación, fabricada con los egoísmos y los prejuicios de quienes llevan años votando como quien juega a la ruleta rusa. más pendientes de que ganen "los suyos" que de que quien gane los haga bien y para todos. Y no es eso lo peor. Lo peor es que, si lo que dicen las encuestas se confirma, los españoles le daremos el gobierno a Ciudadanos, un partido surgido, como esos productos que se anuncian con una incógnita, del márquetin, de una campaña publicitaria novedosa protagonizada por un joven Albert Rivera que aparentaba enseñarlo todo y todo lo ocultaba, salvo su anticatalanismo.
Ahora, después de ganar las últimas elecciones catalanas, está a punto de ganar las generales y, si lo hace, es porque le hemos dado el trabajo hecho, le hemos dejado un edificio casi ruinoso que no tiene más que ocupar, aunque para ello tenga que hacer un casting para completar las listas que, con sus militantes, no es capaz de llenar. Le dejamos un edificio en ruinas del que aprovechará la fachada y poco más, como el grupo Rockefeller hizo con el de Chamberí. Lo malo es que, con los materiales con que quiere reconstruirlo por dentro y con el cemento de su ambigua ideología, a lo peor, se hunde como el de la calle Martínez Campos y, como a los obreros que trabajaban en él, nos pilla dentro.

martes, 22 de mayo de 2018

PARA FORRARSE


Acabo de enterarme de que Eduardo Zaplana, otro ex ministro de Aznar, ha sido detenido en Valencia por la Guardia Civil. Una buena noticia, porque, si alguien en el PP era obscenamente exhibicionista en la ostentación de su poder y su riqueza, ese era Zaplana. Esa actitud le viene de lejos, de cuando apenas era un chico guapo, nacido en Cartagena, casado con la hija de uno de los constructores más poderosos de Benidorm.
Un chico guapo y ambicioso que a punto estuvo de dar con sus huesos en un juzgado en 1990 y que se salvó por los pelos y gracias a todo un equipo de abogados del que sería su partido, el PP, cuando hace casi treinta años apareció accidentalmente en una grabación policial que formaba parte del seguimiento que, por un asunto de tráfico de drogas, se hacía al hermano de un concejal del ayuntamiento de Valencia.
No eran tiempos de móviles y las llamadas muchas veces se hacían desde casa y se recibían en casa, así que los asuntos de uno y otro hermano se mezclaron en las cintas y en la parte tocante al concejal aparecían Zaplana y algunos dirigentes del Partido Popular, entre ellos el responsable de las finanzas del partido, Rosendo Naseiro, del que volvimos a hablar por la trama Gürtel, hablando, con nombres en clave nada imaginativos, sobre el cobro de comisiones a varias constructoras por la adjudicación de obras por los ayuntamientos. Fue en la Semana Santa del 90 y lo recuerdo porque tuve que interrumpir mis vacaciones y plantarme en el despacho del juez Manglano para cubrir la información.
Recuerdo que, en aquella época, esas cosas sólo pasaban, o creíamos que sólo pasaban, en el cine, en películas sobra la Mafia y sus negocios. Pero no, no se trataba de una película, era real como la vida misma, con personajes reales que, al margen de hablar del "negocio", hablaban de sus cosas. Así, por ejemplo, en una de las cintas, finalmente anuladas como prueba y destruidas por la Justicia, podía escucharse al entonces concejal de Benidorm, Eduardo Zaplana, que él "estaba en política para forrarse".
Puede sonar chusco y un tanto macarra, pero así era el personaje que debió forrarse y mucho, puesto que llegó a presidir la Generalitat Valenciana, ministro del reino y al consejo de Administración de la multinacional Telefónica. Ahora que le han detenido, le recuerdo en uno de los comedores del hotel Meliá de Alicante, el que está junto al puerto deportivo, una mañana, a la hora del desayuno, en que yo desayunaba junto a otros compañeros, después de haber asistido a la concesión del Premio Azorín, y él, por entonces ya ministro, estaba en Alicante para un mitin electoral. 
Si recuerdo ese desayuno, es porque entró en el salón y, ni corto ni perezoso, se detuvo ante una de las columnas cubiertas de espejo y sacó de uno de sus bolsillos uno de esos peines de nombre ad hoc y comenzó a recomponer con coquetería y las dos manos su peinado, en un gesto que bien podría haber sido del Danny que interpretó John Travolta en "Grease", todo un "macarra!, vamos, Tenía mi cámara fotográfica en la mesa y, la verdad, podía haber inmortalizado el momento como un paparazzi más. Pero con tanta pelota y tanto escolta no me atreví, aunque pensé que era el perfecto retrato psicológico del personaje, al menos del personaje que yo veía en él.
Hoy, esta mañana, también a la hora del desayuno me entero de que casi treinta años después de aquel "estoy en política para forrarme", le han detenido en la misma Valencia por blanquear presuntamente los dineros que, también presuntamente, habría conseguido cobrando comisiones por adjudicar obras y contratos mientras estuvo al frente de la Generalitat Valenciana. Se ve que Zaplana, como alguno de sus colegas, había dejado dormir su botín en paraísos fiscales, pero, al parecer, su impaciencia, junto a todo lo que han aprendido sobre corrupción nuestras fuerzas de seguridad, le han traicionado y han dado con sus huesos en un calabozo valenciano. A veces, forrarse no es bueno para el futuro y espero que en esta ocasión sea así.

lunes, 21 de mayo de 2018

PATÉTICOS


Vivimos tiempos extraños, tiempos en los que, como si de una cinta transportadora que vierte en un vertedero, la actualidad va incorporando y desechando los asuntos de que se ocupa a velocidad tan vertiginosa que nos sentimos incapaces de asimilarlos y, sobre todo, de medir en profundidad su trascendencia. Por eso, las más de las veces, quienes manejan la información encierran los contenidos en titulares que, como las bolsas de basura, los hacen más atractivos y soportables mientras transitan por esa cinta sin fin en que se han convertido los medios.
Es el vértigo de la vida que nos ha tocado vivir. Pasmos de Cifuentes y su máster, a Torra y sus tuits. de los que pasamos al expediente académico de Pablo Casado y de él volvemos a Torra y su gobierno de consejeros entre rejas o en fuga, pero cuando todo parecía ya visto, aparece, entre los redobles del "más difícil todavía" Pablo Iglesias, Irene Montero y su insensato chalé al pie de la sierra madrileña, rematando una realidad que, si no fuese por su patetismo, podría llegar a ser divertida.
Quién iba a decirnos que, en esta actualidad de sainete chusco, Cristina Cifuentes iba a dimitir, no por su escandalosos máster, sino por un par de tarros de crema antiarrugas que, caprichosos, se colaron en su bolso, hace ya casi ocho años. Quién iba a decirnos que, cuando más necesario se hacía el seny, los sensatos catalanes iban a acabar en manos de un insensato incendiario, como Torra. Quién nos iba a decir, en fin, que la mayor crisis de la igualitaria Podemos iba a desencadenarse por la compra de un chalé de más de seiscientos mil euros y que tamaña insensatez de iniciativa y disfrute personal iba a llevarse a las bases del partido para que eligiesen entre perder a sus bien amados líderes o renunciar a la coherencia del discurso del partido.
Se justifica la pareja o, más bien, les justificó ayer ante las cámaras de la Sexta su intolerante amigo Juan Carlos Monedero, uno de esos personajes que cree que hablar sin pausas y en voz alta equivale a tener razón, en que ya no pueden vivir entre la gente corriente, como vive la gente corriente, porque se sienten acosados, ellos, que se han expuesto en las redes como ningún personaje de la política lo había hecho.
Hace ya mucho tiempo que dejé de creerme a Pablo Iglesias. Es más, nunca creí en ese mesías que, en pleno siglo XXI, como un predicador medieval, se empleaba a fondo contra los pecados de la casta y nos daba a todos lecciones de sencillez, mientras podaba a su gusto el jardín de su partido, aislando o arrancando de raíz a cualquiera que osase criticarle o hacerle sombra, hasta acabar rodeado de una cohorte de protegidos que le protegen. Por eso, cuando el jueves me enteré de que la pareja había decidido llevar a cabo su proyecto de vida en un chalé de 250 metros cuadrados, rodeado de más de 2000 de jardín, con piscina y casa de invitados, yo, que me crié, junto a mis padres y tres hermanos, en un piso de apenas 65 metros cuadrados, frente a un mercado del barrio de Carabanchel, me indigné como hacía tiempo que no me indignaba.
Y si me indigné de esa manara, fue porque pensé que la decisión de Iglesias y Montero, personalmente lícita, políticamente no es más que una estupidez de dos niños pijos que pone en peligro la coherencia del discurso de su partido, porque, amén de ponerlo, más aún si cabe, en el punto de mira de quienes desean acabar con el partido que, lo parecía, iba acabar con la izquierda domesticada en España.
Que la compra de ese chalé había sido una estupidez mal calculada por quien se cree tan listo, lo tuve claro desde el principio, pero que el desenlace iba a acabar siendo tan patético como de momento lo está siendo no podía ni imaginarlo. Por eso, cuando el sábado los vi aparecer, lívidos y compungidos, como un niño que ha roto su juguete, culpándonos a los demás del estropicio y pidiendo a las bases de Podemos que "socializasen" su metedura de pata refrendándola en un plebiscito que se celebrará entre sus "inscritos" esta semana, sólo tuve un pensamiento: no volver a votar una lista encabezada por personajes tan patéticos como lo es esta pareja. Entre otras cosas, porque, si creen que han hecho mal, basta con que dimitan, No tienen que andar preguntando a sus "inscritos" qué si está bien o mal. Eso se lo van a decir en las urnas sus votantes y ya les anticipo que van a ser muchos menos. Por eso no les perdono su patetismo ni su irresponsabilidad, por cargarse con su pija incoherencia lo poquito que nos queda de la izquierda, por eso sólo deseo que, si finalmente se lleva a cabo la consulta, las bases, como se dice en mi barrio y en esa Vallecas de la que tanto presume don Pablo, les den boleto, para poder empezar de cero, sin vicios, camarillas ni personalismos. La izquierda se lo merece y se merece unos líderes menos patéticos y que se miren menos el ombligo.

viernes, 18 de mayo de 2018

HIPOTECAS


Me ha costado decidirme a tratar este asunto. Y me ha costado porque me he visto dominado por prejuicios que muy probablemente, seguro, no debiera tener. Pero esos prejuicios que sin duda tengo los he mamado en la izquierda y, también, en la experiencia. Tengo ya unos cuantos años, he visto muchas cosas y, sobre todo, he sido testigo de cómo determinados modos de vida acaban por cambiar a las personas.
Ya lo dijo el sabio expresidente uruguayo José Mujica al explicar por qué seguía viviendo en la casa en que vivía antes de ocupar la presidencia y conduciendo el mismo utilitario que conducía. "Hay que vivir como se piensa -decía- para no acabar pensando como se vive.
Me estoy refiriendo, claro, a la aventura emprendida por Pablo Iglesias e Irene Montero, trasladando su hogar, de un piso de alquiler en Rivas, municipio al sureste de Madrid, caracterizado por su voto progresista y la clase media de sus vecinos, a un chalé con parcela en Galapagar, municipio al pie de la sierra madrileña, de características bien distintas a Rivas "la roja". Un salto en su estatus difícil de explicar, que, naturalmente, tienen todo el derecho a dar, pero que resulta poco estético.
No seré yo quien exija a quien se postula desde la izquierda llevar una existencia franciscana, pero sí creo que tengo todo el derecho a exigirle coherencia y, en eso, Pablo Iglesias me decepciona, porque ha sido él quien en discursos enardecidos y tuits justicieros ha asociado eso que Hacienda calificaba ya en tiempos del dictador como "signos externos de riqueza" a la ideología conservadora y ésta, en eso le doy la razón, a la especulación, la especulación y el egoísmo.
Me recuerdo defendiendo el alto nivel de vida de Ramón Tamames, diputado comunista y catedrático de Estructura Económica y recuerdo también la increíble deriva que tomó, primero al CDS de Suárez en horas bajas y después a las posiciones más montaraces de la derecha. Recuerdo, cómo no, a Felipe González regresando a la "vida civil", después de trece años en la Moncloa, en un hermoso chalé, diseñado y construido para él en una exclusiva zona de Madrid, y recuerdo y sufro la decepción de su alejamiento de la realidad y, sobre todo, de la gente que le llevó al poder en 1982 y que le sostuvo en él hasta que en la balanza de su relación con la ciudadanía pesó más el debe que el haber.
No quiero decir con esto que la pareja que dirige Podemos vaya a "echarse a perder" por el cambio de vecindario, simplemente, me inclino a pensar que ahora lo tiene más fácil y que, ahora, van a tener más difícil hacerse creer por sus votantes.
Hablan de un lugar para emprender su proyecto de vida y supongo que se refieren a los hijos que van a tener en unos meses, pero, si es eso lo que les ha movido a pagar más de seiscientos mil euros por el chalé, creo que se equivocan, porque un chalé con esas escaleras y esa piscina, tan sombría y llena de rocas, no es el lugar más seguro para unos niños y, menos, para unos bebés.
Demasiados metros cuadrados, un tanto horteras, por cierto, para quien hasta hace sólo dos días, como quien dice, presumía de comprar su ropa en Alcampo. Tantos que ahora, para ser creíble, va a tener que cerrar mucho el plano de sus selfis, si no quiere ofender, llenando de envidia a sus fieles.
Demasiados metros cuadrados y demasiados euros para quien se ha permitido criticar la compra de un ático del mismo precio por el ex ministro de Economía, Luis de Guindos, aduciendo que lo hacía para especular, sin que su compañera de aventura o de proyecto, como queráis, fuese ayer capaz de explicar en qué se basaba Iglesias para tener tan claro que el exministro pretendiese especular.
Parece mentira que quien se cree un lince y a cada momento da lecciones a los demás no haya sido capaz de medir las consecuencias de lo que acaba de hacer. Desgraciadamente, aquel tuit contra el ministro De Guindos fue una hipoteca que le toca pagar ahora, del mismo modo que el chalé recién comprado, por muy ventajosas que sean las condiciones, será una hipoteca para su capacidad de convencer a los votantes y pone en entredicho su futuro político y el de Podemos.

jueves, 17 de mayo de 2018

EL RECOMENDADO


Me gustaría poder ver por un agujerito lo que está pasando en el PP. Me cuesta menos imaginar por lo que están pasando. Es evidente que el partido está hecho unos zorros, que, por su mala cabeza y su escasa honradez, se ha convertido en un pim pam pum vertiginoso, en el que los muñecos tardan menos en caer que en ser repuestos.
Pensemos que, si no hace tanto veíamos a Cristina Cifuentes como una posible candidata a suceder al mismísimo Mariano Rajoy, hoy nos partimos de la risa con sólo recordarlo. Pues bien, si alguien se permitió respirar con alivio por la verçgonzosa y chusca caída de la ex presidenta de la Comunidad de Madrid, hoy se ha vuelto a atragantar con el repaso al poco creíble expediente académico de uno de sus posibles sucesores, Pablo Casado, a quien los títulos académicos le llegan como los galones a los hijos de los reyes o los dictadores.
Ahora mismo, tengo en la cabeza la imagen de Pablo Casado, vicesecretario de comunicación del PP. compareciendo con gran despliegue de medios en las primeras horas del "caso Cifuentes" para dejar claro que su caso, el de su máster en la Rey Juan Carlos, nada tenía que ver con el de la señora que, con nocturnidad y alevosía, blandiendo un certificado más falso que un billete de seis euros, trató de convencerse y convencernos de que pese a lo que se estaba publicando, entonces sólo la alteración de las notas de su máster, se iba a quedar en su cargo. La actitud de Casado, creo que lo he dicho alguna vez, mareando a la prensa con papeles y más papeles de su expediente, me recordaba a la de Luis Roldán paseando por redacciones, televisiones y radios una carpeta repleta de documentos, con los que, sólo mostrándoselos a periodistas por entonces poco duchos en materia de corrupción, pretendía probar su inocencia.
El esfuerzo de Casado, que ayer, pasado más de un mes de aquella exhibición de la panoplia con su expediente, tuvo que peregrinar, como hizo aquel Luis Roldán agobiado, por más de una veintena de medios para convencernos de que aprobar doce asignaturas de la carrera de Derecho en sólo cuatro meses, mientras ejercía el cargo de presidente de las Nuevas Generaciones del PP y participaba en la campaña electoral en la que consiguió su primer escaño en la Asamblea de Madrid, es lo normal.
Lo hacía para defenderse de una portada de EL MUNDO en la que, sin demasiadas concreciones, es verdad de le acusaba de haber sido un protegido de altos cargos del PP, entre ellos Esperanza Aguirre que "presionaron" a algunos profesores del Centro Cardenal Cisneros, adscrito a la Complutense y propiedad de la Comunidad de Madrid, para que le aprobasen.
No sé si el asunto fue tan burdo como parece y lo fue la falsificación del máster de Cifuentes, con presiones y amenazas de una asesora de la presidenta. Lo que sí sé, es que ni él ha convencido con sus explicaciones, ni el rector de la Complutense o el entonces director del Cardenal Cisneros se han esforzado en defenderle.
Esta misma mañana, ese director, Alberto Pérez de Vargas, ha reconocido que Pablo Casado le fue presentado como presidente de Nuevas Generaciones en su despacho por dos profesores para resolver la convalidación de varias asignaturas que traía aprobadas de su paso por el CADE, otro centro de enseñanza de Derecho, con fama de duro y dependiente de la Universidad de Comillas, en el que, en siete años, sólo fue capaz de aprobar la mitad de las asignaturas. Pérez de Vargas reconoce que, no él, pero sí algunos profesores recibían llamadas de la Comunidad de Madrid y que la propia Esperanza Aguirre estaba muy interesada en Casado. También ha dado a entender que, aunque Casado no vino con una carta de recomendación, es evidente que le fue presentado como se presenta al "hijo del jefe".
En fin, lo que nadie puede negar, ni el mismo Pablo Casado, que presume de no haber mentido al incluir en su currículo un posgrado en Harvard porque "no dijo donde lo cursó ni que sólo duró unos días", que su expediente está bajo sospecha y que habrá que esperar a la investigación que ya ha iniciado la Universidad Complutense para darle o quitarle la credibilidad que ahora tiene en duda. Lo que sí tenemos claro es que el "recambio" del PP, al menos mientras estudió en el Cardenal Cisneros, fue un recomendado del a Comunidad de Madrid que entonces presidía Esperanza Aguirre, afamada criadora de ranas.

miércoles, 16 de mayo de 2018

DESCOMPRESIÓN


Qué desesperante resulta comprobar cada día que ninguno o prácticamente ninguno de los actores implicados en el laberinto catalán pare dispuesto a allanar el camino hacia una salida que cada vez parece más lejana. Qué mayor prueba de lo que digo que esa oferta de diálogo, esa disposición a un encuentro con Rajoy expresada por el president Torra en inglés y a más de dos mil kilómetros de La Moncloa o la Plaça Sant Jaume. Acaso no sabe el señor Torra lo negado que, salvo para el gallego, es Mariano Rajoy para los idiomas.
Da la impresión de que Torra y su mentor no quieren ser entendidos por quienes deberían recibir sus mensajes, da la impresión de que no pretenden otra cosa que "venderse" en el exterior, que es lo que vienen haciendo desde que decidieron emprender su loca carrera hacia una república catalana que, de momento, parece tan lejana como imposible. Una actitud que, a mi modo de ver y por repugnante que resulte el pensamiento expresado por Torra en sus tuits y artículos xenófobos, es más peligrosa que su obsesivo desprecio a los españoles, incluidos los catalanes que no bailan al son de sus teorías.
Pese a todo, en un tono y una actitud que no son los acostumbrados, Rajoy se ha dado por enterado y dispuesto a verse con el nuevo president. Todo, sin que Torra haya tomado aún decisiones y sin que el gobierno haya levantado el polémico artículo 155 y devuelto a la Generalitat el control político de la administración catalana. Poco es, apenas un gesto, pero permite abrigar esperanzas sobre el futuro.
Sin embargo, acostumbrados como nos tienen los soberanistas en el poder a la ducha escocesa de sus vaivenes, no conviene echar las campanas al vuelo. Entre otras cosas, porque difícilmente repetirá Rajoy en La Moncloa y porque Joaquim Torra se tiene por un presidente provisional e interpuesto.
Demasiado acostumbrados estamos a que los políticos se muestren como grandes animales dormidos, de pesados movimientos que sólo despiertan ante la proximidad de las urnas que, por desgracia, son el verdadero motor de sus acciones, no podemos confiar en la sinceridad de unos y otros. No hay más que pararse a pensar en que el soberanismo, que alcanzó su cénit tras la estúpida estrategia de Interior el primero de octubre está ahora en horas bajas y que se crece en la confrontación, en la explotación del victimismo ante los "abusos" de "Madrid",
Bajo esa mirada, parece que la radicalidad de Torra, su empecinamiento, al menos, aún, de palabra, no persigue otra cosa que reavivar la dinámica perdida de la acción y la reacción, la vieja relación víctima verdugo que tan buenos resultados había dado hasta ahora a los de aquí y los de allá.
Digo esto porque tengo la impresión de que, en algún momento, la Generalitat de Torra forzará la máquina para provocar el órdago de unas nuevas elecciones que reforzaría en el Parlament, si no a todos los soberanistas, si a Puigdemont y los suyos. También, y ya me duele, a Inés Arrimadas en Cataluña y a su "jefe", Albert Rivera, en el resto de España.
De ahí la actitud enconada de Ciudadanos, exigiendo mano dura y dinamitando cualquier atisbo de dialogo entre La Moncloa y Sant Jaume. No buscan, y me repito al decirlo, una solución sino votos. El aparente cambio de actitud de Rajoy, otra cosa son algunos de sus ministros, mostrándose dispuesto a levantar el 155, ha propiciado la radicalización de Rivera que, cual Guerrero del Antifaz de este siglo, parece dispuesto a ir más lejos incluso de lo que llegó la torpe represión de Zoido, que no consiguió sino que quienes querían hacerse oír en las urnas para expresar su NO, ante las cargas y los palos, acabaron por darles un SÍ que los independentistas administran a su gusto y sin el menor atisbo de rubor.
De sobra sabemos que la presión y el enconamiento no llevan a la solución, De sobra sabemos que este incendio no necesita de pirómanos como Trra y Rivera, por eso la receta no puede ser otra que la de la descompresión, el abandono de la confrontación y la búsqueda del diálogo, algo que, al Partido Popular, después de haber echado tanta leña al fuego catalán, después de tanto "a por ellos", le va a resultar muy difícil. Aun así, hay que tener la grandeza de intentarlo.

lunes, 14 de mayo de 2018

EL "MINI YO" DE PUIGDEMONT


Anda el patio alborotado por los delirios nacionalistas -supremacistas, dicen- de quien hoy será elegido president de la Generalitat y no se dan cuenta de que es el nacionalista designado por la cúpula nacionalista para gobernar a los catalanes los próximos cuatro o quién sabe cuántos años. Qué esperaban de un nacionalista, al menos de un nacionalista puro. Los nacionalistas, sean de donde sean, también y especialmente los españoles, son todos supremacistas, al menos en el territorio que pretenden, porque se encaraman a la diferencia para justificarse y no conozco a nadie que se señale a un tiempo diferente e inferior a sus vecinos, a nadie que pretenda imponerse desde abajo a los demás, todos se creen distintos, se creen mejores y son, casi siempre y por desgracia, excluyentes, hasta el punto de creer, valga la broma, que nuestra “parejita” eurovisiva iba a ganar, porque era la mejor y, si era la mejor, lo era porque era la nuestra
Joaquim Torra, el elegido por Puigdemont que ha aceptado el resto de la cúpula nacionalista tiene el cuello endurecido de tanto mirar al pasado y la mirada un tanto deslumbrada de tanto brillo como ha sacado al pasado, no siempre heroico de Cataluña, virtudes para unos, los nacionalistas, que, para mí, son defectos, si lo que se pretende que haga es conducir a Cataluña y los catalanes hacia ese futuro que sueñan, que todos soñamos, mejor.
Para desgracia de todos, el panorama que se abre con Torra en Cataluña vuelve a ser la constatación de la máxima que nos dice que cualquier situación por mala que parezca es susceptible de empeorar, porque quienes toman las decisiones y llevan años tomándolas sólo en un puñado de cosas intangibles que en nada mejoran la vida de los ciudadanos, más allá de lo que, para algunos, no para todos, no son más que sueños.
Cabe preguntarse el porqué de esta elección-designación, tomada en Berlín sin luz ni taquígrafos suficientes. Yo me inclino a pensar que la mayor virtud de Torra ante los suyos es la de no estar afiliado a unos ni a otros, aunque queda claro que se trata de un hombre de Puigdemont, un hombre instalado en la provisionalidad, dispuesto a quemarse en la pirotecnia del procés mientras se celebra el juicio a los procesados, valga la redundancia, por los hechos que llevaron a la aplicación del 155.
Mi única esperanza es que, a Torra, le guste el cargo tanto como le gustó a Puigdemont y que, como él, traicione las expectativas que sobre él se han forjado. Recordemos que Puigdemont, aconsejado por Urkullu, uno de los pocos nacionalistas sensatos que conozco, pareció por unos instantes, unas pocas horas, instalado en la duda y dispuesto a no dar el terrible e inútil paso que finalmente dio: la proclamación de la efímera República Catalana.
 Por más vueltas que le doy y después de escuchar a Javier Sardá lo que Oriol Junqueras le dijo, con un cristal de por medio, en un locutorio de la prisión de Estremera: que, como político, creyó que su obligación era quedarse, a pesar de la cárcel, en lugar de huir, en una clara alusión y como reproche al fugado Puigdemont, por más que trato de encontrarle una explicación al sorpresivo nombramiento de Torra. sólo la veo en que Esquerra, no Junts per Catalunya, no quiere otras elecciones, la misma que tendría la abstención de la CUP, porque unos y otros y de ser ciertas las encuestas, perderían escaños, en un momento en el que el soberanismo pierde fuelle y necesita que alguien reavive el incendio.
Ojalá Torra le salga rana a Puigdemont, como él nos salió rana a quienes le creímos más sensato y más dialogante, ojalá este "mini yo" del fugado president acepte, pese a su discurso instalado en la confrontación, el diálogo con un Rajoy aparentemente moderado. Sería bonito y reconfortante que así fuese, al menos hasta que uno y otro se midan en las urnas que liman aristas y todo lo suavizan. Quizá así los catalanes tuvieran el gobierno eficaz y realista que siempre les supusimos. Así que, como allí se dice "anem per feina".

viernes, 11 de mayo de 2018

SUSPENSE Y JUEGOS DE MANOS


Supongo que, a estas alturas, nadie ve los partidos políticos como otra cosa que pequeñas monarquías a escala en las que la democracia interna brilla por su ausencia tanto como se hincha el ego del líder de turno. Es difícil rebatir esto que digo, porque, de un tiempo a esta parte, asistimos al bochornoso espectáculo de unas sucesiones en sus órganos de poder que, salvo por la ausencia del vínculo de la sangre, se parece más a un relevo en el trono.
En el PP, es Rajoy el que decide quien vive y quien muere, quien progresa y quien cae en el abismo, y acaba de dejarlo claro con la designación del anodino Ángel Garrido, fiel servidor en apariencia de la presidenta Cristina Cifuentes, abandonada a su suerte, en la peor de las ignominias y olvidada en todos y cada uno de sus discursos después de haber ejercido como su paladín en las refriegas en torno al chusco máster de sus desgracias.
Sin embargo, estas sucesiones no sólo y no siempre tan a las claras se dan en el PP. Son pocos los partidos que escogen a sus líderes en pura democracia. Es tanto lo que está en juego que los aparatos se defienden con uñas y dientes contra las urnas y contra ese espantoso "un militante, un voto". Lo pudimos comprobar con aquel "golpe de Estado" dado en Ferraz, para derribar a Pedro Sánchez, al que sólo una revolución en las bases socialistas devolvió a la secretaría general que había ganado en las urnas. Para qué hablar de Ciudadanos o del complejísimo sistema de votación de los vistaalegres de Podemos, que nunca se apartan de un milímetro de los designios de su líder.
Sucesión "monárquica" hubo también en Convergencia, cuando el veterano Pujol, acorralado ya por la corrupción que empapaba a toda su familia, con él chorreando, designó a Artur Mas, con su pinta de "yerno" ideal, al frente de algo que era más que un gobierno y más que un partido, cargado de trampas y citas judiciales. y dispuesto a emprender una huida hacia adelante, en la que creyó que la bandera de la independencia lo iba a cubrir todo. Casi lo consigue, porque, hasta que se dio de narices con la CUP, consiguió que los catalanes, algunos, menos de la mitad, olvidaran sus corruptelas y las de su partido ante la zanahoria de una más que improbable independencia.
Así, de movilización en movilización, de elección en elección, llegó a esa "casi" mayoría absoluta que podía hacer realidad, si no el sueño, sí la visión del sueño. Pero la díscola CUP, coherente con su discurso, exigió su cabeza a cambio de ser el broche de esa mayoría no por todos deseada, capaz de proclamar la independencia. Fue entonces cuando apareció de la nada Carles Puigdemont, un periodista de oficio que llegó por una serie de carambolas a la alcaldía de Girona, del que nunca se supo a qué jugaba, salvo que para su juego había que matar al padre, Artur Mas, al que se dejó apenas sin voz y cargado de citas en los juzgados.
La huida hacia adelante siguió con una mayoría en escaños que, pese a las movilizaciones, nunca representó a todos los catalanes, hasta la aprobación con plena conciencia, dando de lado el dictamen de los letrados del Parlament y desoyendo las advertencias del Tribunal Constitucional, aprobó leyes efímeras, tan efímeras como esa independencia que duró lo que dura la coma de una adversativa en un discurso y que llevó al 155 y a la prisión y la huida de la élite del independentismo.
A partir de ahí, el martirio para unos, los más coherentes y la aventura internacional para los más avispados. A partir de ahí, el ilusionismo, el juego de apariciones y desapariciones, el ratón heroico burlando al torpe y gordo gato Estado, cruzando fronteras, vendiendo en inglés y francés lo que difícilmente podía explicar en español, hasta que la pesada, torpe, pero eficaz maquinaria del Estado le dejó claro que legalmente nunca sería elegido presidente de Cataluña.
Ha sido a partir de ese momento, después de retorcer y crear leyes inviables, suspendidas por el Constitucional, después de fracasar en la búsqueda de un respaldo internacional que nunca tuvo, porque nunca podrá tenerlo, cuando, tras un inútil ir y venir de diputados, a Bruselas, primero, y a Berlín después, después de dejar plantadas a tres diputadas que ayer mismo viajaron a la capital alemana, por arte de birli birloque y en el mayor de los suspenses se sacó de la manga el nombre de Joaquim Torra, un hombre de la cultura, independentista radical, ex presidente de Òmnium Cultural y no mal visto por la CUP, para recibir la investidura como president que él tanto ansiaba.
Algún día sabremos que ha habido detrás de esta designación, quizá, pero hoy sólo vemos el paño rojo de raso y el humo de colores que deja el ilusionista, tras mantenernos en suspense con su juego de manos.

jueves, 10 de mayo de 2018

RIVERA, COMO TRUMP



De sobra sé que Albert Rivera, recién salido de un escaparate de Cortefiel, físicamente tiene poco que ver con el delirante presidente norteamericano, con su flequillo imposible y sus trajes a medida que, más que trajes, parecen tiendas de campaña, tampoco en sus ademanes, exagerados los de Trump, contenidos y calculados los de Rivera. Sin embargo, uno y otro defienden lo mismo, los grandes intereses económicos, uno de forma burdamente personal, suya es una de las mayores fortunas de esa américa que dice anteponer a todo. el otro de forma taimadamente vicaria, y lo hacen pases lo que pase y caiga quien caiga.
De los orígenes de Trump, lo sabemos todo, asuntos de cama incluidos. O al menos eso creemos. De los de Rivera, no tanto, porque nunca ha quedado claro de dónde salió el dinero para esa campaña en la que un brillante empleado de banca jugaba a mostrarse desnudo en los carteles, sin que, como pasa con su programa y, lo que es peor, su pensamiento, podamos ver nada.
No obstante, Trump y Rivera se parecen mucho. Uno y otro son aparentemente impredecibles en sus reacciones y, sin embargo, cada una de sus decisiones, cada uno de sus gestos, llenos de aspavientos los de Trump, más fríos y comedidos los de él, responden a un plan previamente trazado, que siempre es el que mejor se ajusta a sus intereses y a los de quienes les apoyaron y les mantienen. 
Lo ha demostrado Trump, beneficiando con sus falsas lecciones de patriotismo, beneficiando con sus bravuconadas frente a Corea del Norte, destinadas a sembrar la inestabilidad entre los dragones de la economía asiática, y también a los grandes padrinos del petróleo, que tanto deben a los Bush, y a sus dos guerras, con su abandono del pacto nuclear con Irán que, de momento, ya ha cosechado, mal que nos pese, una importante subida de los precios del crudo, que, además de llenar los bolsillos de sus socios en el cercano oriente, frenarán la recuperación de economías como la nuestra.
A Albert Rivera, que se dice defensor de la unidad de España, le importan poco los españoles, como bien demostró ayer, abandonando el acuerdo del 155 de manera abrupta e inesperada, un gesto más propio de Trump y su populismo, dirigido a impedir que Mariano Rajoy, al que ya ha alcanzado en el sondeo del CIS, pueda apuntarse el tanto de haber forzado la constitución de un gobierno ajustado a la legalidad en Cataluña.
Carles Puigdemont, con su balsa desinflada y a punto de naufragar, le estará muy agradecido, porque los aires de héroe de la Reconquista que persigue Rivera, poniéndose a la derecha de los "patriotas" más patriotas. Ahora, con la estudiada "radicalización", el ex president ya puede decir que lo peor aún no ha llegado, porque el 155 blando y breve que ha aplicado Rajoy y que puede levantarse tras la más que probable constitución del gobierno catalán, puede quedar en nada comparado con la dureza que pretende Rivera, sólo y exclusivamente para convertirse, de cara a las elecciones en el resto del país, en un Don Pelayo justiciero, defensor a sangre y fuego de la unidad de la patria.
Como a Trump, poco le importan a Rivera las consecuencias de sus planes, porque, de la patria y los patriotas, sólo le importan los votos, Quizá por eso dejó ayer a Rajoy cariacontecido en su escaño, quizá por eso éste le llamó "aprovechategui", quién mejor que el propio Rajoy, que lo ha sido frente al PSOE con el terrorismo y la economía como rehenes, para saber lo que hace un aprovechategui.
Ni a Rivera ni a Trump les importan una higa los norteamericanos ni los ciudadanos. lo único que les importa es estar ahí, en lo alto, para tomar las decisiones que más convengan a sus padrinos. Por eso invocan siempre la bajada de impuestos y el patriotismo, dos cosas con las que a las almas simples los ojos les hacen chiribitas, drogas ambas que atontan y adormecen las voluntades, permitiendo el saqueo y los abusos a los que nos tiene ya acostumbrado la derecha sin alma, que sólo desea seguir con las reformas que los hacen posibles.
Rivera y Trump se parecen en eso, no son tan distintos. Rajoy también, pero a Rajoy hace tiempo que se le cayó la máscara.

miércoles, 9 de mayo de 2018

¿SOMOS TAN DE DERECHAS?



Quién me iba a decir a mí que viví  los últimos años del franquismo que, precisamente cuando el país lleva años caminando hacia atrás, cuando todas las conquistas de la democracia, todas, sufren las dentelladas de los recortes, cuando las consultas y las urgencias de los hospitales se saturan día sí y día no, que cuando faltan plaza para escolarizar a los hijos de los hijos del "post baby boom" y los colegios públicos se caen a pedazos, con profesores explotados y cansados, cuando los pensionistas han tomado las calles, hartos de pensiones escasas que encogen cada año y del desprecio de quien debería velar por ellos, cuando los recursos se niegan que se niegan para la dependencia se destinan a rescatar bancos y autopistas o a armamento... quién iba a decirnos que, con este panorama, que tanto se parece a aquellos primeros ochenta, íbamos a llenar de votos el cesto de los partidos de la derecha.
Quién me lo iba a decir, pero ahí está el resultado del último sondeo del CIS, en el que el PP, aunque cada vez con menos apoyo, seguiría siendo el partido más votado, el PSOE sigue sin despegar, sin  capitalizar los errores y los escándalos de la derecha más corrupta que ha conocido la democracia, lo mismo que Podemos, que sigue sin recuperar la confianza de quienes tantas esperanzas pusimos en ellos, mientras Ciudadanos, el lobo con piel de cordero, el nuevo partido de la derecha económica, el partido del alma vacía, capaz de pactar con unos y con otros, sin hacer ascos a nada, le come el trozo de tarta del PP, mientras le sirve de salvavidas en escándalos tan groseros como el que ha llevado a la dimisión a la presidenta de Madrid, Cristina Cifuentes.
Ciudadanos, es ya, según el CIS, la segunda fuerza política y yo, la verdad, no acabo de entenderlo, porque qué ha hecho para hacerse merecedor de tanto voto. La única explicación que le encuentro es la de que a los españoles les pueden el miedo y el egoísmo, el miedo a los cambios, especialmente a ese Podemos que, aunque, al contrario que el resto de los partidos, ha trabajado y bien en la calle y en los barrios, no ha acertado a la hora de seducir a quienes necesitaría para llegar al gobierno y, desde hace meses, se muestra dividido, más preocupado por el poder interno que por alcanzar e que realmente sirve para transformar la sociedad.
El PP lo sabe y, por eso, no duda en defenderse del PSOE, su enemigo natural, acude a los fantasmas de la "izquierda radical", sumando el lastre de Podemos a la ya de por sí lastrada barca socialista, en tanto que Ciudadanos, tan parecido a sus amos y mentores, los bancos, acapara los votos, capta las esperanzas de tantos españoles como hay cansados, decepcionados y asustados, para invertirlos, no en beneficio de todos, sino en el de los de siempre que, ahora sí, han encontrado ese caballo ganador que no fue Miquel Roca en su día.
En este panorama, habrá quien crea que Cataluña vive una situación prerrevolucionaria, aunque nada más lejos de la realidad, porque Junts per Catalunya, el partido de Puigdemont, no es otra cosa que los restos recosidos del partido de Pujol, carcomido de corrupción y Esquerra, pese a su dialéctica, está más cerca del carlismo marchito en el resto de España y refugiado en las escarpadas montañas del nacionalismo.
En fin, que lo nuestro da lástima, porque cuando más necesitábamos una izquierda transformadora, dispuesta a reflotar el país, como ha hecho en Portugal, menos atractivo se hace votar a la nuestra, porque me niego a creer que seamos tan de derechas. Espero que el tiempo me dé la razón, aunque cada vez estoy más cerca de pensar que, desgraciadamente, lo somos.

martes, 8 de mayo de 2018

QUE SE JODAN... Y SANTAS PASCUAS


Dentro de unos años, cuando quizá ni tú ni yo sigamos aquí para verlo, alguien se preguntará qué pasaba en España, en qué pensaban los españoles, para dejarse gobernar por quienes les despreciaban como les desprecian, cada vez está más claro, el PP y sus dirigentes. Quizá, con un poco de suerte, en esa España de la que os hablo habrá borrado de la memoria colectiva, como la amnesia esconde el trauma que la origina para proteger de malos recuerdos y culpas a quienes la padecen.
De momento, lo que ocurre es difícil de entender, porque cómo se explica que alguien pueda confiar, los votantes del PP parecen hacerlo, en quien ni siquiera es capaz de recordar el nombre del alcalde de su partido, probablemente impuesto por él o por quien él ha impuesto, el alcalde por el que ha recorrido los cuatrocientos veinte kilómetros que separan Madrid de Alicante, al que, al final, acaba llamando así: "alcalde de Alicante". Qué se puede esperar de quien tiene semejante desliz y que se puede esperar de quien se rodea de colaboradores que no sólo no son capaces de evitar a su jefe semejante bochorno, sino que, además, meten sus patitas en su charco particular, comprometiendo más su cabe, la ya bastante deteriorada imagen de su partido.
Me refiero, claro, a la secretaria de Estado de Comunicación, el equivalente en el gobierno de la nación y para Rajoy, a la Isabel Gallego de Esperanza Aguirre, la que acabó señalando ante el juez todos y cada uno de chiringuitos en que saqueaban sus compañeros en el gobierno madrileño. Carmen Martínez Castro, con "de" de quita y pon, que así se llama la colaboradora de Rajoy, con rango de viceministro, se marcó un "que se jodan" de camionero dedicado a los pensionistas que silbaban a su jefe, después de expresar a un cariacontecido amigo sus deseos de hacerles un corte de mangas a quienes sólo reclamaban una pensión justa y dejar de ser moneda de cambio para los teje manejes de su jefe.
La señora, toda una secretaria de Estado de Comunicación, que, por su cargo y por su pasado en los medios, debería saber que las cámaras, al igual que los micrófonos, las carga el diablo, no sólo cometió la imprudencia de decir lo que dijo rodeada de cámaras y periodistas, sino que ayer, dos días después de haber dicho lo que dijo, tuvo el descaro de volver a desdeñar de nuevo a los ofendidos, entre los que me incluyo, conminándoles a aceptar sus disculpas y "santas pascuas". Y lo hizo con toda la soberbia y la frialdad de que fue capaz, convencida de que lo que se juzga no fue lo que dijo sino lo que piensa. porque no me cabe la menor duda de que estaba deseando mandar a los pensionistas a tomar el viento de sus pitos y que pensaba y sigue pensando que esta gente, que se ha pasado la vida trabajando para que, entre otras cosas, ella pueda cobrar su sueldo, debe joderse con lo que les "dan" porque, para ella, que tiene un buen sueldo y tendrá un magnífico retiro, la pensión que cobran todos esos viejos que desprecia no es fruto de un acto de justicia sino de la caridad más pura y dura.
La verdad es que no la culpo, como tampoco culpo a Andrea Fabra que mando a joderse a los parados o al inefable Rafael Hernando, lo de Rafa lo dejo para los amigos, que atribuya a la bondad de Rajoy y su partido la subida temporal que marca el IPC, forzada por los nacionalistas vascos, tras semanas y semanas de protestas ante el ayuntamiento de Bilbao. No les culpo, porque, a ellos, como a casi todos los cargos del PP que no han conocido el paro, que deben estar mareados de tanta puerta giratoria y tienen el culo amoldado a las poltronas de los escaños y los despachos, de tantas como han hollado con sus posaderas, no les cabe en la cabeza que esos ancianos del pito no se "arreglen" con lo que "les dan". Deben pensar, como aquel jefe de la vieja SER, que, cuando no se llega a fin de mes, no hay que pedir un aumento, sino que había que administrar bien el sueldo, como hacía él.
En fin, que esta señora que pide disculpas a quienes hubiese mandado a la mierda, como quien pide un café en la barra de un bar, con prisa y con desgana, no ha entendido nada, porque lo malo de sus "que se jodan" y "santas pascuas" no es que los haya dicho, sino que son la expresión de lo que piensa.

jueves, 3 de mayo de 2018

EL MÉTODO RAJOY


Acabamos de confirmar por la Cadena SER lo que muchos sospechaban y otros, los que andábamos cerca de lo que se cocía, sabíamos, que el PP de Rajoy hizo lo imposible para torpedear el fin de ETA que el gobierno Zapatero, con Rubalcaba al frente, trataba de conseguir, en conversaciones con la banda, tan difíciles y, si queréis, repugnantes como necesarias. La actitud de Rajoy no era nueva en su partido. Ya en tiempos del ministro Corcuera, todavía con Felipe González al frente del gobierno, el P, con Álvarez Cascos a la cabeza, se opuso a los intentos de acercamiento al final, con aquella terrible campaña "por tierra mar y aire", que diría Cristina Cifuentes, echando a la gente a las calles, contra lo que parecía ese primer paso que era el acceso al tercer grado penitenciario de los presos etarras.
Aquellas conversaciones, como las de Argel, terminaron y como siempre que ETA rompía la baraja, lo hacía con atentados más terribles, más crueles si cabía.
Afortunadamente, aquellos tiempos estaban tocando a su fin. La profesionalización de las fuerzas de seguridad, la racionalización de sus métodos, el uso de la inteligencia, en todas sus acepciones, por parte de la Guardia Civil y la Policía, y el convencimiento de que el objetivo no era la venganza sino el fin de ETA, llevaron al agotamiento de la banda que, cansada ya y sin el relevo de dirigentes con la inteligencia política que se requería, perdida la épica que sin duda tuvo, alejada de las aspiraciones de la gente que un día la apoyó, sin esa imagen de luchadores por la libertad que llegaron a tener más allá de los Pirineos, llevaron a la banda, a la que sólo les quedaban los presos como reivindicación posible, a sentarse con el gobierno para la negociación definitiva.
Pero el PP seguía a la suya. Al PP, al que nunca le interesó la gente, salvo para hacerse con sus votos, le venía muy mal que Zapatero, con los pies ya en el umbral de la crisis, no le interesaba que el PSOE se apuntase el tanto de poner fin a los terribles años de ETA. Por eso utilizó hasta la náusea dolor y el rencor de las víctimas, apropiándose de ellas, para lanzarlos, desde la calle y desde los medios, contra quienes trataban de liberar a este país de la pesadilla que había lastrado sus pies durante tantos años. Y lo consiguieron, ya lo creo. No que ETA firmase "la paz", sino que los socialistas se presentasen con ese logro ante las urnas.
Hoy hemos sabido, la SER lo ha contado, que Rajoy estuvo al tanto de cada paso que se dio para ese final. También, que la lealtad que Zapatero tuvo para con él no se correspondió con la suya, porque combatió desde la calle y aún sigue haciéndolo, cualquier esfuerzo encaminado a que la sociedad, que tanto ha sufrido, asuma por fin el final.
Estoy seguro de que Rajoy estuvo más preocupado por la clasificación de "su" Real Madrid para la final de la Champions League que por la esperada disolución de ETA, lo mismo que el comisario político que ha puesto al frente de "su", nuestra, televisión, que dio ayer la noticia más esperada después de sesenta años de dolor y muerte, como un latiguillo al final de las informaciones que nos hablaban de los terribles años de la banda y no como el gran titular que la noticia merecía.
Ese es el método Rajoy, callar o esconder lo que no interesa, dejar de nombrar lo que molesta. Ayer mismo volvió a demostrarlo refiriéndose a la mayor crisis política a la que se ha enfrentado su partido como una de esas "cosas no tan bonitas, de las que no me acuerdo". Y lo decía, mientras se instalaba entre su vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, ministra de Defensa y secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, un clamoroso vacío parábola perfecta de ese otro vacío, ese "no futuro" que se ha instalado en su partido a base de acumular los problemas no resueltos y los cadáveres de sus más fieles servidores, enterrados en tiempo y silencio, en un armario que está ya a punto de reventar. Y todo porque lo importante so las elecciones y no las soluciones y España, los españoles, se reducen a los incautos espectadores de los telediarios de la Primera